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Me puse una camiseta negra, unos vaqueros oscuros, una chaqueta de cuero negra encima y unos converse negros también. Tomé las llaves de mi camioneta, y salí hacia ese lugar que me traía tantos recuerdos.

De lejos pude escuchar como rugían las motos, vi toda clase de motos, veía hombres, mujeres, sin embargo, hice caso omiso a todo eso ya que no eran de mi agrado.

Me estacioné en un lugar y desde ahí llamé a Camilo, no pensaba bajarme de mi auto porque no quería recorrer de nuevo este camino, todo en él me recuerda a Mariano.

Salí de mis pensamientos cuando sonó mi celular. Miré la pantalla y descolgué.

-Te estoy esperando en la parte B del estacionamiento. Ni creas que me voy a bajar del auto – dije serio para que él supiera que hablaba en serio

-No puedo ir hasta allá, amigo, son las 2am, llegaste una hora tarde y ellos me tienen apresado, estoy amarrado y necesito que vengas.

-¡Jesús!, Camilo, mira en lo que te metes – dije dándole un golpe al volante.

-Escucha bien lo que voy a decirte – dijo él – Ve a al cuarto de máquinas y en la mesa que está en la esquina a la derecha, hay una caja con un pasamontañas que es mío, póntelo y te vienes caminando hacia el final de los baños y a la izquierda hay una especia de cuarto, toca tres veces y espera a que te abran.

>>No hables con nadie, no te desvíes, no te quites la máscara. Ven directo, me entregas el dinero y te vas.

-Ok – dije seco, sabiendo en lo que me había metido.

Me bajé del auto y casi que corrí hasta donde Camilo me indicó, cuando encontré el pasamontañas me lo puse. Salí inmediatamente de ahí para cumplir la función, me sentía raro y pensé que llamaría la atención, pero al parecer, era más que normal que la gente caminara por ahí con máscaras, antifaz o pasamontañas.

De repente llegué al lugar que tanto recordaba, me quedé parado porque mis pies dejaron de moverse cuando vi el lugar donde mi corazón había dejado un pedazo de sí.

Fui consciente de que me había quedado parado y empecé a moverme, fui, entregué el dinero y cuando venía de regreso no medí mis movimientos porque golpeé a alguien, o mejor dicho, me choqué con alguien.

Volteé y vi a una mujer, pero no era cualquier mujer era una MUJER en todo el sentido de la palabra, tenía un vaquero negro, una camisa negra ajustada a su cuerpo y una chaqueta, estaba más o menos vestido como yo, pero en versión mujer.

Era preciosa, me quedé pasmado, aunque no pude ver su cara ya que tenía una especie de antifaz que no me dejó descubrir su rostro, pero sus siguientes palabras me dejarían pasmado por el resto de la vida.

-Ten cuidado por donde andas, guapura – Puedo atropellarte y lastimosamente si eso pasara, yo tendría que huir.

Me quedé en shock a l escuchar esa voz, si no fuera porque he vivido con esa mujer los últimos años de mi vida, dudaría de que fuese ella.

Esa estatura, esa cinturita, ese cabello, esos ojos.

Sin embargo ella no me reconocía, ella no sabía quién era y yo, y a menos que dijese una sola palabra, ella no me reconocería.

>>Se te comieron la lengua los ratones o tu novia te pega si me hablas. – dijo y se cruzó de brazos.

Esa mujer no sabía lo que causaba en mí, no sabía cómo me ponía y como ella no sabía quién era yo en realidad, tuve que actuar como si fuese un completo idiota, aunque me muriera de ganas por besarla en ese momento.

Vida ClandestinaWhere stories live. Discover now