CAPÍTULO 23: El silencio de los inocentes (Judy en prisión)

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Los nervios la consumían por dentro. En algunas horas tendría que escabullirse al área de visitantes y esperar la señal de Duke para poder realizar una llamada telefónica. Pasó parte de la noche en vela decidiendo a quien debería llamar que pudiera creerle y que confiara en lo que dijese. Después de consultarlo con la almohada la respuesta era más que obvia, solo esperaba poder superar la barrera de la incredulidad para que su plan entrara en marcha.

El día comenzó similar a los días anteriores, la única diferencia siendo que no pudo conciliar el sueño y eso lo denotaba en largos bostezos los cuales llamaron la atención del chef que prefirió mandarla a lavar trastos en lugar de ayudar con la preparación de alimentos, y no fuese a perder una pata por la falta de concentración.

El tiempo seguía su curso y pronto ya era hora del almuerzo, sin embargo aún no había señales de Roedriguez. Más le valía a la astuta comadreja no romper su promesa o estaba segura de que podría pedirle a Mark el rinoceronte un favor para escarmentarlo. Sacudió su cabeza para desvanecer esos oscuros pensamientos de venganza. Tal vez era la falta de sueño lo que la tenía un poco más irritada de lo normal. Fue entonces que sintió venir una migraña al ver al ex alcalde Leonzalez acercarse con la intención de entablar palabras. Sabía que Leodoro buscaba la confrontación, pero en estos momentos no sabía si podría conservar la compostura con el estado en el que se encontraba.

- Vaya, vaya. Si no es la borrega favorita de todos los prisioneros.

- Di a que vienes Leonzalez, y que sea rápido. No tengo tiempo para tus indirectas.

- Oh, parece que alguien se levantó con la pezuña izquierda. Está bien oveja, iré directo al grano. Ya descubrí cuál es el plan que estas tramando.

- Por favor señor alcalde, ilumíneme. ¿Cuál es ese gran plan que vas a evitar que yo lleve a cabo?

- Es simple. Es la comida. Desde que asumiste el puesto comenzaron los problemas.

- A que te refieres –dijo Judy con incredulidad en el rostro.

- Vamos Dawn, no pretendas que por el hecho de engañarme una vez podrás hacerlo nuevamente. ¿Debo desglosarlo parte por parte cuando tú sabes lo que sucede? Está bien, seguiré tu juego con tal de demostrarte que puedo ver a través de ti. Todo es cuestión de echar un vistazo.

La enorme garra de Leonzales señaló hacia las mesas del recinto donde los animales se encontraban ingiriendo sus alimentos. La fila de la cocina era un caos, todos trataban de ser los primeros en servirse. Muchos de los mamíferos que tenían charolas casi repletas no consumían toda la porción y prestando atención hacia una de las esquinas alejadas donde se encontraban los depósitos de basura, pudo observar como algunos incluso arrojaban gran parte de la comida sobrante a los desperdicios.

- La vileza de tu plan es increíble. Sabes bien que la mayoría de los depredadores no pueden digerir los mismos alimentos que ustedes las presas. Sin embargo, decidiste sabotear la comida para que los depredadores eligieran los vegetales por su sabor. Pronto aquellos que no quieran comer lo que es adecuado para ellos comenzaran a sufrir estragos en su salud.

Leonzalez rebosaba de confianza al decirle todo aquello. Judy simplemente no podía creerlo. De forma indirecta había cometido una vez más el error que la acechó durante tanto tiempo. En su afán de convertir la prisión en un lugar mejor estaba segregando a los animales creando caos y de cierta forma enfermando a aquellos que había jurado proteger. Lagrimas comenzaban a formarse dentro de sus parpados al ver que el león tenía razón y que sus intenciones, aunque puras, tenían el potencial de acabar en un enorme desastre. Removió su delantal y bajo de su puesto. Comenzó a alejarse dándole la espalda al ex alcalde.

La maldición (The curse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora