Capítulo 27

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Un rato después, cuando Laura estaba en el cuarto de baño aplicándose el maquillaje para la función, la sensación de bienestar se evaporó. No importaba lo que ella quisiera creer, no habría verdadera intimidad entre ellos si Pablo guardaba tantos secretos.

—¿Quieres tomar un café antes de que salgamos a mojarnos? —gritó él.

Laura guardó el lápiz de labios y salió del cuarto de baño. Pablo estaba apoyado en el mostrador con sólo los pantalones y una toalla amarilla colgando del cuello. Ella metió las manos en los bolsillos del albornoz.

—Lo que quiero es que te sientes y me digas a qué te dedicas cuando no viajas con el Overworld.

—¿Ya estamos con eso otra vez?

—Más bien seguimos con ello. Ya basta, Pablo. Quiero saberlo.

—Si es por lo que acabo de hacer...
 
—Eso ha sido una tontería. Pero no quiero más misterios. Si no eres médico ni veterinario, dime, ¿qué tipo de doctor eres?

—Puede que sea dentista.

Pablo parecía tan esperanzado que Laura casi sonrió.

—No eres dentista. Ni siquiera utilizas la seda dental todos los días.

—Sí que lo hago.

—Mentiroso, como mucho cada dos días. Y, definitivamente, no eres psiquiatra, aunque estás neurótico perdido.

Él agarró la taza de café del mostrador y se quedó mirando el contenido.

—Soy profesor universitario, Laura.

—¿Que eres qué?

Pablo la miró.

—Soy profesor de historia del arte en una pequeña universidad privada de Connecticut. Ahora mismo he tomado una excedencia.

Laura se había imaginado muchas cosas, pero no ésa. Aunque, si lo pensaba bien, tampoco debería asombrarse tanto. Él había dejado caer pistas sutiles. Recordó que Victoria le había dicho que Pablo la había llevado a una exposición y le había comentado los cuadros. Y había muchas revistas de arte en la caravana, aunque ella había pensado que se las habían dejado los anteriores inquilinos. Además, estaban las numerosas referencias que Pablo había hecho a pinturas famosas. Se acercó a él.

—¿Y por qué tanto misterio?

Pablo se encogió de hombros y tomó un sorbo de café.

—A ver si lo adivino. Es por el mismo motivo por el que usamos esta caravana, ¿no? ¿La misma razón por la que escogiste vivir en el Overworld en vez de otro sitio? Sabías que estaría más cómoda con un profesor universitario que con Pablo el cosaco, y no querías que estuviese a gusto.

—Quería que te dieras cuenta de lo diferentes que somos. Trabajo en un festival de música, Laura. Pablo el Cosaco es una parte muy importante de mi vida.

—Pero también eres profesor universitario.

—En una universidad pequeña.

Laura recordó la raída camiseta universitaria que a veces se ponía ella para dormir.

—¿Estudiaste en la Universidad de Carolina del Norte?

—Hice prácticas allí, pero me licencié y doctoré en la Universidad de Nueva York.

—Me cuesta imaginarlo.

Pablo le rozó la barbilla con el pulgar.

—Esto no cambia nada. Todavía diluvia, tenemos una función que hacer y estás tan hermosa cara de ángel que lo único que quiero es quitarte el albornoz y volver a jugar a los médicos.

Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora