Bellwether sentía dolor por todo su cuerpo. Era intenso, como si hubiese corrido a su límite y ahora todos sus músculos ardieran. No podía creer que ese estúpido e inútil ritual hubiese absorbido todas sus fuerzas. Seguía siendo muy temprano por la mañana, podía decirlo por la oscuridad que reinaba en la habitación, la quietud que se imponía en el ambiente y por el radio reloj que se encontraba reposando sobre la mesa de noche. Este marcaba las 3:33 de la madrugada y...
– ¿Reloj? ¿De dónde salió? ¿Y por qué puedo verlo con claridad sin traer mis gafas puestas? –sus ojos se abrieron por completo para investigar los alrededores mientras su visión se adaptaba aún a la penumbra.
Esta ya no era su celda, pero seguro era mucho más pequeña. Se estiró para alcanzar la lámpara junto a su cama la cual de inmediato iluminó la habitación haciéndola ver sobre el interruptor la pata gris y peluda que lo encendió. Salió corriendo de la cama hacia el espejo que se encontraba al otro lado del cuarto. Era ella, la coneja que le había arrebatado todo. Gruñó con coraje a la vez que involuntariamente su puño golpeó el espejo tratando de lastimar al animal que se reflejaba frente a ella. El sonido de los cristales que cayeron a piso alertó a sus vecinos.
–Oye, coneja. ¿Te encuentras bien? –alguien del otro lado de la pared preguntó preocupado.
–Claro que está bien, ella es policía. –la voz de un segundo mamífero que sonaba molesto respondió.
–Cállate, podría estar lastimada –respondió una vez más el primero.
–No, tú cállate, estoy seguro que solo botó algún vaso o un plato –justificó el segundo.
– ¿En verdad crees que tiene espacio suficiente en ese closet que llama cuarto para guardar una vajilla?
–Me encuentro bien –finalmente respondió sintiéndose ansiosa al escuchar su nueva voz –solo... vuelvan a dormir.
La calma regresó al apartamento. Nuevamente echó un vistazo, esta vez menos perturbada por el distorsionado reflejo en él y finalmente sonrió con una macabra mueca que nunca pensó mirar en el rostro de la amigable Judy Hopps.
– ¡Funcionó! ¡En verdad soy libre! –pensó para no despertar a los molestos vecinos.
No podía creer que el plan hubiese tenido éxito y que la fútil palabrería que su tía le trató de enseñar por años la sacase de prisión. Quería consagrar este momento con alguna frase, y no pudo pensar en mejores palabras que aquellas que su archienemiga usara el día que fue capturada y fuese robada de su dignidad y brillante futuro. Frotando sus recién obtenidas patas peludas, continuó admirándose en el espejo y susurró:
–Es una treta, tesoro.
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La maldición (The curse)
FanfictionNick y Judy son compañeros en la policía y grandes amigos, pero saben que podría haber algo más que amistad en su relación. Por otro lado, Bellwether estando en prisión prepara la venganza que caerá sobre sus captores y sobre Zootopia de una forma m...