Capítulo 26: Inseguridad.

2.1K 180 2
                                    

--- Queremos que vayas con un médico.--- Dijo mi madre con nerviosismo.

--- La cita es en una semana para revisar mi pierna ¿No?

--- No cariño, queremos llevarte con un especialista, un psicólogo.

---¿Porqué?

--- Para que puedas desahogarte de todo lo que paso, nosotros también queremos ir a tomar terapia.--- Mamá y papá estaban sentados en el sofá frente a mi, tomados de las manos y parecían nerviosos.

--- Yo... No hace falta. Estoy bien.--- Dije tratando de sonar convincente.

--- Tal vez no te des cuenta, o tal vez los estragos  empiecen después.--- Dijo mamá en un tono apacible.

--- Me siento bien mamá. No me hace falta ningún psicólogo.

--- No debes guardarte todo lo que paso cariño, no haz contado todo y no tienes que hacerlo si no quieres pero no estas sola, debes... Platicarlo con alguien.

--- Estoy bien. Si en algún momento necesitó hablarlo con alguien les diré. ¿De acuerdo?

--- De acuerdo.--- Asintieron ambos aunque con poca convicción.

--- Bueno cariño yo tengo que irme, tengo cita en el banco.--- Dijo papá poniéndose de pie, mamá también lo hizo.--- Te veré mas tarde princesa.--- Me dio un beso en la mejilla y ambos se dirigieron a la puerta.

Mamá volvió segundos después y se sentó a mi lado.--- ¿Que quieres hacer hoy cariño? ¿Vamos de compras?

--- No, tal vez mañana, ahora quiero ir al jardín, ¿Me ayudas?

--- Claro.--- Se puso de pie a mi lado y me extendió su brazo, lo tome y me puse de pie, fui cojeando hasta el patio de su mano. Me senté en la silla del jardín en silencio. --- ¿Quieres que me quede contigo?

--- Estoy bien mamá. Gracias.--- Se dio la vuelta y entró a la casa.

Me quede ahí sentada bajo los rayos del sol pensando en todo y en nada, viendo las plantas que mamá tanto cuidaba un poco marchitas, me di un tiempo esta vez para pensar en como me sentía.

Me sentía vacía, aun sabiendo que debía estar agradecida, fui afortunada, salí con vida y estaba en casa con mis padres, pero no me sentía así, no me sentía afortunada, sentía que no había terminado y que nunca lo haría, que el sentimiento de inseguridad se había quedado plasmado para siempre dentro de mi, no me sentía segura en ningún lado. Mis sueños me hacían sentir mas terror que descanso, las marcas de mi cuerpo me recordaban cada momento. Tal vez era cierto que necesitaba ayuda, pero no podía admitirlo frente a mis padres, ya se habían preocupado suficiente por mi.

El bello síndrome de estocolmo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora