Capitulo 90: Cómplice.

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El día siguiente desperté temprano, estaba muy emocionada, quería ver a Ian y contarle todo lo que había sucedido.

En casa todo fue normal, hice algunos deberes y arregle alguna papelería de unos trámites de la academia, mis padres estuvieron un poco serios durante el desayuno, pero no le di demasiada atención.

Mi celular vibro en la mesita de noche y recibí un mensaje de Ian.

<<Paso por ti en la noche, quiero llevarte a un lugar. Te envié algo, llega en un par de horas, espero te guste>>

<<Algo? Qué es?>> Le pregunté en otro texto, pero no respondió.

--- ¡Mamá! ¿Va a llegar un paquete que envió Ian, podrías avisarme cuando llegue?--- Le pedí a mi madre con emoción.

Espere impaciente asomándome cada cuánto para revisar si el esperado paquete había llegado.

Un par de horas después, al ver que el paquete no llegaba y se hacía tarde para mi cita con Ian me di una ducha caliente, cuando salí de la regadera me dirigí a mi armario en busca de algo decente que vestir, pero al igual que siempre que tenía alguna cita con él no podía decidirme por nada que usar, todo mi clóset me parecia muy sencillo, muy básico, todo era ropa que ya había usado antes en alguna salida con él, todo parecía poco, mientras me encontraba ante esta disyuntiva, el timbre de la entrada sonó, mi madre abrió la puerta mientras yo bajaba apresurada la escalinata y me acomodaba a su lado.

--- La señorita... ¿Dashia Scott?--- Pronunció mal mi nombre pero era algo a lo que estaba acostumbrada y debido a la emoción del paquete lo pase por alto.

--- Si, soy yo, ¿dónde firmo?

Puso delante de mí una tabla con un par de hojas dónde firme de recibido, depósito una caja pesada y de color rosa pastel en mis manos y se dio media vuelta dirigiéndose a la motocicleta sobre el asfalto.

Corrí escaleras arriba a mi recámara impaciente. Deje la caja con cuidado sobre la cama y comencé a romper en bello envoltorio.

--- Para que lo uses esta noche, de verdad parecías una princesa.--- se leía en una nota escrita con letra de molde que estaba pegada sobre la envoltura.

No podía creer lo que Ian había enviado en aquella caja hasta la puerta de mi casa, era el vestido rojo, el mismo vestido rojo que me medí un día antes en el centro comercial. Saque el vestido de la caja en un movimiento y lo extendí sobre mi figura, corrí al espejo de cuerpo completo que tenía en una esquina junto a la ventana, me emocioné tanto que mis ojos se llenaron de lágrimas.

Mi teléfono sonó de algún lugar bajo el montón de ropa que yacía sobre mi cama. Corrí hasta el sin soltar el vestido.

--- ¿Te gustó tu sorpresa?

--- ¿Cómo...?--- No pude terminar de fórmular la pregunta.

--- Digamos que tuve una cómplice...

--- ¡Me encanta!--- no pude evitar soltar un gritito de emoción.

--- Ya quiero verte con el puesto.---Dijo y casi lo sentí sonreír.

---- ¿Y sin el?--- Cuestione con picardía levantando las cejas en un gesto involuntario.

--- ¡He creado un monstruo!--- Ambos reímos--- Paso por ti en una hora.

--- Espera, si me compraste este vestido tan elegante, ¿A donde vas a llevarme?

--- Es sorpresa, vístete y arreglate linda, pasó por ti en una hora.--- Dijo y colgó.

Pegue un salto de la cama y en un segundo estaba frente al espejo decidiendo como maquillarme para mí cita con Ian.

---¡Hola nena!--- Mayra grito un salto que me sobresalto mientras cruzaba con total descaro mi habitación.

--- Claro, pasa.--- Dije entre risas.

--- Supuse que me necesitabas--- hizó una pausa para depositar un tierno beso en mi mejilla.--- así que como la excelente amiga que soy, he venido a ayudarte.

--- Todo está muy raro hoy. El vestido rojo, el precioso vestido rojo... Espera.--- mi mente viajo un momento a las palabras de Ian hacía unos minutos tuve una cómplice--- ¡TÚ!--- sentía como mis ojos querían saltar de mis cuencas, viéndola con asombro.

--- Cállate, siéntate, voy a arreglarte.--- Dijo y me tomo por lo hombros sacuendiendo mi existencia con lentitud.

La mire unos segundos, sus ojos cafés lucían emocionados, brillaban y ella sonreía. Me di cuenta entonces de que estaba contenta, me di cuenta de que estaba emocionada por algo que estaba pasándome a mi, Mayra era de esas amigas capaces de dejar a un lado sus problemas por un momento, que podían hacer que lo demás pareciera igual o más importante, capaz de hacerte sentir que no estabas sola que podían escucharte en los momentos duros y emocionarse por ti en los buenos. Sentir las mismas ganas de saltar de emoción que tú cuando algo bueno te sucedía.

Sin más la tomé también y la abracé.

--- Te quiero mucho May.--- Le dije en el abrazo.--- Gracias por nunca dejarme sola.

--- Yo también te quiero.--- Me dijo mientras me abrazaba con fuerza también.--- Estoy muy feliz por ti y muy orgullosa también.--- Hizo una pausa.--- Ahora siéntate, te voy a dejar chulisima.

El bello síndrome de estocolmo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora