Vida Clandestina

37

NHALINIE

Me sentía devastada, tenía el corazón hecho puras migajitas, siempre supe que Mariano había muerto en un accidente pero jamás, jamás supe que esa carrera había sido por ayudar a su hermano.

Ese día me había enojado mucho con él porque no fue a nuestra cena de aniversario, estábamos cumpliendo un mes más de estar juntos, felizmente juntos y yo no quería dejarlo pasar, él por el contrario había subestimado la ocasión.

Iba conduciendo por la carretera y en realidad ni sé cómo no me había estrellado. Mis ojos estaban cubiertos de lágrimas y mi vista nublada y borrosa. A mitad de camino empezó a llover.

Parece que Mariano ya se dio cuenta de que yo sé toda la verdad y desde el cielo me acompaña con mi dolor. Sus lágrimas son las que están cayendo para apagar el fuego hirviente que tiene a mi corazón consumiéndose en este dolor.

Me duele el alma, me duele la vida, me duele existir, me duele el corazón, me duele respirar. Siento que acabo de caer en un bache bastante profundo y no puedo salir, no quiero salir, quiero quedarme en silencio sola, quisiera que el mundo se acabara en este instante o al menos mi mundo.

El parabrisas no deja de moverse para permitirme ver el camino que se mostraba borroso por la fuerte lluvia.

Estaba a pocas calles de llegar a mi departamento, conducía con lentitud, no coordinaba mis pensamientos por eso no era capaz de subir la velocidad.

Llegué la parqueadero y me bajé de la camioneta sin importarme que lo que tuviese puesto era una franela de un hombre y mis tenis.

Estaba el portero, no lo saludé, no lo miré, me fui caminando como alma en pena por las escaleras, no quería que nadie se me quedara mirando en el ascensor.

Subí las escaleras corriendo de a dos escalones y rápidamente llegué hasta el departamento.

Rogaba porque no hubiese nadie. No quería darle excusas a nadie, no quería responder preguntas tontas a ninguna de mis amigas, no quería que nadie me molestara, quería estar en paz, quería estar bien, quería estar tranquila.

Busqué rápidamente las llaves en mi bolsito, y las metí en la entrada de la puerta.

Abrí lentamente para no hacer ruido pero cuando entré, el ruido y la imagen devastadora que estaba en frente de mí me terminó de helar la sangre.

Salí corriendo como una loca depravada y me subí sobre la espalda del hombre que estaba encima de mi amiga golpeándola, del impulso que tomé junto con mi peso lo hice caer de para atrás y movió la cabeza desesperado para ver quién era que lo había tumbado.

-¡MALDITO! – le grité y comencé a golpearlo como loca y me quedé estupefacta cuando Daniela se le vino encima y también empezó a golpearlo y le gritaba palabrotas.

-TE ODIO, MALDITO MALNACIDO – Gritaba Danny. Yo sentía una euforia en mi ser. Sus palabras me dieron más impulso para pararme y subirme encima de su cuerpo y golpearlo con toda la rabia que traía desde que salí de casa de Brooks.

Mientras yo estaba encima de él dándole puñetazos en la cara, Danny le daba patadas en sus piernas y partes sensibles. Las dos le gritábamos palabrotas y él estaba tan aturdido que no sabía ni cómo defenderse, solamente intentaba taparse la cara.

En un momento se sacudió y se paró conmigo encima, me dejó caer cuando estuvo completamente de pie, pero Danny reaccionó inmediatamente y se puso por detrás de él dándole una fuerte patada en la parte de atrás de sus rodillas haciéndolo caer arrodillado en frente de mí.