Capitulo 82: Una parte.

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Su cuerpo yace inerte sobre la acera, sus rubios cabellos desacomodados le cubren el rostro pero sé perfectamente que es ella.

--- ¿Dashia?--- La llamo incapaz de despegar mis pies del pavimento.--- ¡Dash, mi amor contéstame!

No se mueve, desde mi posición a un par de metros alcanzo a distinguir el espeso líquido rojo que se esparce por detrás de su espalda, la sangre, su sangre comienza a avanzar en mi dirección, formando un hilo rojo sobre la calle que llega hasta mis pies, a sus espaldas alcanzo a ver a un hombre saliendo de la casa de puertas abiertas, carga un arma y se acerca peligrosamente.

Quiero hablar, pero mis labios están sellados, intento correr a detenerlo pero mis piernas pesan toneladas.

El hombre se acerca al cuerpo inerte de Dashia, la mira con desprecio, levanta su brazo unos grados para apuntar a su cuerpo inmóvil, quita el seguro y dispara.

La mañana siguiente desperté aún en medio de la blanca habitación del hospital, voltee a mi alrededor y mi vista se detuvo en el sofá junto a mi cama, Dashia aún  estaba ahí, durmiendo serena, con el cuello torcido hacia un lado, el cabello desarreglado y su cuerpo cubierto por la manta que le coloque encima durante la noche, se veía hermosa, los rayos del sol apenas amenazaban con aparecer por el cristal de los amplios ventanales a sus espaldas, se revolvió un poco en su asiento y encogió las piernas sobre el sofá café claro, poco después estaba durmiendo de nuevo.

Ella no me entendía, yo no soportaría perderla también, ella era lo más importante que tenía en esta vida y en la siguiente.

David había confiado en mí, yo era quien tenía que cuidarlo, después Samuel, prácticamente puso su vida en mis manos y le falle también, ahora Isaac, había ido conmigo a ese operativo fuera de su responsabilidad, había ido a mi cargo y ahora estaba muerto. No podía permitirme perderla a ella. No a ella.

Le di vueltas al asunto mientras la veía dormir plenamente aun en esa posición, imagine una vida sin ella... Y no me gustó.

No quería, no quería vivir sin ver sus verdes ojos, sin su sonrisa, sin su compañía, sin su presencia. Sin ella.

--- ¿Estás más tranquilo?--- Me preguntó Dashia desde el sofá.

--- Lo estuve pensando... Voy a dejar mi trabajo.--- Dije fingiendo desinterés.

--- No.--- Dijo con seriedad después de unos segundos.

--- ¿No?--- Pregunté con incredulidad y elevando una ceja en su dirección.

--- Eso dije.--- Se inclinó un poco hacia el frente, pero guardo silencio.

--- Es... Lo único que puedo hacer para que estemos juntos.--- Le dije dubitativo.

--- No, también puedes dejar de lado esa estúpida idea de que me dañaras sin quererlo. Ian tú amas tu trabajo.--- Dijo haciendo incapie en lo último.

--- Pero te amo más a ti.

--- Yo no puedo pedirte que hagas algo así por mi.--- Dijo con seriedad.

--- Se que no lo haces, pero quiero hacerlo, para estar tranquilo, tu seguridad me importa lo sabes, siempre lo ha hecho.

--- Y a mi me importas tú.--- Dijo con suavidad, apartó la manta café y se sentó a mi lado en la orilla de la cama, elevó sus piernas y se pego a mi, su aroma era refrescante y dulce.--- Me importa tu plenitud, tu felicidad, que hagas lo que te hace feliz y no sientas ninguna limitante, menos de mi parte.

--- Linda, esto tiene que hacerse así, ¿haz visto los encabezados de los periodicos? Policías son asesinados y asediados a diario en este país. No quiero vivir intranquilo, y si lo que te importa es mi felicidad.--- Tome sus manos tibias entre las mías.--- Tengo que decirte que mi felicidad eres y serás siempre tú.

--- Y tú la mía Ian.--- Hizo una pausa, sus ojos se cristalizaron.--- Pero no quiero a un Ian incompleto.--- Agrego finalmente.

--- Tu me complementas, contigo... No me falta nada.

--- Tal vez ahora lo ves así cariño, Talvez ahora todo luce así de fácil.--- Hizo una pausa.--- Pero en un futuro, te arrepentirás de haber dejado lo que amabas por mi.

--- Jamás me arrepentiría de escogerte a ti por encima de todo.--- Le dije con sinceridad.

--- No pero despues lo meditarás, un día despertarás y lo pensarás y talvez te darás cuenta de que tu vida pudo ser diferente, mejor tal vez.

--- No puedo continuar con un trabajo que me obligué a alejarme de ti por tu bienestar.

--- Y yo no quiero que lo dejes, quiero que confíes en mí y en ti como yo lo hago, quiero que seas feliz y tener a mi lado a un hombre pleno y contento con la vida que escogió y con la mujer que tiene enfrente, no te quiero a medias Ian, no quiero sentir que te falta una parte de lo que te hace tú.--- Me miraba con ternura y acariciaba mi mentón.

La mire a los ojos, la amaba, era preciosa, perfecta y estaba ahí, amandome también. Quería quedarme con ella, perderme en sus verdosos ojos, en sus pupilas dilatadas y hundir mi nariz en sus rubios  cabellos despeinados para quedarme ahí siempre.

--- Dashia, yo dejaría todo por ti,--- le dije mirándola fijamente a su bello rostro, comencé a acariciar su cuello con mi mano izquierda,--- dejaría todo lo que me hace yo para seguir a tu lado, dejaría todo lo que tengo y pueda llegar a tener para verte feliz, contenta, plena. No dudes jamás que eres y serás lo más importante para mí.

--- Y tú para mi.--- Sonrió.--- Y esto es lo que te hace tú, ¿Entiendes porque es tan importante para mí que no lo dejes? No quiero que pierdas tu esencia, lo que te hace feliz, lo que te hace este loco policía atravancado y noble que amo tanto.

Sonreí.--- Será difícil.

--- Lo sé.--- Dijo sonriendo de vuelta.

--- Pero te mantendré a salvo Dashia, te lo prometí una vez. Siempre estaré para cuidarte, aunque puedas cuidarte sola.

Casi soltó una carcajada.--- ¿Siempre?--- Preguntó con su voz tierna, suave y aterciopelada.

--- Siempre.--- Respondí con una sonrisa y la bese en los labios.

Enlace mi mano con la suya y comencé a juguetear con sus pequeños dedos.

--- No quiero que dejes tu trabajo.--- Me reitero minutos después.--- No quiero que hagas nada que pienses que no te hará feliz.

Sonreí.--- De acuerdo.

--- Bien, iré por un médico ahora para que te den el alta, hoy tenemos algo importante que hacer antes de llegar a casa de tu madre.--- Su semblante se tornó sombrío.

Un escalofrío me recorrió la espina dorsal al ver su expresión.--- ¿Qué tenemos que hacer?--- Pregunté un tanto temeroso.

--- Ir al sepulcro de Isaac.

Sentí como la sangre abandonó mi rostro y algo me apretaba el pecho.

--- ¿Es hoy?--- Pregunté de nuevo.

--- Si.--- Respondió y supongo que noto mi expresión porque agrego.--- ¿Te sientes tranquilo como para ir?

--- Si, le debo eso al menos.

--- Iré por el médico.--- Depositó un suave beso en mi frente y salió de la habitación.

Mi mente daba vueltas, no sé si estaba preparado para presenciar su entierro, la culpa me carcomía por dentro, me provocaba un vacío en la boca del estómago y unas ganas horribles de vomitar. Pero si algo sabía era que tenía que estar ahí, era mi deber, acompañar a Isaac al menos en ese momento, no para calmar mi culpa, sino porque eso hacen los amigos, y él me consideraba uno.

El bello síndrome de estocolmo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora