Sentí que me mareaba, me agarré un poco del umbral de la puerta y Brooks salió corriendo hasta llegar a mí, me tomó entre sus brazos y me llevó cargada hasta el mueble de la sala, me sentó en él y subió mis pies hasta el reposa manos del mueble.
Me trajo un poco de agua y me ayudó a inclinarme para que la bebiera, atrajo una silla para estar cerca de mí y me sobó la cabeza mientras las lágrimas caían por mis mejillas.
-Cuéntame todo, por favor. Ya no vale la pena que me ocultes nada, por favor háblame con franqueza.
-Él y tú discutieron un día porque habían quedado de hacer algo y él no alcanzó a llegar porque algo se le interpuso en el camino – comentó Brooks mientras me sobaba la cabeza.
-Recuerdo ese día, ¿Qué le pasó? ¿Por qué no llegó? – le pregunté mirándolo directamente a los ojos. No quería más mentiras.
-La verdad no lo sé, nunca me lo dijo – en sus ojos pude ver que me decía la verdad y no insistí.
Continuó.
Llegó ese día en la noche súper afanado diciéndome que te había quedado mal con algo y que necesitaba llevarte algo para que lo perdonaras.
Yo le dije que ya era demasiado tarde, eran como las 10:30 de la noche y no habría tiendas abiertas.
Se desesperó y empezó a caminar de un lado para otro aquí en el departamento, yo ya llevaba como un año viviendo aquí y el General estaba muy contento.
Él estaba en el cuarto y cuando sintió la impaciencia aquí en la sala, salió y empezó a ladrar como loco.
Mariano apenas lo vio dijo que él era el regalo perfecto para que tú lo perdonaras ya que tú amas los perros. – seguía comentando Brooks. Yo cerré los ojos y solté un suspiro de tristeza acompañada con decepción y frustración.
Así que me prometió mil lunes y hasta se arrodilló para que yo le diera a mi pequeño perro para él llevártelo. – Brooks terminó de hablar y yo m e senté de una vez en el sofá. Puse mis codos sobre mis rodillas y guardé mi rostro entre las palmas de mis manos. Dejé salir un suspiro con tristeza y sentí la mano calidad e Brooks acariciando mi espalda.
-Le di a mi perro porque era para ti, sabía que lo cuidarías muy bien. –desde ese día no lo volví a ver, pero le preguntaba a Mariano por él.
Después de que Mariano falleció, me quedé sin saber de él, pero estaba tranquilo porque sabía que tú lo cuidarías bien.
-Gracias – le dije y no sé qué impulso me dio porque me paré del sofá y me senté en sus piernas. Enrollé mis brazos alrededor de su cuello y él los suyos alrededor de mi cintura.
Duramos abrazados un par de minutos y de repente un olor a quemado me llegó al olfato.
-¡SE ESTÁ QUEMANDO EL ARROZ! – gritamos Brooks y yo al mismo tiempo.
Me bajé de un brinco de las piernas de Brooks y salimos corriendo ambos hacia la cocina.
-¡DEJASTE QUEMAR EL ARROZ, IDIOTA! – Dije y golpeé suavemente el hombro de Brooks.
-Ah, ahora es mi culpa, - dijo fingiendo estar indignado - ¿Quién era la que estaba armando drama y se iba a ir de mi casa? – respondió él a mi acusación.
-Ya, ya, fue culpa de los dos. – me quedé pensando – no, ¿sabes qué? Fue culpa de Mariano.
Se me quedó mirando y yo me di la vuelta para tomar entre mis dedos una cuchara grande y empezar a sacar el arroz por encima, se veía delicioso pero lo que no me gustaba de a mucho era el delicioso olor a quemado que emanaba de él.
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Vida Clandestina
RandomDe día es la mejor de las psicólogas, te atiende, te da consejos y escucha con atención cada uno de tus problemas, pero de noche, su vida es completamente diferente, nadie la conoce por su nombre real, nadie sabe que es psicóloga, ella es... Nani e...