Capítulo 28

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Durante los meses de junio y julio, el Overworld Rock Festival pasó el ecuador de la gira mientras se dirigía hacia el oeste a través de pueblos de Pensilvania y Ohio. Algunas veces seguían el curso de un río: Allegheny, Monongahela, Hocking, Scioto y Maumee. Actuaron en pueblos pequeños que habían sido olvidados por los festivales grandes, pueblos mineros con las minas cerradas, pueblos con molinos abandonados, pueblos con fábricas clausuradas. Los festivales más famosos podían haber olvidado a la gente común de Pensilvania y Ohio, pero el Overworld la recordaba y la función continuaba.
La primera semana de agosto, el circo llegó a Indiana y Laura nunca había sido más feliz en su vida. Cada día era una aventura. Se sentía como si fuera una persona diferente: fuerte, confiada y capaz de defenderse por sí misma. Desde que actuaba con Pablo se había ganado el respeto de los demás y ya no la trataban como a una paria. Las showgirls intercambiaban chismes con ella y los guitarristas le pedían opinión sobre los solos nuevos. Alex la buscaba para hablar de política y la ayudaba a mejorar el tono muscular con las pesas. Y Victoria pasaba un rato con ella todos los días salvo que estuviera Pablo cerca.

—¿Has estudiado psicología? —le preguntó Victoria una tarde a principios de agosto cuando estaban almorzando en el McDonald's de un pueblo donde estaban actuando, al
este de Indiana.

—Durante unos meses. Tuve que abandonar el colegio antes de terminar el curso. —Laura tomo una papa frita, la mordisqueó y luego la dejó donde estaba. La comida frita no le sentaba bien últimamente. Se puso la mano sobre el vientre y se obligó a concentrarse en lo que Victoria decía.

—Creo que estudiaré psicología. Lo digo porque, después de todo lo que he pasado, creo que podría ayudar a bastantes niños.

—Seguro que sí.

Victoria parecía preocupada, algo raro en ella. Sin embargo, la menuda adolescente se mostraba animada cuando estaba con ella. Aunque Laura sabía que el tema de la pistola le pesaba en la conciencia, la joven jamás lo había mencionado.

—¿Te ha dicho Pablo algo de...? ¿Se ha reído de lo tonta que fui y todo eso?

—No, Victoria. Te aseguro que ni siquiera ha vuelto a pensar en ello.

—Cada vez que me acuerdo de lo que hice me muero de vergüenza.

—Pablo está acostumbrado a que las mujeres se le echen encima. Si te digo la verdad, no creo que se acuerde siquiera.

—¿De veras? Creo que sólo lo dices para que me sienta mejor.

—Le caes genial, Victoria. Y te aseguro que no cree que seas tonta.

—Parecías muy enojada cuando nos encontraste juntos.

Laura contuvo una sonrisa.

—No es muy agradable para una mujer mayor ver como una chica va detrás de su hombre.

Victoria asintió con aire de entendida.

—Sí. Pero, Laura, no creo que Pablo le echara un polvo a nadie que no fueras tú. Te lo juro. Les he oído comentar a Sarah y a Madeline que ni siquiera las mira cuando toman el sol en biquini. Creo que les jode mucho.

—Victoria...

—Lo siento, les fastidia mucho.—Desmigó distraídamente la corteza del pan. —¿Puedo preguntarte una cosa? Es sobre... bueno..., sobre cuando se mantienen relaciones sexuales y todo eso. Lo que quiero decir es, ¿no se siente vergüenza?

Laura se dio cuenta de que Victoria se había estado mordiendo las uñas y supo que no era porque le preocupara el tema del sexo, sino porque sentía remordimientos de conciencia.

Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora