Capítulo 5: El Padrino y Jaques

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Desde que era pequeño si algo conocía muy bien, eso era el dolor de trabajar con las manos, de picarse los dedos con las zarzas, las mordidas de las ratas y los animales en el bosque. El dolor de los golpes de una espada de entrenamiento en la espalda y el dolor de un estómago vacío por varias noches. Sin embargo, este dolor...era un dolor diferente y no me gustaba. Era como una pequeña astilla en el corazón y tan molesta como el siseo de una mosca en el oído. Ver a Selene sentada junto a ese muchacho me hacía sentir cosas que no me gustaban. Sentía un odio terrible por aquel hombre que jamás había visto en mi vida y quería ir caminando y simplemente degollarlo, pero ahí estaba yo al otro lado de la taberna sentado, simulando que no pasaba nada.

     —No me agrada ese muchacho. —Dijo Jacques mientras tomaba tragos largos de cerveza. Sentados en la misma mesa estaban Nicole, la niña y Ser William; con un tarro en una mano y la otra sobre el pomo de la espada. Lady Allys no había querido quedarse en la posada. Aunque incluso para Jacques, era una mala idea llevar a una niña a una taberna.

      —¿Por qué no te agrada? —Le preguntó Ser William.

     —No sé qué tiene en la cara que no me agrada. No confío en él. —Respondió el muchacho.

     —Es un amigo de la aldea de Selene. No creo que haya mucho que desconfiar de él, además apenas regresaron de las cruzadas. Todo hombre que va a pelear en Tierra Santa, se gana la entrada al reino de dios. —Respondió Ser William.

      Sin embargo, Jacques no acababa de entender al joven caballero. A pesar de ser un noble, hábil con la espada y sabía muchas cosas, a veces podía ser tan ingenuo.

      —Uh la lá... —Dijo Nicole con una picara sonrisa en los labios.

     —No lo entiendo, ¿Ese muchacho es malo? —Le preguntó la pequeña dama a Nicole.

      —No Lady Allys. —Le respondió Nicole y luego le susurró unas palabras al oído de la niña, la pequeña dama comenzó a reír detrás de sus manos que había puesto sobre su boca, apenada. La niña miró a Jacques nuevamente, pero cuando el muchacho pasó a mirar a la niña, ella desvió su mirada, como cualquier crío que hace una travesura.

      Entonces de una de las mesas en el fondo, se levantó un hombre de armas y fue caminando hacia la mesa de Jacques. El cazador ya lo había visto antes, era el joven militar que Selene había confundido con su hermano y que tenía el mismo nombre que Ser William.

      —Sabía que la reconocería donde fuese. —Dijo el joven militar con una cálida sonrisa en los labios. —Lady Allys.

      La chica dio un gran suspiro y se levantó de su asiento para ir a abrazar al joven militar.

      —¡Lord William! —Gritó la niña y se abalanzó contra el cruzado. El joven militar la alzó de los brazos y le dio una voltereta. Y la volvió a dejar en el suelo. Ser William por otro lado se levantó de su asiento y dio una ligera reverencia ante el joven señor. Si Jacques los miraba, ambos eran de la misma estatura, y también eran bien parecidos, pues solo ellos dos, se robaban las miradas de todas las taberneras y prostitutas dentro de esa taberna.

       —Disculpad... —Dijo el joven caballero. —pero ¿Quién es usted?

       —Oh, pero donde están mis modales. Mi nombre es William, William Ursa de la ciudad del cruce. —Respondió el joven lord.

        —¿Ursa? —Preguntó Ser William. Entonces el semblante tanto de él como de Lady Allys cambiaron.

      —¿Y ustedes quiénes son? —Preguntó Lord Ursa.

La Doncella de Hierro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora