Capítulo 44

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Savannah se tomó su tiempo para contestar, jugando con ella al gato y al ratón para demostrar su poder.

—Misha ha salido rumbo a su nuevo hogar. Los caballos takhi son animales muy valiosos, ¿lo sabías? Incluso los más viejos. —Se sentó en la primera fila de asientos y cruzó las piernas en una postura que parecía demasiado estudiada. —Ni siquiera yo sabía lo que ciertas personas pueden llegar a pagar por ellos.

—¿De qué personas hablas? —inquirió Pablo, deteniéndose junto a Laura. —¿Quién lo ha comprado?

—Por ahora nadie. El caballero en cuestión no lo recogerá hasta mañana por la mañana.

—Entonces, ¿dónde está?

—Está a salvo. Trey está con él.

A Pablo se le acabó la paciencia.
 
—¡Déjate de rodeos! ¿A quién vas a vendérselo?

—Había varias personas interesadas, pero Rex Webley ofreció el mejor precio.

—Jesús. —La expresión de la cara de Pablo hizo que Laura se estremeciera de inquietud.
 
—¿Quién es Rex Webley? —preguntó.

—No digas ni una sola palabra Savannah, esto es algo entre tú y yo —intervino Pablo, antes de que ella pudiera contestar.

Savannah le dirigió una mirada condescendiente antes de volverse hacia Laura.

—Webley tiene un coto de caza ilegal en Texas.

Laura no lo entendió.

—¿Un coto de caza ilegal?

—Hay gente que le paga a Webley para ir a cazar ciertos animales allí —dijo Alex con disgusto.

Laura pasó la mirada de Savannah a Alex.

—¿Para cazarlos? Pero nadie puede cazar caballos takhi. Son una especie en peligro de extinción.

Savannah se levantó y subió en la pista con decisión.

—Eso hace que sean más valorados por los hombres ricos que ya están aburridos de cazar piezas comunes y a los que les importa un comino la ley.

—¿Has vendido a Misha para que la cacen y lo maten? —dijo Laura con voz horrorizada cuando por fin comprendió lo que Savannah le estaba diciendo. Un montón de imágenes horribles cruzó por su cabeza.

Misha no tenía el temor que un caballo normal siente hacia la gente. No se daría cuenta de que esos hombres querían lastimarle. En su mente vio su cuerpo abatido por las balas. La vio sobre la tierra con su pelaje blanco manchado de sangre. Se acercó rápidamente a Savannah.

—¡No te lo permitiré! Te denunciaré a las autoridades. Te detendrán.

—No, no lo harán —repuso Savannah. —No es ilegal vender un caballo. Webley me ha dicho que su intención es exhibir a Misha en su rancho de caza. Eso no va contra la ley.

—Sólo que no va a exhibirlo, ¿verdad? Lo va a matar. —Laura se sintió mareada. —Iré a las autoridades. Lo haré. Detendrán todo esto.

—Lo dudo —dijo Savannah. —Webley lleva años sorteando la ley. Tendrías que tener un testigo que jurara que vio cómo lo mataban, lo que no ocurrirá ni en sueños. Y en cualquier caso, sería demasiado tarde para hacer nada, ¿no?
 
Laura nunca había odiado tanto a otro ser humano.

—¿Cómo puedes hacer esto? Si tanto me odias, ¿por qué no me haces daño a mí? ¿Por qué tienes que tomarla con Misha?

Pablo entró en la pista y se enfrentó a Savannah.

—Te pagaré el doble que Webley —ofreció.

—Esta vez no conseguirás nada con tu dinero, Pablo. No comprarás a Misha. Puse una condición cuando apalabré la venta.

—¿Por qué haces esto? —preguntó él.

—La gente de Webley no recogerá a Misha hasta el amanecer. —La expresión de Savannah se volvió astuta. —Será entonces cuando firme los papeles, pero siempre puedo cambiar de idea.

—Ah, así que llegamos al meollo del asunto, ¿verdad, Savannah? —susurró Pablo con voz apenas audible.

Savannah miró a Laura, que todavía estaba fuera del escenario al lado de Alex.

—Eso te gustaría, ¿verdad, Laura? Que detuviera todo esto. Puedo hacerlo, ya lo sabes. Con una simple llamada telefónica.

—Claro que puedes —siseó Pablo. —¿Qué tengo que hacer para que hagas esa llamada?

Savannah se volvió hacia él y fue como si Alex y Laura hubieran dejado de existir, quedando sólo ellos dos frente a frente en medio de la pista; algo para lo que ambos habían nacido. Savannah acortó la distancia que había entre ellos moviéndose sinuosamente, casi como una amante, pero no existía ni pizca de amor entre ellos.

—Ya sabes lo que tienes que hacer.

—Dímelo de todas maneras.

Savannah se giró hacia Laura y Alex.

—Dejenos solos. Esto es entre Pablo y yo.

—¡Esto es una locura! Eso es lo que es. ¡Si hubiera sabido lo que estabas maquinando, juro por Dios que te hubiera sacudido hasta que olvidaras tal estupidez! —explotó Alex.

Savannah ni siquiera se inmutó ante aquel arrebato de ira.

—Si Laura y tú no se van de aquí, será el final del caballo.

—Marchense —dijo Pablo. —Hagan lo que dice.

Alex se volvió hacia él.

—No dejes que te corte las pelotas. Lo intentará, pero no dejes que llegue a ese extremo—dijo con amargura. Parecía como si hubiese perdido la fe en todo lo que creía.

—Lo intentaré —repuso Pablo suavemente.

Laura le dirigió una mirada suplicante, pero él estaba concentrado en Savannah y no se dio cuenta.

—Venga, Laura. Vámonos de aquí. —Alex le pasó el brazo por los hombros y la llevó hacia la puerta trasera. Tras tantos meses aprendiendo a luchar, Laura intentó resistirse, pero sabía que Pablo era la única esperanza de Misha.

Una vez fuera, respiró hondo. Era una noche fría y comenzaron a castañetearle los dientes.

—Lo siento, Laura. No pensé que llegaría tan lejos —susurró Alex, abrazándola.

Dentro se oyó la desdeñosa voz de Pablo sólo un poco amortiguada por la lona de la carpa.
 
—Eres una mujer de negocios, Savannah. Si me vendes a Misha te compensaré generosamente. Todo lo que tienes que hacer es poner el precio.

Fue como si Alex y Laura hubieran echado raíces en ese lugar; sabían que debían irse pero eran incapaces de hacerlo. Luego Alex tomó a Laura de la mano y la hizo atravesar las sombras hasta la parte trasera, donde no podían ser vistos pero tenían una vista parcial de la pista central.

Laura vio cómo Savannah acariciaba el brazo de Pablo.

—No es tu dinero lo que quiero. Ya deberías saberlo. Lo que quiero es doblegar tu orgullo.

Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora