El Sitio de Malta y Jaques

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Brochada tras brochada. Asi es como recordaba los viejos asaltos. Cuando mi padre, mi tío, Alou y el resto de los hombres pintaban sus armaduras y las espadas con pintura negra, antes de atacar una caravana. Pocas veces era necesario, sin embargo había ocasiones en que algún rico religioso salía de la abadía con mucho oro en cofres, y una guardia formidable. El factor sorpresa siempre era la carta ganadora en todas las batallas, ¿me pregunto si a Selene se le habría ocurrido esa loca idea de atacar al campamento cuando le conté esa historia?

Los hombres se reunieron en la puerta sur. Habían pintado lo mejor que habían podido sus armaduras y las hojas de sus espadas. Selene estaba hablando con un caballero que le dio una rodela como escudo. Muy pequeño para el combate, pero de fácil movilidad. A veces Jaques pensaba que de los dos, la única que había aprendido algo en todo el viaje era Selene. Difícilmente podía reconocer en la chica aquella campesina que había huido de la masacre de la aldea. Lo cual hacía mas dificil el saber la verdad y no poder decirle a Selene. Jaques se acercó a Selene.

--¿Estas lista?—le preguntó el cazador.

--Si, no puedo creer que tengamos que luchar otra guerra mas.—dijo Selene.

--Mientras mas al sur caminamos, mas peligros encontramos.—dijo el muchacho.

--Si, por eso me alegra saber que no estaremos solos una vez que esto termine.—dijo Selene.

--¿Qué quieres decir?

-- Will ha decidido venir con nosotros a Tierra Santa.—dijo Selene.—No es grandioso Jaques.

--Desde cuando le dices a Ser William ...Will.

--Hmmm, desde antes que llegásemos a Malta. ¿Cuál es el problema?

--No, es solo que. Creo que no deberías confiar tanto en Ser William.—dijo Jaques.

--¿Por qué?

--Él, él no es como tu crees que es.

--Jaques, ¡basta! , no puedes seguir con esta desconfianza, con esta rivalidad que tienes con Ser William, Will es nuestro amigo, ¿si no podemos confiar en nuestros amigos en quien podemos confiar entonces?

--No en él.

--Entonces en quien ¿En ti?

--Jaques, yo confío en ti, de verdad lo hago, pero no puedes hacer que sea dependiente de ti. Esa no es quien soy.—dijo Selene. –Vamos Jaques, tienes que dejar con esa rivalidad y enfoncarte en la misión.

Jaques no dijo nada. El muchacho entonces vio una sombra reflejada sobre él, Jaques subió la mirada, ahí estaba él, Ser William mirando desde arriba de la muralla. Viéndolo. "Oh no, él sabe" pensó Jaques. Su corazón se heló por un momento, donde antes había recelo ahora había miedo, un miedo frio. "Nunca dejes que nadie te manipule" había oído las palabras de Alou en su mente. Si Jaques seguía su instinto, eso lo mantendría con vida. Sabía lo que tenía que hacer, pero no sabía si tendría las agallas para afrontar las consecuencias.

Jaques se fue caminando a su posición.

Dos horas después ya estaban listos para ir al combate. Salieron desplazándose en columnas a través de las puertas. Y siempre bajo la sombra de la noche, no podían dejar que nadie los descubriese. Las columnas se dividieron después en dos grupos, un grupo atacaría por la derecha y otro grupo por la izquierda. Jaques quedó en un grupo separado al de Selene y trataba de no pensar en ella, tenía que enfocarse en la lucha. Se desplazaron hasta llegar a sus posiciones. Jaques tomó un arco y flecha y mató a uno de los vigilantes. Despues dos hombres se acercaron y arrastraron el cuerpo del muerto hacia una duna. El soldado que estaba a cargo de ese grupo se dispuso a ordenar a los hombres 200 hombres formados en escuadrones. Entonces cuando la luna se ocultó tras un nubarrón atacaron.

La Doncella de Hierro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora