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Saqué dos manzanas de la nevera, a una le di un mordisco y la otra se la di a Nhalinie, ninguno de los dos había dicho una palabra más después de lo ocurrido, ni siquiera nos habíamos alcanzado a dar los buenos días.

-¿Lista? – pregunté cuando era hora de ir saliendo, tomé las llaves del coche, mi celular y un pequeño maletín donde cargaba primeros auxilios a la mano.

-Lista – respondió ella sin mirarme.

Abrí la puerta para que saliera primero, cerré tras de mí y bajamos en un sepulcral silencio hasta el estacionamiento.

-Creo que estás aún muy adormilada como para conducir – le dije mirándola de reojo, pero con voz firme para que no se negara, efectivamente no se negó, asintió con la cabeza y se metió en el lado del copiloto de mi camioneta.

Por un momento sentí que el mundo se me venía abajo cuando Nhalinie se quedó mirando mi otra camioneta como si la reconociera. Esos segundos que ella mantuvo su vista en aquel simple objeto, fueron los mismos que duró mi corazón detenido.

No sé qué pasó pero me volvió a mirar con unos ojitos que exclamaban una disculpa. Solté todo el aire que tenía retenido y mi corazón volvió a latir en su curso normal.

Nos fuimos por todo el camino en silencio, cuando faltaban exactamente cuatro cuadras para llegar a su edificio quise disculparme con ella.

-Lo siento por lo que pasó hace rato – dije mirándola de reojo pero sin desconcentrarme del camino.

-Oh, no, no tranquilo, no tienes que disculparte Brooks, es tu cuarto, tu apartamento y yo fui la que me entrometí y tuve el descaro de quedarme dormida – dijo ella removiéndose en su asiento y dándome una sonrisa no muy convincente.

Lo dejé pasar porque no quiero exasperarla, no quiero llegar a cansarla, no quiero llegar al punto de que se aburra de mí.

He conocido hombres que cuando les gusta una mujer, se vuelven los más intensos del mundo y no me considero igual, tampoco pienso como algunos que lo mejor es ignorar, eso me parece infantil, pero si soy de los que les gusta dar su espacio, y aprovechar cuando veo la oportunidad.

Me estacioné en el garaje del edificio y bajé junto con ella.

-¿Me puedes acompañar a mi apartamento? – preguntó un tanto incómoda y acariciando la manilla que suele tener en su mano derecha.

-Claro, vamos, aunque ¿No hay problemas que te vean llegando a estas horas conmigo? No sé cómo serán tus vecinos, pero los míos parecen cámara de vigilancia con megáfono, observan y divulgan, - soltó una pequeña risita y yo sonreí al ver lo linda que se veía aunque tenía los ojos hinchados de tanto dormir.

-No creas que no me di cuenta que nos miraron esas señoras cuando salimos directo a tu auto, te gastas tremenda vecindad en ese edificio – Se rio de su propio chiste, mientras yo me reía a carcajadas de su comentario. Al menos el momento incómodo había quedado atrás.

Subiendo las escaleras divisamos una pareja discutiendo, tomé la mano de Nhalinie por seguridad y cuando faltaban como cinco escalones por subir a la planta, la chica a mi lado pega un grito que por un momento me estremeció, pero cuando vi la razón, le solté la mano y terminé de subir los escalones de dos en dos.

-¿Qué te pasa idiota? – dije tomándolo del cuello y empotrándolo contra la pared. Solo la punta de sus pies tocaba el piso – ¿En tu casa no te enseñaron a respetar a las mujeres? – pegué su rostro bruscamente contra la pared, luego pegué el mío al de él y le sostuve la mirada por unos segundos.

-Ya déjalo, no seas idiota Brooks – escuché detrás de mí, cosa que me dejo boqui abierto.

-¡No seas estúpida Daniela!- soltó Nhalinie con ira teñida en su tono de voz – Encontramos a este idiota dándote golpes y lo primero que haces es defenderlo. Eres una estúpida, ¿Te gusta que te anden como a caballo?

-No te metas en lo que no te importa, Nhalinie, no es problema tuyo, son mis problemas y él es mi novio. Tampoco tú – dijo dirigiéndose a mí - no tienes por qué hacerle daño, esto lo arreglamos él y yo.

-¿Lo arreglan cómo? ¿A golpes? ¿Quieres que este idiota te mate? – Escupí con el enojo recorriendo mis venas, la sangre me hervía y sentía mis orejas calientes, me temblaban las manos y sentía que iba a arder en llamas.

-No seas exagerado, Brooks, solo fue una insignificante discusión – dijo mirando hacia un lado y rascándose la cabeza.

-Una insignificante discusión que te tiene con un labio partido, una ceja rota y un ojo morado; bonita relación – ironizó Nhalinie. – entra a la casa, tú y yo tenemos mucho de qué hablar.

-¿Y tú qué, no tienes nada de qué hablar? Largo de aquí- dijo Nhalinie con las manos a los lados hechas puño.

-Vámonos de aquí Danny, te invito a comer algo – dijo el supuesto novio de Danny. Nhalinie y yo la volteamos a mirar con cara de NO TE ATREVAS. Pero sí, como lo pensábamos, a esa niñata no le importó nada los golpes que tenía, tomó la mano del malnacido que tenía por novio y bajó las escaleras sin mirar atrás.

-¡Ojalá nunca te tengas que arrepentir de esto Daniela! – gritó Nhalinie y empezó a buscar las llaves en su bolso temblando de la ira para abrir la puerta de su apartamento.

-Perdona todo aquello, no sé ni cómo sentirme en estos momentos. No sabía de esa relación toxica que tiene Daniela, no sé ni cómo me estoy sintiendo en estos momentos – puso su bolso en un perchero que había en la entrada y caminó por el pasillo.

Me quedé parado bajo el umbral de la puerta y me despedí.

-No te preocupes, normalmente las mujeres de baja autoestima prefieren esto a quedarse solas.

Di media vuelta, cerré la puerta del apartamento y bajé las escaleras rumbo al estacionamiento para subir a mi auto e irme a trabajar.

Odiaba mucho este tipo de situaciones, las odiaba con mi vida entera, dejaba de pensar con claridad cuando algo así pasaba, todos aquellos recuerdos llegaban a mi mente y me olvidaba de pensar con raciocinio.

Cada vez que vivía algo así, me acordaba de mi madre y los maltratos que sufría con mi padre, no entiendo ¿por qué lo hacen?, no entiendo ¿por qué lo soportan?, nunca lo voy a entender, siempre puede venir alguien mejor, alguien que te ame, que te respete, que te valore, que sea una ayuda, un apoyo, un impulso hacia tus sueños y no alguien que se desquite contigo cuando le va mal en alguna situación.

Había estudiado medicina por esta misma razón. La traumatología me hacía sentir que podía ayudar a muchas mujeres que pasan por lo que una vez pasó mi mamá y aunque perdí los estribos cuando vi como golpeaban a Danny, con las mujeres que están en mi consultorio, debo mantener la calma.

Saludé a la enfermera que estaba de turno, tomé mi bata y la tabla de citas pendientes y habiéndole dicho que pasara al primer paciente, tomé mi camino al consultorio y me senté a cumplir con mi trabajo.

Vida ClandestinaWhere stories live. Discover now