Capítulo 67: Espacio y vacío.

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--- Perdoname por favor.--- Sostenía mi rostro entre sus manos.--- Fue tu culpa mi amor, a veces...--- Hizo una pausa y se puso de pie, se dio la vuelta y llevo sus manos a su rostro.--- A veces eres muy desesperante. Yo no quería hacerte daño, sólo quería que te callaras. ¿Lo entiendes?

Me sentía débil, a dolorida y sobre todo me sentía vulnerable. Trataba de no pensar en lo que sería mi vida si no salía de ahí.

Evadi su mirada perdiendome en algún punto tras él para no mirar su cara.

--- ¿Qué haces? ¿Por qué no me miras?--- tomó mi mentón entre sus dedos con fuerza, haciendo que mis mejillas dolieran y giró mi rostro al suyo. Evite su rostro de nuevo.--- ¡¿Por qué no estas mirandome?!--- Gritó.

Entonces lo mire a los ojos, llenos de furia y un atisbo de locura, lo mire con odio, con mi expresión sería.--- Por mas tiempo que me tengas aquí encerrada, por mas que me golpees y me obligues a sentir algo por ti, solo logras que te odie más.--- Arrugó la nariz y apretó los labios.--- Logras que me des mas asco y que piense mas en Ian y en el momento que venga por mi. Porque él va a venir por mi ¿Lo entiendes?

Entonces rió de nuevo.--- Te lo dije, él no vendrá, no vendrá porque ya lo libre de ti... No puedo creer que seas tan estúpida.--- Dijo carcajeandose.--- Su trabajo término, porque ahora te tengo yo... Y si viene por ti será por su trabajo también... Además tu debes preferir que él no venga. Porque si lo hace.--- Se acercó de nuevo a mi con una expresión seria.--- Si él viene por ti voy a matarlo frente a ti. Y será tu culpa.

No respondí, sentí mi mentón librarse de su fuerte agarre. Se giro y saco su celular del bolsillo de sus vaqueros.

--- Necesito irme hoy.--- Hizo una pausa.--- ¿Y qué voy a hacer yo con él?--- Inmediatamente pensé en Ian ¿Ellos lo tenían?--- ¿Y después? ¿Vas a matarlo?--- Temble solo de pensarlo.--- Esta bien, traelo. De acuerdo.--- Colgó.

Giró hacia mi y sonrió malevolamente.--- Tal parece que tendrás compañía, alguien va a venir con nosotros, lo sacaremos de la ciudad contigo y después lo mataremos en las afueras.

--- ¿Quién es?--- Pregunte con la voz temblorosa.

Sonrio.--- Ya lo sabrás.

Las horas pasaban con lentitud en el reloj sobre la pared frente a mi. Me sentía cansada y cada parte de mi dolía, pero aunque intentara dormir era imposible conciliar el sueño.

La cama era dura, mis manos marcadas con la soga dolían a sobremanera, tenía mucho frío y parecía que estaba a punto de enfermar, me sentía débil.

Observaba a Kenny sentado en una silla frente a mi viendo la televisión a un nivel muy alto, reía de vez en cuando por cosas que yo no entendía, mi mente no estaba ahí ni en ningún lado, mi mente solo exploraba el espacio, el vacío, iba y venía a pensamiento pasados y futuros, cualquier cosa que me sacara del presente. Pero inmediatamente volvía al lugar donde estaba mi cuerpo. En esa habitación fría, sobre esa cama dura y en ese cuerpo adolorido.

Pensaba en todo y en nada al mismo tiempo, pensaba en mi... En que iba a pasar conmigo y que podía hacer para salir de ahí. Pero ninguno de mis pensamientos llegaban a terminar. Mi cerebro parecía bloqueado por una oscura nube, donde cada pensamiento era reemplazado por otro que bien podía ser mejor o peor.

No era dueña de mi misma, no podía controlar el dolor de mi cuerpo, no podía controlar mis pensamientos, ni su dirección, no podía controlar las lágrimas en mi rostro. Me era imposible controlar mi libertad. ¿Entonces que era? ¿Era incapaz? ¿Era inútil? ¿Era inconsciente? No era nada. Solo era un objeto, un recipiente, me había convertido en una cosa cuyo destino era manejado por todos menos por mi misma.

Kenny tenía razón, era inútil, incapaz de cuidarme siquiera a mi misma.

Yo lo sabía. Lo sabía desde antes, se lo dije a Ian aquella noche, que me sentía débil a su lado, y ahora descubría que lo era, yo no era nada sin él.

Por la ventana de la habitación sobre mi cabeza entraba luz opaca, supuse que era de noche.

Kenny recibió una llamada en su celular, pero no puse atención a sus palabras. Se puso de pie y se dirigió a mi, tomo un pañuelo de la pequeña mesa de noche a mi lado y lo puso sobre mi boca, lo amarro en mi nuca y no me resistí. Se dirigió a la puerta y la cerro tras él.

Mi mente reaccionó, me incorpore y me apoye en la pared para ponerme de pie. Pero antes de que pudiera intentar cualquier cosa, escuche la puerta y me coloque en mi posición anterior. Kenny volvió, tras él venían dos hombres, uno de ellos amarrado con las manos a su espalda, me pareció reconocer su andar aunque torpe, pero su rostro estaba cubierto por una bolsa de tela.

Kenny lo arrojo con fuerza a mi lado sobre la cama dura y este emitió un quejido ahogado. ¿Era posible que fuera Ian? ¿Era Ian? Mi mente estaba demasiado confundida para buscar alguna pista de que fuera él.

Kenny se agachó y descubrió su rostro. Entonces lo vi, y aunque su rostro parecía un poco desfigurado por los golpes, lo reconocí de inmediato, ¿Como no iba a hacerlo?

El bello síndrome de estocolmo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora