Capitulo 91: Mi lugar.

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Cuando la ví salir. Atravesar la entrada de su casa, vestida con ese precioso vestido rojo. Sus cabellos claros recogidos en un moño elegante, sus labios teñidos con un rojo satín que acentuaba el tono de su piel y de sus mejillas rosadas.

Cuando la vi sonreír, apenada por la forma en la que la mire, por la forma en la que mi rostro dibujo una sonrisa al verla. Ahí fue cuando me sentí el hombre más afortunado por haberla conocido, por ser la persona a la que ella le dedicará esa mirada, esa sonrisa.

Algo dentro de mi quería estallar mientras ella caminaba haciendo sonar sus tacones sobre el camino de asfalto hacia mi, sosteniendo un pequeño bolso negro entre sus manos blancas.

---Luces preciosa.--- Atiné a decir cuando salí de mi asombro ante su belleza.--- Y lindo vestido.

Sonrió divinamente.--- Gracias, fue un regalo.--- Hizo una pausa, mientras me lanzaba una de esas miradas propias de las chicas, que hacen que todo por dentro se remueva en un remolino interno gigante.--- ¿Que pasa con tu smoking? --- Dijo al ver mi traje negro de Cachemira.

La observé unos segundo y no pude resistirme a jalarla hacia mi, metí mi brazo entre el suyo y su cintura y la atraje con rapidez. Acaricie su rostro con la yema de mis dedos y la besé.

--- ¿Estás lista?--- Le pregunté.

--- Si cariño, ¿a dónde vas a llevarme que luces tan elegante?

--- Voy a llevarte a cenar y bailar canciones lentas.

--- ¿Canciones lentas?--- Dijo entre risas.

--- Si, ya sabes de esos bailes de salón, elegantes y suaves.

--- Yo no se bailar eso.--- Dijo sonrojada.

---¿Que importa? Yo tampoco.--- Mentí pero ella río.

A decir verdad sabía un poco, mi madre solía llevarnos con ella a David y a mi a clases de baile para tener pareja. David siempre le decía a mamá estar cansado y fingía dolor o alguna lesión, pero a mí me decía a modo de intento de convencimiento que a me servirían más algún día, que él jamás iría a bailar música de salón.

Cuando detuve el auto frente a la orilla de la playa, Dashia me dirigió una mirada de confusión.

--- Pensé que iríamos a cenar.--- Dijo cuando le extendí mi mano para ayudarla a bajar del coche.

--- Eso haremos linda.--- le dije sonriendo satisfecho.

Enrosque su mano alrededor de mi brazo y la guíe hasta el camino de madera que nos dirigía hasta una mesa bien iluminada a la orilla de la playa.

--- ¡¿Hiciste esto?! ¡Es increíble!--- Grito emocionada cuando vio el bello escenario.

El camino de madera , llevaba a un pequeño espacio cubierto con cortinas blancas, una mesa para dos a un lado, y una pequeña pista enseguida, decorados con flores blancas y pequeñas luces alrededor.

A un lado del sendero esperaban dos meseros, con una pequeña mesa que sostenía el banquete que había pedido para Dashia y para mí.

Sus tacones sonaban con fuerza en el sendero de madera.

--- No, aquí estaba.--- Dije sonriendo.

Esperaba que ella recordara nuestra primera cita, cuando bailamos a la orilla de esa misma playa.

Aparté la silla para ella y tomó asiento con elegancia, me senté frente a ella y la vi sonreír divinamente unos segundos, completamente convencido de que la suya, era la única sonrisa que podría pasar el resto de mi vida admirando.

El bello síndrome de estocolmo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora