Capitulo 48: Decisiones.

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Lo observe hasta quedarme dormida. Su rostro reflejaba cansancio después de un día tan largo, pero podía notar el esfuerzo en sus ojos por no quedarse dormido.

--- Si me duermo, despiertame--- Me pidió.

--- Claro que no.--- Respondí con voz suave.

--- Hazlo, quiero verte mas.

Ambos nos quedamos dormidos en algún punto.

Desperté la mañana siguiente antes de que saliera el sol.

--- ¿Ian?--- Le susurré.

---Mmmm--- Soltó aun con los ojos cerrados.

--- Tienes que irte.

--- ¿Ahora?--- Abrió solo uno de sus ojos azules.

--- Ahora.--- Sonrei.

Abrió ambos ojos.--- Buenos días.--- Su voz ronca me hizo sonreir.

--- Buenos días ¿Como dormiste?--- Apoye mi cabeza en mi muñeca.

--- Dormi... Bien a pesar de tus ronquidos.

--- Callate.--- Lo golpee en el hombro.--- Vamos levantate, tienes que irte.

--- ¿No me puedo quedar aquí?--- Se tiro dramáticamente sobre la cama y cerró los ojos.

--- Mmm no, creo que no.--- Respondí y me puse de pie. El me imito a pesar de su somnolencia.

--- De acuerdo.--- Dijo después de un breve bostezo.--- ¿Pero te veré en la tarde no? Quiero ver una pelicula.--- Dijo metiendo sus pies en sus botas negras junto a la cama.

Sonrei.--- ¿Iremos al cine?

Su expresión cambio.--- No... Estaba pensando en... Ir a mi casa.--- Se puso de pie y busco su camisa sobre el buró.

Mi corazón dio un vuelco.--- ¿Tu casa?

--- Si estas de acuerdo...--- Dijo nervioso.--- Si prefieres... Podemos ir al cine... O a donde te sientas cómoda.

Sonreí, me acerque a el y rodee su cuello con suavidad.--- ¿Que película veremos?

--- En la tarde decidimos ¿Te parece?

--- Me parece.--- Sonreí.

Termino de vestirse mientras yo lo veía desde la puerta.

---¿Listo?--- Le pregunte con la mano en la perilla.

Sonrió y camino hasta mi, me tomo de la cintura y abrí la puerta.

Cruzamos en silenció la oscuridad de la casa, Ian se detuvo en la sala y tomo dos bolas decorativas que mama tenía en la mesa de centro.

--- Mira esto.--- Me dijo y empezó a hacer una especie de malabares pausados, pasando torpemente las dos bolas entre sus manos lanzándolas en el aire. Su expresión reflejaba el miedo por dejarlas caer, yo no podía dejar de reír, cubriendo mi boca con mi mano.

---¿Que tal eh?--- Susurro cuando dejo las bolas en su lugar y limpio el sudor de su rostro aun rojo.

--- Eres muy malo.--- Reí.

Puso los ojos en blanco.--- Claro que no, te hice reír.

--- Como no iba a reírme de ti.

--- Eres muy ruda.--- Reímos y caminamos hasta la puerta, salimos de la casa entre risas, tomados de la mano.

--- Eres muy malo para todas esas cosas, primero el tiro al blanco y ahora malabares.

--- Oye, gane el tiro al blanco.--- Se quejo.

El bello síndrome de estocolmo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora