CAPITULO 21: BREAKING BAAAAAD (Judy)

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Disculpen la ausncia de 3 meses. Espero ponerme mas al corriete con la historia.

Un día más en prisión sin un plan de como escapar o siquiera de cómo abordar su actual situación. Era una coneja paciente que solía tomar al toro por los cuernos y hacer que las cosas viraran en su favor a través del trabajo duro y el esfuerzo, pero esta nueva aventura iba más allá de cualquier cosa que hubiera esperado jamás. Se encontraba presa por crímenes que no había cometido y peor aún, atrapada en un cuerpo ajeno el cual representaba todo lo malo en la sociedad. Aun con su casi ilimitada capacidad de positivismo, una parte de su mente se sentía acorralada cada vez más, y un animal bajo esas circunstancias es capaz de hacer cualquier cosa por sobrevivir.

Un nuevo despertar llenaba sus ojos con luz artificial de las lámparas en el techo de la celda donde se encontraba recluida. Recordando la realidad a la cual se encontraba atada, rápidamente se preparó para otra jornada en la cocina. Llegó con bastante antelación ante la petición del chivo que le enseñaría y pediría ser su paladar, lo que sea que eso significase. El chef ya se encontraba trabajando en una de las islas de la cocina, contrario a lo visto el día anterior. Sus movimientos mecánicos y controlados eran muestra de sus habilidades en la cocina.

- Llegas tarde –dijo el cabrito sin desviar la mirada de su actual labor –lava esas ollas.

- Buenos días a usted también –dijo la aborregada poniéndose el mandil y subiendo a la tarja donde comenzó su labor. Al parecer tendría que pedir algún permiso especial para poder llegar antes a la cocina

- Prueba esto – dijo el chef extendiendo un cucharón de madera.

El sabor era trascendental. Ciertamente era cocina de la más alta calidad.

- ¡Está delicioso! –exclamó sorprendida.

- Ese fue uno fácil. Ahora, prueba estos –dijo extendiendo otras tres cucharas hacia su rostro.

Los otros platillos no eran como el primero. Uno era demasiado salado y al otro le faltaba consistencia. Verdaderamente era un genio en la cocina si podía lograr sabores tan interesantes aun sin tener el sentido del gusto. Después de un poco de retroalimentación, el chivo regreso a su estación.

La cocina abría sus puertas y los ansiosos animales entraban presurosos formando una fila frente a la barra. En cuestión de minutos las charolas estaban totalmente vacías. El almuerzo había sido un éxito, los animales parecían agradecidos con la cocina e incluso con ella. Tendría el resto de la mañana libre hasta el almuerzo.

Al igual que días anteriores, decidió dirigirse al patio de la prisión donde podría hacer ejercicio. Justo cuando se encontraba lista para comenzar, su mirada se posó sobre un mamífero que llamó su atención. Se trataba del mismísimo Doug, el secuaz de Bellwether que se encargaba de la preparación de los aulladores. Sus miradas se cruzaron y el carnero con su rostro estoico se dirigió hacia ella hasta quedar de frente el uno del otro.

- Ciertamente esto es raro –pensó Judy –hasta donde recuerdo Doug se encontraba en fuga y no había sido capturado aun.

Aun asi, Judy sería precavida, tal vez podría utilizar al borrego en algún esquema o para conseguir información.

- Hola Doug...

- Hey Dawn –respondió interrumpiéndola- ¿contraseña?

- ¿Disculpa?

- ¡Contraseña! –exclamó Doug nuevamente.

Judy quedó dubitativa y en silencio.

- Asi que el plan resultó después de todo –dijo Doug en el tono monótono que lo caracterizaba.

- ¿De qué plan estás hablando? –cuestionó Judy.

- No tenemos nada de qué hablar. Hasta luego... "Dawn"

Doug se alejó dejando a la pequeña borrega mirando perdidamente hacia la nada. Las palabras del carnero la hicieron perderse a sí misma en un mar de cuestiones sin respuesta. ¿Qué era ese plan? ¿Por qué no había querido hablar con ella? ¿A caso Doug sabía que en realidad ella no era Dawn Bellwether? Antes de darse cuenta su tiempo de descanso había llegado a su fin y debía regresar a la cocina para el turno de la comida.

El comedor rebosaba con los internos los cuales ahora parecían más alegres de recibir sus alimentos. El único problema era que ahora todos se peleaban por ser los primeros en la fila, pues aunque la comida era suficiente para saciar el apetito de todos los presentes, todos deseaban ser los primeros en alimentarse con tan novedosos manjares. Nuevamente, la comida voló del estante dejando solo algunas migajas. Fue entonces cuando una conocida comadreja se acercó a la barra.

- Oye borrega, ¿no tendrás un poco más? –apuntó con su garra hacia las charolas ya vacías.

- Duke Roedriguez –el raquítico preso abrió los ojos sorprendido- tu sabes que no pueden servirse más de dos veces. Lo único que queda es un poco de la comida en la parte final del comedor.

Sacudiéndose un poco por el momentáneo shock Duke respondió- Vamos ayúdame un poco, tuve que darle mi comida a unos brabucones a cambio de algo que amo.

-¿Billetes? –intercedió Bell con los ojos a medio cerrar.

- Mi rostro intacto –dijo finalmente con temor reflejado en su mirada –además, aquella comida no es la misma que sirves aquí. No tiene el mismo sabor. ¡Anda! Puedo conseguirte lo que quieras. Un DVD, unos lentes nuevos, una llamada telefónica...

- ¿Puedes conseguirme una llamada?

-Desde luego, solo espera a que te de la señal y podrás hacer uso del teléfono.

Era una oportunidad que no podía desperdiciar. No tenía muchas opciones. Tendría que confiar en un criminal para cometer un acto criminal en sí, pues tenía restringido el uso de teléfono por razones que le eran desconocidas. Debería ser muy cuidadosa o podría meterse en problemas. Sin más, tomo la ración que había guardado para ella, y la entregó al hambriento personaje quien engulló el plato en un abrir y cerrar de ojos, no sin antes hacer algunas muecas de desagrado al tratarse de comida para herbívoros.

- Muy bien cabeza de algodón, un trato es un trato. Mañana te diré cuando podrás hacer tu llamada para que estés preparada –sentenció Roenzalez quien partió de inmediato.

No había marcha atrás. Usaría su influencia como pudiese con tal de saber lo que le estaba pasando y tratar de salir de esa situación. En ese momento, una pregunta que no había considerado rondó su cabeza haciéndola preguntarse:

- ¡Oh dulces galletas con queso!, ¿pero a quien le voy a llamar?

La maldición (The curse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora