Capitulo 54: Llevame contigo.

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La velada fue preciosa. Todos en el salón voltearon a verme emocionados cuando cruce la puerta del brazo de Ian. Mayra lucía hermosa, tomada del brazo de Adrián me guiño un ojo, felicitándome en secreto.

La decoración del lugar era sencilla pero elegante. Mamá había arreglado todo, así que era de esperarse, era un lugar pequeño, sin muchos invitados y con una iluminación suave. Un aproximado de diez mesas rodeaban una pequeña pista sencilla y casi improvisada.

--- Me gusta tu vestido.--- Me dijo Ian mientras cruzábamos a nuestra mesa.

Sonreí.--- A mi tu sonrisa.--- Sonrió y lo confirme. --- Gracias por venir.--- Susurré.

---No podía faltar.--- Hizo una pausa.--- Aunque me asustaba un poco que me rechazaras.

--- Sabes que no lo haría.--- Respondí casi por instinto.

--- No sería la primera vez.--- Respondió con cierto atisbo de tristeza en su voz.

Llegamos a la mesa de la estancia y tomamos asiento al lado de mis padres.

Algunos invitados se acercaron para felicitarme. Entre los asistentes, había mas amigos de mis padres que mios, pero estaba Ian, y eso era lo que importaba.

--- ¡Oh cariño!--- Me puse de pie, al ver a mi tía Eusebia acercándose entre la multitud con los brazos extendidos para darme un fuerte abrazo.--- Estoy tan feliz de que ya seas mayor de edad y puedas hacer lo que tu madre no te deja.--- Mamá la recriminó a mi lado.--- Bromeo hermana lo sabes.--- Dijo entre risas y se aparto un poco. Su vista se movió de inmediato a Ian de pie a mi lado, con una sonrisa tímida y nerviosa en los labios.--- Eres mas guapo con la luz del día.--- Le dijo al tiempo que le daba un abrazo.

--- ¿De donde se conocen?--- Preguntó mamá intrigada.

--- Hermana.--- Mi tía la abrazo con efusividad.--- ¿Puedes creerlo? ¡Nos estamos haciendo viejas! Vamos por algo de tomar anda.--- La tomo del brazo y la llevó casi jalando hasta la barra del otro lado del salón.

Voltee a ver a Ian y ambos soltamos una breve carcajada.

Mi padre se puso de pie a nuestro lado.--- Cariño, iré a saludar al señor Sáenz y su esposa. Vuelvo enseguida.--- Nos rodeo y lo vimos perderse entre las mesas.

--- ¿Como van las cosas en tu trabajo?--- Me animé a preguntar.

Se revolvió disimuladamente en su asiento.--- Bien, supongo.

--- ¿Continuaste siguiendome?

Hizo una mueca extraña donde arrugo la nariz y cerro los ojos.--- No... Bueno tal vez... Al principio. Pero después deje de hacerlo.--- Agregó.

Tomó mi mano izquierda entre ambas manos y comenzó a juguetear con mis dedos.--- Hasta que me amonestaron en la oficina.--- Sonrió sin levantar la vista..

--- ¿Te amonestaron?--- Pregunte casi entre risas.

--- Si... bueno, falte algunas veces. Para cuidarte.--- Levantó las cejas en mi dirección. Cuando estuve a punto de replicar con mi cantaleta de siempre, él me interrumpió.--- Se que no necesitas que te cuide. Lo se, pero necesito hacerlo, si no lo hago estoy intranquilo todo el tiempo. Si no te veo, siento que algo me falta.--- Hizo una pausa. Después sonrió.---Si lo piensas no iba a vigilarte por tu seguridad, si no por mi bienestar propio.--- Reímos.--- Se que puedo parecer un poco obsesionado con el tema a veces... Y no tuve oportunidad de pedirte perdón por hacerte sentir débil... Pero si tu supieras... Si tu hubieras visto la mitad de las cosas que yo he visto en este trabajo, entenderías porque me preocupas tanto.

--- Lo entiendo Ian.--- Respondí en un tono apasible.--- Entiendo eso, y aunque no lo parezca lo valoro. Te preocupas tanto por mi. Nunca pensé que alguien fuese capaz de hacer por mi lo que tu haz hecho... Pero quiero que dejes de preocuparte por mi, quiero ser fuerte y enfrentarlo, quiero caminar de tu mano y no tener miedo a que me sueltes, si vivieras con miedo de él como yo... Me entenderías.

El bello síndrome de estocolmo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora