Capitulo 47: Prudente.

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Ahora la veía con claridad, podía ver su hipocresía, sus intenciones siempre ocultas para provocarme, era estúpida, manipuladora y mentirosa. Se hacía la víctima ante los demás, pero yo sabía que ella siempre me provocaba, se me insinuaba y me sonreía con picardía, y después se alejaba de mi tratándome con desden cuando había alguien cerca, siempre al pendiente de todos, menos de mi.

Mis nudillos estaban poniéndose blancos del coraje, la impotencia me hacía enterrar las uñas en las palmas de mis manos, sentía mi rostro caliente, vi el auto de ese imbécil en la entrada de su casa, la vi correr hasta el y abrazarlo como si de verdad sintiera algo por el. Entraron a su casa en la oscuridad de la noche, mientras yo desde las sombras ardía de coraje, quería ir y arrancarles la piel a ambos, a el primero, y a ella hacerla mia antes, como siempre debio ser.

Mi impotencia, mi coraje y mi odio hacia ambos me hizo cometer una imprudencia.

Cuando vi la luz de su recamara encendida a través de lo que sea que puso en la ventana, ardí de coraje, sali de mi auto alquilado apenas unas horas antes, camine sin pensarlo hasta su casa y gire la perilla de la blanca puerta de madera, estaban demasiado apurados por entrar para cerrarla bien, eso me hizo enfurecer aun mas, imaginaba sus cuerpos sudorosos en las sombras, saciando sus ansias uno con el otro como unos perros asquerosos.

Entre empujando la puerta y camine en la casi oscuridad de su casa, choque con algo que golpeo fuertemente mi rodilla, entonces me di cuenta de que ese no era el  momento, corri cojeando un poco hasta la esquina de la casa y me oculte del otro lado de un par de masetas grandes, espere unos segundos y cuando estaba a punto de salir de mi escondite rumbo a mi auto Ian apareció por la puerta que olvide cerrar, asomó su cabeza, y observó a su alrededor con detenimiento, me percate de su desnudez y estuve a punto de sacar mi arma bajo mi pantalón y pegarle un jodido tiro en la frente, vengarme de su disparo en mi brazo y por quitarme a Dashia. Matarlo y terminar con todo lo que había entre ellos, observar la sangre brotar de su cuerpo inerte, y disfrutar viendo el escenario escabroso, pero me contuve, no sería tan fácil, ese no era mi momento. Ian entro a la casa en silencio unos minutos despues, respire profundo.

---¡Idiota, idiota, idiota!--- Golpee mi cabeza con la palma de mi mano.--- Como pudiste ser tan idiota.--- Susurré con coraje para mi mismo.

Camine en silencio a través del asfalto hasta llegar a mi auto.

Solté una carcajada.--- ¡Debes estar muerta de miedo ahí dentro!--- Recordé su rostro el día del centro comercial, como el color abandonaba sus mejillas y su cuerpo comenzaba a temblar. La imagen era divertida en mi cabeza. Observando su ventana desde el otro lado de la calle, la imagine en su habitación temblando de miedo esperando a que ese imbécil llegara por la puerta para arrojarse a sus brazos como una perra.

Minutos después la luz se apagó, entendí que era el momento de irme y que era la opción mas prudente después de la estupidez que acababa de hacer.

Llegue al cuarto donde llevaba meses ocultandome, un cuarto sucio en una vecindad apestosa en el centro de la ciudad, estaba harto de estar ahí encerrado, solo salía de vez en cuando para comprar víveres y para ver a Dashia.

Tome asiento en el sofá viejo que estaba ahí desde que me mude, recordé su cara asustada y reí de nuevo, era divertido, así que decidí que mientras encontraba la oportunidad de hacerla mía, me divertirla un poco con ella.

La mañana siguiente desperté antes de que saliera el sol, fui hasta mi auto y compre unas donas de camino, en una tienda de autoservicio. Conduje hasta la acera de su casa de nuevo y me detuve a un par de cuadras con unos binoculares que compre un día anterior. Su auto seguía ahí, apreté el volante con toda mi fuerza imaginando que era su cuello.

La puerta se abrió y Dashia salio caminando de su mano, sonriente como si acabará de tener la mejor noche de su vida, reían, Dashia restregaba su brazo contra el suyo como una perra en celo.

--- ¡Maldita seas!--- Masculle.

Se besaron en la puerta de su auto, se besaron mientras yo los veía con claridad, el sostenía su cintura y ella su cuello, se aferraba a el como si no quisiera que se fuera de ahí.

--- ¡Hipocrita!

El bello síndrome de estocolmo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora