39. ¿Hacemos el amor?

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Chris puso cara de no entender, y cuando estuve por besarlo para explicarle mis palabras, algo pasó.

—¡Señores, buenas noches!—oí la voz de un hombre a mi costado, y regresé a ver junto a Chris—. Lamento interrumpir su velada, cofff cofff...—él señor con pijama puso su vista en los pantalones de Chris, donde aún estaba introducida mi mano. Por supuesto, yo la saqué de inmediato—. Les voy a pedir por las buenas que se retiren. Junto a mi familia e hijos necesitamos descansar. Por si no lo sabían mañana es horario laboral, y todos queremos dormir bien, sin ruidos ni gritos de borrachos, para poder cumplir con nuestra actividades cotidianas.

Me moría de la vergüenza eso está claro, sobre todo por la pose en la que nos encontró el señor. No me quería ni imaginar que era lo que estaba pensando.

—Se nos quedó la llave adentro, y no podemos mover el carro—le informé mirándolo apenada.

—¿Bueno, y entonces como están poniendo la música?—me preguntó cruzándose de brazos y mirándonos malhumorado.

—Por bluetooth—respondí mirando nerviosa a mi alrededor por si venían más vecinos. Menos mal el señor en frente mio era el único.

—Bien, entonces si no pueden mover el carro y si tiene la manera de bajar volumen desde aquí, les pido lo hagan. Mi paciencia llegó a su limite, y con mi familia queremos paz para dormir.

—Sí, claro ahora mismo—asentí frenéticamente. Chris por su parte solo seguía sonriendo y tarareando en voz baja la canción que sonaba.

—Bien, la veo bajando el volumen ahora mismo—él señor me miró severo dándome una mirada de advertencia.

—¿A... ahorita?—dije incomoda, pues el celular que controlaba la música aún estaba en los pantalones de Chris.

—Sí, por favor... ahora—me siguió mirando con advertencia.

—Ahora mismo no puedo, pero le juro que en un minuto lo hago—le dije al señor, y él me miró con los ojos entrecerrados—. Por favor.

—Rebaje el volumen ahora, o llamo a la policía—me respondió y yo quise esconderme bajo la tierra. Chris en cambio me sonreía burlón.

—Baja el volumen, bella. Hay que obedecer a los adultos—soltó con simpleza, y quise sacarle los ojos.

Era obvio que este pendejo no iba a sacarse el celular por si mismo. Él quería seguir jugando conmigo.

—Claro que sí, imbécil—solté con rabia, e intentando ignorar la presencia del señor a mi lado, tomé a Chris de los pantalones y los jalé contra mi para que mi mano pudiera ingresar de manera más libre y rapida.

A mi lado oí como el señor exclamó de sorpresa.

Mi mano empezó a explorar dentro de sus pantalones, y como era de esperarse toqué aquello que se supone no debería. Él pegó un respingo al sentir mi mano en esa parte de su anatomía. Su miraba se clavó en mis ojos, mientras él se mordía los labios.

—Listo—sonreí triunfal al sentir el celular, y sin rodeos lo saqué , sosteniéndolo en alto como si fuera mi trofeo.

Di una mirada al señor boquiabierto, y en seguida bajé el volumen con el botón del costado.

Profecía de un final feliz- Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora