Capítulo 8

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Dos semanas después....

Laura miró con anhelo la caravana de Pablo. Dos semanas antes la había considerado repugnante, pero ahora le parecía el lugar más acogedor del mundo. Se recordó a sí misma que si había sobrellevado su castigo ésas dos semanas sin rendirse,también podía sobrevivir a eso. El sudor le cubría el hueco de la garganta y los brazos. Tenía la cara congestionada y los pechos mojados. Nunca había sentido tantísimo calor.  Quiso desnudarse por completo y meterse en una piscina de agua helada. Tenía un calor insoportable.

—Aquí estás.

Laura volvió la cabeza y vio que Pablo se acercaba a ella. La miró de arriba abajo y se quedó helada bajo el impacto de esos ojos fríos e impersonales.

—Aún te queda algo de tiempo libre antes de la función —dijo. —¿Por qué no vas a ducharte y luego cenamos algo?
 
—¿La función?

—Ya sabes que es parte de tu trabajo.

—Pero no esta noche. Es imposible que pueda hacer nada esta noche ¡Mírame!

Mientras la observaba, Pablo casi se rindió. La parte más decente de sí mismo le exigía que la dejara en paz por esa noche. Estaba pálida debido al agotamiento y tan sucia que era imposible reconocerla. El único rastro de cosméticos en su cara era la mancha de rímel bajo los ojos. Su pequeña boca tenía un gesto de tristeza y Pablo pensó que nunca había estado en presencia de alguien que estuviera tan a punto de quebrarse. Sintió una renuente chispa de admiración ante el hecho de que ella estuviera todavía en pie. Por la forma que había manejado la situación supo lo difícil que le había resultado todo aquello. La joven lo había dejado sorprendido. Por desgracia, aquella pequeña rebelión sólo había prolongado lo inevitable. ¿Por qué no se rendía? No sabía de dónde había sacado las fuerzas para llegar hasta
allí, pero sí que acabaría por ceder, y se negaba a torturarla más. Luchó contra esa debilidad interior que lo impulsaba a ablandarse, sabiendo que sería una crueldad presionarla. Pero tenía que hacerlo si quería que Laura aceptara la verdad.

—El concierto iniciará a las 7:00pm. Saldrás con Blush.

—Pero...

Se fijó en que ella tenía un corte en la palma de la mano y se la agarró con rapidez para examinarla.

—¿Cuánto hace que te vacunaste del tétanos?

Lo miró sin comprender.

—La vacuna del tétanos. Por la infección.

Ella parpadeó; estaba tan agotada que él tuvo que resistir el deseo de tomarla en brazos y llevarla a la caravana. Pablo no quiso pensar lo que sería sentir ese menudo y suave cuerpo entre sus brazos.

—¿Cuándo te has vacunado del tétanos? —repitió el bruscamente.
 
Ella se miró el corte.

—El año pasado.

—Échate un poco de antiséptico —le espetó— y procura estar lista a tiempo para el concierto.

Mientras la miraba, el semblante de Pablo se endureció todavía más. Siempre se había sentido orgulloso de su sentido de la justicia, pero ella lo hacía sentir como un matón malhumorado. Otro punto más en contra de ella.

Laura sobrevivió al concierto, básicamente porque el cansancio la había entumecido de tal manera que no le dio vergüenza aparecer en público vestida con un minúsculo conjunto. Se había obligado a ducharse, algo que le había resultado muy doloroso por los arañazos que le cubrían los brazos. Se lavó y secó el pelo y se maquilló más de lo habitual
siguiendo las instrucciones de Pablo. A mitad del concierto Laura se quedó dormida en la caravana con un sándwich de mantequilla de cacahuete en la mano. Si Sarah no la hubiera despertado se habría perdido el final del concierto.

Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora