Capítulo 14: El atardecer de un nuevo día (Dawn)

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El resto de la tarde paso sin mayor contratiempo. Dawn no podía dejar de pensar en lo que el zorro se había atrevido a proponer, y a lo que la misma Judy Hopps había accedido. Con tiempo de sobra para pensar al repartir multas el resto de la tarde pudo reflexionar cual era la verdadera situación a la que se enfrentaba. Era un alivio saber que era la primera cita, pues no estaba obligada a aceptar ningún tipo de comportamiento extraño por parte del vulpino. Aunque para el ojo común Nick se mostraba lleno de confianza, su lenguaje corporal lo delataba. Para ella era evidente que se encontraba tan nervioso como ella.

Superada la sorpresa y el asco de saber que pasaría un día socializando con un zorro, vio en ello una gran oportunidad de hacer sus planes florecer más velozmente. Podría utilizar la información recabada para poder manipular de manera más efectiva al que parecía ser su mejor amigo, y esto le daría una ventaja táctica.

Finalmente volvieron a la comisaría para escribir los informes correspondientes del día. Ella solo siguió al zorro a lo que supuso era su estación de trabajo. Conseguir la contraseña fue cosa sencilla, fingió que su contraseña no le permitía el acceso y Nick hizo el resto al introducirla. Ella simplemente observó el código. El papeleo fue una tarea sencilla. Si algo aprendió al trabajar con Leodoro fue a trabajar bajo presión y a completar formas y archivo con una rapidez inimaginable.

- Wow, zanahorias. Siempre me sorprendes con tu velocidad, pero hoy te superaste en verdad.

Estaba a punto de regodearse con el comentario cuando una ensordecedora voz resonó en la oficina.

– ¡Wilde! ¡Hopps! ¡A mi oficina, ahora!

Era el jefe Bogo quien gritaba desde algún lugar lejano.

–Parece que están en problemas chicos –dijo burlonamente uno de los lobos alzándose detrás del cubículo de Nick.

Nick solo regresó la sonrisa y comenzó a caminar hacia la oficina de Bogo. Ella siguió su paso suponiendo que algo habrían hecho mal aunque en su mente ya teorizaba que seguramente era culpa del zorro.

Llegaron a la oficina donde ella escaló una de las sillas quedando frente a Bogo. No pudo evitar lanzar una mirada de desaprobación hacia el zorro al observarlo escalar la misma silla a la cual ella había ascendido y tomar asiento justo a su lado. La silla era lo suficientemente grande para que los dos se acomodaran sin necesidad de tocarse, ¿pero es que acaso este animal no entendía la sutileza de respetar el espacio personal?

Era algo cómico ver a un mamífero tan grande y poderoso como lo es el jefe de la policía leer atentamente utilizando unos pequeños lentes de bibliotecaria. Por otro lado, la fría y dura mirada en sus ojos contrastaba con esa misma imagen. Pasaron varios segundos sin que el búfalo les prestara atención mientras él continuaba en sus papeles. Finalmente los puso a un lado y dirigió su atención al par frente a su escritorio.

–Hopps, ¿cómo te sientes? –dijo en un tono calmado.

–Bien señor. Al parecer era solamente cansancio.

– ¿Y qué fue lo que te pidió el doctor?

–Que no me sobre esforzara...

–Entonces –Bogo la interrumpió –explica cómo es que lograron juntar casi 600 multas en un solo día –concluyó furioso y viéndola directo a los ojos.

–Bueno, yo...

–Si me lo permite señor –intervino el zorro –yo puedo explicarle...

–No necesito de tus explicaciones Wilde, es claro que volvieron a retarse uno al otro sobre quien reparte más multas. Ni siquiera la actitud de Hopps de no seguir el consejo del doctor es lo que me molesta. Incluso puedo dejar pasar la multa en la patrulla de Fangmayer. ¿Pero porque, por los cuernos de Gazelle, díganme por qué tenían que multar los autos oficiales de la alcaldesa y sus subordinados?

Dawn quedo perpleja ante tal acusación. Ella no habría hecho tal cosa que hiciera que llamara la atención de Bogo o de cualquier otra autoridad hacia ella. Ella procuraba mantener un bajo perfil por el momento. Fue entonces que su rostro volteo hacia el de su compañero quien tenía una sonrisa dibujada sobre el hocico.

–Ese fui yo –dijo Nick sin tapujos.

– ¡Wilde! ¡Explícate!

–Vera jefe. Ellos también son ciudadanos y según tengo entendido no merecen reglas especiales. Además estaban estacionados en un área para mamíferos pequeños. Qué pensaría usted que le haría a la imagen pública de la comisaria si comenzamos a dar trato preferencial a ciertos mamíferos.

Nick argumentaba de manera coherente mientras que Bogo escuchaba y al parecer su furia iba disminuyendo. Ella solo observaba la escena desenvolverse frente a sus narices esperando lo mejor de la situación.

–Le diré qué, jefe, puede revisar las cámaras de seguridad y si tiene alguna duda de lo que le estoy diciendo o no se merecían esas multas puede suspenderme.

Bogo parecía finalmente comprender lo que el zorro intentaba decirle, aunque su semblante no cambiaba, era claro que su enojo amainaba.

–Está bien Wilde. Desearía que fueras igual de tenaz con tu papeleo –dijo Bogo.

–Gracias jefe, yo también lo aprecio mucho –respondió Nick a lo que Bogo solo bufó en señal de molestia por el comentario.

–Muy bien. Entonces pueden retirarse. Hopps. No creas que te has salvado. Vuelves a desobedecer una orden del departamento y tendrás que repartir multas un mes entero.

–Sí señor –dijo la falsa coneja.

–Retírense ¡Ah! Y manden a Fangmayer y a Delgato por favor. Tengo que hablar con ellos –concluyó con un gruñido mientras salían por la puerta.

–Ups. Creo que tendrán problemas –dijo Nick una vez en el pasillo.

–Nick, eso fue imprudente de tu parte. Como es posible que te arriesgues de esa manera.

–Vamos Zanahorias, ya me conoces. No haría nada que pudiera perjudicarnos. Además era una caravana de 6 vehículos y en serio quería ganarte.

Este canido era un charlatán de primera. Los zorros tenían fama de ser estafadores, aprovechados, timadores y un sinnúmero de conceptos negativos, pero este Nick parecía sobresalir por sobre los otros de su especie. Si no fuera por el desagrado en general que sentía hacia los depredadores tal vez consideraría aprender una o dos cosas de él.

De vuelta a sus labores en la oficina, Nick terminó convenciéndola de echarle una pata para terminar su papeleo. Al final decidió ayudarlo, no sin decirle que solo sería por esa ocasión pues él había pagado por la comida.

El día llegaba a su fin. Ambos se dirigieron hacia la entrada principal donde el jaguar regordete la interrumpió un momento para preguntarle por los boletos a lo que ella asintió.

– ¿Quieres que te lleve a casa Zanahorias?

No había otra cosa que quisiera más que regresar a casa tan rápido como fuera posible y tratar de descansar. Después de todo, ese había sido el primer día del resto de su nueva vida. Pero el simple hecho de pensar que tendría que seguir soportando el estar junto al tedioso mamífero anaranjado la hizo rechazar la oferta

–Te lo agradezco Nick, pero el tráfico a esta hora es probablemente muy pesado y no me gustaría pensar que te retrases por mi culpa.

–Siempre tan considerada. Muy bien Pelusa, te veo mañana.

–Adiós Nick.

Nick se alejó hacia detrás de la comisaria donde se encontraba el estacionamiento mientras que ella se dirigió hacia la estación del tren.

De vuelta en casa, lo primero que hizo fue lanzar el uniforme al suelo y cambiarse a su ropa más casual, una blusa holgada color rosa y unos leggins negros bastante cómodos. Aun no podía creer que todo fuera real. Al fin era libre. Sin embargo, el día aún no terminaba. Tenía que estudiar los aspectos de su nueva vida. Abrió el pequeño closet donde se encontraban las horribles cenas de microondas y preparó una. Tomó su teléfono y comenzó a comer mientras repasaba fotos, mensajes, correos y demás información. Pronto sería como la misma Judy Hopps sin temor a ser descubierta sino hasta que fuera demasiado tarde para detenerla.

La maldición (The curse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora