Capítulo 29: Cara a Cara (Judy)

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Dos semanas habían transcurrido tras haber despertado en el cuerpo de Dawn Bellwether. Durante ese tiempo había tratado de idear un sinnúmero de estrategias para escapar, pero al final todas eran descartadas porque no importaba que tan buena fuera la idea o que tanto éxito garantizaba, después de lograr su cometido no tendría sentido el estar fuera pues sería una fugitiva sin dónde ir. Lo mejor que podía hacer era aceptar su destino y esperar. Pero Judy no era alguien que esperaba sin hacer nada. Gracias a su apoyo en cocina había ganado seguidores y adeptos tanto del bando de las presas como de los depredadores. En cuestión de días había pasado de ser la más antipática y desolada cautiva en la prisión a tener un estatus de admiración entre algunos de los prisioneros; y eso asustaba a los celadores.

El cambio de actitud en la oveja malévola había dado un giro de 180 grados en un lapso muy corto de tiempo y se había llevado justo después de la detención de su secuaz Doug Ramses, quien fue detenido justo después de pretender ser su abogado. Eso ponía nervioso al alcaide y demás mamíferos en el sistema penitenciario. Todo hacía creer que planeaba algo grande; probablemente una revuelta o un escape masivo. Era preocupante el no tener una lectura certera de su perfil psicológico, pues tanto la doctora Wong como los demás doctores de la penitenciaría se encontraban perplejos ante los cambios tan drásticos en su comportamiento. –Es como si fuera un mamífero totalmente diferente –decía ella.

En cocina los mamíferos la respetaban y seguían sus instrucciones por ser la asistente del chef; y en el comedor muchos le agradecían por haber cambiado la forma en que se cocinaba. La nueva comida era tan popular que algunos guardias comenzaban a frecuentar el comedor con la excusa de probar los alimentos para verificar que todo estuviera en orden. Entonces la borrega comenzó a cocinar una ronda extra de algunos platillos y la dejaba en cocina para que los guardias pudieran servirse sin tener que ser observados por los prisioneros o juzgados por otros oficiales. En el patio, algunos prisioneros la saludaban y en general la dejaban ser. Aunque aún había cierto descontento con la mayoría de la población, Dawn Bellwether estaba dejando de ser considerada un símbolo de opresión.

Para Wong eso no era sorprendente. Años de experiencia y estudios le habían dejado en claro que la facilidad y la gratificación inmediata de conseguir las cosas fácilmente de los internos, combinado con una fallida educación y falta de valores en el hogar, los volvía propensos a caer en las garras del crimen y consecuentemente en la cárcel. Y eran estas mismas características lo que hacía que para algunos Bellwether se volviera algún tipo de aliado o figura a seguir, pues ella estaba optimizando sus vidas a través de una mejora en su entorno social. Sin embargo, su opinión era que Bellwether estaba verdaderamente sanando, contrario al pensamiento de sus detractores. Y era exactamente eso lo que causaba un dolor en la cabeza de Thomas Grayfur.

El alcaide no podía confiar simplemente que por acto de magia o por obra del espíritu de los reyes del pasado Dawn Bellwether, la oveja psicópata que intentó segregar a la sociedad, había decidido hacer de la prisión un mejor lugar sin tener una maquiavélica razón detrás. Es por eso que se veía forzado a actuar aun en contra de los deseos de la doctora Wong. Ella había propuesto un método que probaría si en verdad Dawn estaba mejorando o simplemente era otro de sus trucos, pero de fallar podría provocar un retroceso en el avance de sanación de la reo, si es que éste fuese real. En opinión del veterano lobo, era un precio justo por evitar una posible catástrofe.

Era lunes por la mañana, un día como cualquier otro en prisión. Al no contar con despertador en su celda, le era difícil saber cuándo debía levantarse, o al menos lo fue hasta que convenció a uno de los guardias que patrullaban los pasillos por las noches que encendiera su linterna en dirección de su reja cuando dieran las 5:30. Se levantó y comenzó con su rutina de ejercicios justo como cuando aún era ella. El espacio limitaba las actividades que podía realizar, pero se las ingeniaba.

La maldición (The curse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora