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Estaba sentado donde Nhalinie me había dicho, podía ver toda la pista, aunque yo solo la quería verla a ella.

Llegó con su moto y le dio una mirada a su contrincante derecha, esta asintió como saludo.

La chica tenía un pantalón de cuero negro brillante, una blusa negra y unos guantes negros, tenía también un casco que le cubría toda la cara, pero le sobresalía una cabellera negra hasta la cintura.

Nhalinie por el contrario tenía un blusón gris tenía una chaqueta de jean y unas botas. Se había cambiado de ropa. Se mostraba preciosa.

A su lado izquierdo tenía dos contrincantes más y al lado derecho dos. No sabía si estar en la mitad era una buena posición, siempre escuchaba a Mariano hablar acerca de lo importante que era tener una buena posición, pero nunca presté la suficiente atención como para saber cuál era la ubicación correcta.

El disparo sonó y junto con este los latidos desaforados de mi corazón. Tenía miedo que algo le pasara, aunque si se mostraba tan confiada, era porque tenía mucho de estarlo haciendo, no obstante, era la primera vez que yo la veía y sin querer, hacía movimientos extraños con mi cuerpo cuando ella tenía que dar alguna curva.

Se notaba que era buena para eso, Mariano le enseñó y viniendo de alguien tan perfeccionista como él, no me sorprende para nada que ella conduzca de esa manera.

El señor que estaba detrás de mí se refirió a una de las corredoras con términos despectivos, diciendo que era una cochina, que no jugaba limpio y estuve a un momento de pararme y decirle que a las mujeres se les respetaba cuando en un empujón fuerte a Nhalinie en la moto casi hace que mi corazón salga disparado de mi caja torácica.

Faltaban 200 metros para la llegada y Nhalinie había estado casi desde el principio en el tercer lugar, faltando 250 metros se había pasado a la segunda y ahora iba por la primera, pero resulta que la corredora quería ganar a como diera lugar y la había empujado haciendo que se saliera tres metros de la carretera.

No sé cómo lo hizo, por un milagro del cielo, Nhalinie frenó en seco y me vi a mi mismo bajando casi hasta la primera fila de las bancas con tal de sentirme un poco más cerca de ella.

Solo pude sentir un poco más de tranquilidad cuando aceleró la moto y faltando 50 metros para el final de la carrera, pudo alcanzar a la corredora que antes la había empujado e iban ambas a la par.

Faltaban 40 metros, 30 metros, 20 metros, 10 metros. Hizo un movimiento extraño con su moto y le logró sacar media moto de diferencia y entró en la meta.

Yo la vi ganar, pero los directivos salieron de sus puestos y fueron al cuarto de cámaras.

La cámara les mostrará cuál de las dos ha ganado la carrera.

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-¿Te dije que si ganaba tendrías que venir conmigo a donde yo quisiera? –Dijo ella acercándose a mí, luego de que la dieran por ganadora gracias a las cámaras.

-No recuerdo haber escuchado esa parte del trato – dije mientras golpeaba mi barbilla con mi dedo índice derecho.

-Pues, si quieres, puedes negarte, pero te aseguro que te gustará.

Nos quedamos mirando unos segundos y yo asentí con mis ojos cerrándolos un segundo y volviéndolos a abrir.

Mañana tenía que trabajar, pero si no aceptaba esta invitación, jamás me lo iba a poder perdonar.

Ella subió a su moto y yo a mi camioneta, gracias a Dios tengo dos, y saco más una que otra, aunque no creo que ella siquiera, se supiera mi número de matrícula.

Vida ClandestinaWhere stories live. Discover now