55. El destino no existe

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Mirando la anoche estrellada bajo la comodidad de su hamaca, me mecía relajadamente intentando calmar mi estúpido estado de animo. Hace solo unas horas había roto en llanto contándole a mi mejor amigo los dilemas mágicos de mi vida.

Ni medio llegué del aeropuerto llamé a mi amigo a la casa y me desahogué. Realmente fueron muchas cosas intensas las que me ocurrieron. Y la peor de todas fue el enterarme que definitivamente no había una razón para luchar contra mi destino. Si Chris no me amaba, solo era algo masoquista e inútil quedarme.

—Serás una huerfanita—le dije a una Solovina dormida en mis piernas—. No creo que me sienta capaz de volver a verlo. Mi corazón de papel no es tan fuerte.

Horas antes Christopher se despidió de mi, pensando que sería solo por un tiempo mientras aclarábamos nuestras mentes. Él quizás no contaba con una despedida definitiva. 

Flash back

Luego de descubrir varias cosas gracias a una poción mágica, no dormí en toda la noche. La idea de perder la oportunidad de sentir a Chris tan cerca por una ultima vez me impidió cerrar los ojos.

Así fue como amanecí observándolo dormir, grabándome a detalle su rostro, y recordando las tantas veces que desperté mirando esa misma cara.

Chris se empezó a remover muy inquieto, y eso me dio la señal de que era momento de partir. Si bien ya tuve mucho tiempo de bajar el rojo de mis ojos, aún presentía estar con un aspecto que delataba mi dolor.

—Ay carajo—soltó pesadamente, mientras abría un ojo. Yo de inmediato me quité la sábana de encima y me puse manos a la obra. Empecé a recoger todas mis cosas en mi bolso.

—Buenos días, dormilón—solté fingidamente, mientras recorría la habitación atrapando mi cargador, mi libro y mi billetera—. Estaba por despertarte.

—Hola, hermosa—él dijo mientra se estiraba en la cama.

Intentaba con todas mis fuerzas no mirarlo. El tenerlo sobrio luego que me confesó lo que me confesó no era fácil. Básicamente con su sola mirada o voz, me recordaba que todo era una mentira. El Chris de ahora ya no era verdadero, tan solo un ilusión.

—Tienes que estar en unos quince minutos en el aeropuerto—le informé a la vez que iba hacia un mueble de la entrada donde había dejado un charol con el desayuno que le pedí—. Necesito que comas esto antes que se enfríe y luego te bañes.

Chris en respuesta soltó un gimoteo, y empezó a revolverse en la cama con pereza.

—¡Mi cabeza duele!—se quejó sentándose al filo, alzando su mirada hacia mi—. Te envidio, a ti no te agarró el chuchaqui.

—Pues si me agarró, solo que no dramatizo—solté una risita a la vez que le ponía a su costado la comida—. Me aguanto como los machos.

—Pues bebes como macho—soltó en broma, en seguida se sostuvo la cabeza con cara de dolor—. Aunque no tienes para nada aspecto de macho.

—Tengo cara de princesita, lo sé—solté siguiéndole la corriente e intentando mirar al piso todo el tiempo.

Internamente me sentí un tanto aliviada, pues su manera relajada de actuar me hizo pensar que no recordaba lo ocurrido con la poción mágica. Alguna vez él me dijo que no le gustaba pasarse de copas en extremo, debido a que no era bueno recordando lo que hizo. Al parecer no mentía. 

Chris tomó el café de la charola y lo empezó a beber a bocados grandes.

Con incomodidad me puse de pie, y fui a espiar por la ventana a los aviones estacionados en la enorme pista de al frente. Me dispuse a concentrarme en los colores y aerolíneas para calmar mis nervios.

Profecía de un final feliz- Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora