Capítulo 38

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El hombre pareció derrumbarse. Se le doblaron las rodillas y se hundió en la silla que tenía más cerca.

—¿No lo entiendes? Era mi deber.

—¿Tu deber? Debí suponer que lo verías así. No puedo creer que haya sido tan estúpido. Siempre he sabido lo obsesionado que estás con la historia de mi familia, pero nunca se me ocurrió que pudieras hacer algo así. —La amargura le revolvió el estómago. Desde el principio, Laura y él no habían sido más que títeres de Costas.

—¿Y qué? Por Dios, deberías agradecérmelo. —Costas se levantó de un salto de la silla.

-¿Agradecertelo? Vendiste tu hija al diablo, te importo muy poco lo que Laura sintiera, la viste tan desesperada en su situación económica que no te importo el infierno que viviría conmigo con tal de satisfacer tu estupida obsesión con mi linaje.

Costas apuntó a Pablo con un dedo tembloroso.

—Para ser historiador, no respetas tu linaje. ¡Eres bisnieto del zar!

—Soy un Minor. Eso es lo único que significa algo para mí.

—Una panda de vagabundos. Vagabundos, ¿me oyes? Eres un Romanov y tu deber era tener un hijo. Pero no querías ser padre, ¿verdad?
 
—¡Ésa era una decisión mía, no tuya!

—Esto es mucho más importante que un capricho egoísta.

—Cuando Laura me dijo que estaba embarazada pensé que lo había hecho a propósito. ¡La acusé de haberme mentido, bastardo!

Costas hizo una mueca y la justa indignación de Pablo perdió fuelle.

—Pablo, míralo desde mi punto de vista. Sólo disponía de seis meses y tenía que aprovecharlos. No podía esperar que llegaras a enamorarte de ella, es imposible que un hombre con tu inteligencia se interese por alguien tan atolondrado como mi hija, salvo para acostarse con ella.

Pablo sintió ganas de vomitar. ¿Cómo era posible que su educada e inteligente esposa sintiera cariño por un padre que tenía tan poco respeto por ella?

—Laura es más lista que nosotros dos juntos.

—No es necesario que enmascares los hechos.

—No lo hago. No conoces a tu hija en absoluto. Me vendiste la falsa idea de que Laura era una caprichosa y malcriada, sabías perfectamente que yo la pondría en regla, ella no se merecía nada de esto y aún así no hiciste nada para evitarlo, tú sabías que Laura es una mujer noble y sabías que ella piensa con el corazón, tenías claro que ella se iba a enamorar de mi y aún sabiendo que yo no podía corresponder su amor decidiste amarrarla a un tipejo como yo. ¿Acaso no te importa aunque sea un poco tu hija? Pusiste mi linaje por encima de su felicidad.

—No podía aceptar que su matrimonio finalizara sin intentar que hubiera un heredero Romanov.

—No era asunto tuyo.

—Eso no es cierto. A lo largo de la historia, los Derghon siempre se han dedicado a hacer lo mejor para los Romanov, incluso aunque los Romanov no estuvieran de acuerdo.

Mientras miraba a Costas, Pablo se dio cuenta de que el padre de Laura estaba obsesionado con ese tema. Costas podía ser un hombre coherente en todo lo demás, pero no en eso.

—Ibas a dejar que muriera tu estirpe —dijo Costas, —y yo no podía consentirlo.

No había nada más que discutir con él. Para Costas el niño que Laura llevaba en su vientre no era más que un peón, pero ese bebé significaba algo muy diferente para Pablo, y todos sus instintos paternos afloraron para protegerlo.

Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora