El Rencuentro y Selene

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Jaques había cambiado la dirección de su caballo y se había dirigido hacia la multitud, solo dejando a Selene con la promesa de encontrarla en el castillo del duque Germain Martel. Era todavía más difícil cabalgar cuando en vez de llevar pantalones de montar llevabas un faldón y mucho más difícil el respirar cuando el corsee apenas te dejaba algo, sin embargo, esas habían sido las ordenes de la duquesa Geneve, 

"Ante los ojos de Dios y del hombre eres una mujer, sin importar el oficio al que te dediques" le había dicho la duquesa la noche anterior. El vestido era bonito, y brillante. Y podía notar la mirada de los ciudadanos al pasar a su lado, tal vez pensando en que Selene era una dama, una noble, tal vez la hija de la duquesa.

Descabalgaron en el patio de armas del castillo. La duquesa fue ayudada por dos de sus hombres, y Lord Ursa ayudó a Selene a descabalgar ya que era difícil para ella con aquel gran vestido.

--Ya te acostumbraras a él. —dijo el joven señor.

--Espero que no, es difícil moverse con algo como esto. —dijo Selene, luego recordó, que Lady Allys solía utilizar uno de esos vestidos y la niña se podía mover con gran facilidad. Selene continuó viendo a los hombres en el patio de armas, esperando ver alguna cara conocida incluso entre las sirvientas que caminaban de un lado a otro, esperaba poder ver a Nicole o a Ser William, pero no los podía ver. No sabía si habían sobrevivido tampoco.

Cuando entraron al castillo y caminaron al gran salón el Duque Germain Martel se encontraba sentado en su silla. Mirando a los recién llegados. El hombre era de tres trigueña, algo bronceada, pues su madre había sido una noble de Navarra y los ojos del hombre eran verdes con la cabellera negra rizada y entradas grises. Se trataba de un hombre esbelto que vestía en colores naranjas. El color de la casa Martel de Tours.

--Duquesa Geneve, Bienvenida a Tours. —dijo Germain Martel,--¿Qué la trae a mi ciudad?

--Por desgracia la guerra. —dijo la Duquesa Geneve.

--Espero que no contra nosotros. —dijo el Duque.

--No, claro que no.—respondió la Duquesa. –Vamos siguiendo El Camino Romano hacia el norte. Para unirnos a los ejércitos del Rey Louis de Anjou. Como un buen vasallo haría. Solo pedimos un salvoconducto por sus tierras.

--¿Nada más? —preguntó el duque Germain.

--Y si fuese posible, que se uniese con nosotros. —respondió Lord Ursa. El Duque Germain volteó a ver al joven señor. Ursa no bajaba la mirada ante aquel hombre.

--Lord Ursa, la primera vez que pasó con sus tropas, le di asilo a todos y cada uno de sus hombres.

--No son mis hombres, son los ejércitos reales de Francia que regresaron de Tierra Santa.

--Qué le siguen a usted—reafirmó el duque.

--Una gran coincidencia. —respondió el joven señor.

--Duquesa Geneve, usted y yo hemos visto más inviernos que todos en esta sala juntos, usted entiende lo precario de ir a la guerra en pleno invierno. No debe dejarse llevar por los arrebatos flemáticos de un hombre como William Ursa.

--Lo sé, Lord Ursa es un guerrero, estoy segura que él tiene sus razones particulares para luchar en esta guerra. Pero Usted y Yo, estamos ligados por un juramento, que nuestros ancestros hicieron. Hoy tenemos la oportunidad de hacer valer ese juramento, defendiendo a nuestro rey.

--Difícil tener una chispa del fuego de la juventud a nuestra edad Duquesa. –respondió el Duque, -- ¿Quién le ha dado esta chispa en los ojos?

--¡Selene! —gritó entonces una niña.

Todos giraron la cabeza, Selene miró hacia la puerta que llevaba al corredor este, de ahí salió Lady Allys corriendo a toda velocidad con lágrimas en los ojos hacia la chica. Selene se agachó lo mejor que pudo y abrazó a la pequeña dama.

--¡Allys! —exclamo Selene.

Luego de la puerta apareció Nicole, sorprendida con la mano cubriendo la boca y también se fue corriendo hacia Selene y también la abrazó.

--Ella es mi caballero. —dijo la duquesa. —Selene Bardo, La Doncella de Hierro. Fue quien le envió ese mensaje urgente.

--Derrotamos las fuerzas de Charboneaux y Erembourc en Borgoña. —dijo el joven señor. Si hay un momento de atacar, es ahora. —dijo Lord Ursa.

--Es que están mal de la cabeza, La Reina Henrietta se encuentra dentro de estos muros, no puedo simplemente dejarla aquí e ir a pelear. Si ella...

--Si ella le pasara algo...--dijo entonces Henrietta. La reina entró al salón, la cara de la reina estaba apagada con bolsas en los ojos y el cabello enmarañado, ya no tenía ese brillo que tenía antes. Entonces Selene sintió una calidez en el estómago, cuando apareció Ser William, escoltando a la reina.

--Mi hijo no volverá, no importa lo que pase. —dijo la reina. —Duque Germain, no tiene que preocuparse por mi. Pues pienso ir al frente. De vuelta con mi esposo, Louis de Anjou, su rey.

--Por..por...por supuesto alteza.—respondió el duque con rapidez.—Y no podría dejar que nada le pase a nuestra reina.

El duque hizo una señal con la mano y uno de los caballeros del duque se aproximó a su señor.

--Capitán, reunid a las tropas. que marchamos hacia la guerra.

El capitán asintió con la cabeza y salió del salón del duque.

Mientras El duque, La Reina y la duquesa Geneve discutían. Selene se acercó a Ser William.

--Me gusta tu vestido, Te ves bien. —dijo el caballero. Los dos tenían problemas para hablar, a Selene se le hacía difícil poder articular una oración, y al parecer al Ser William también...Entonces La chica sintió los fuertes brazos de Ser William alrededor de ella.

En ese abrazo sintió calidez. Si, finalmente estaba contenta.

--¡Abrazó grupal! —exclamó lady Allys y también abrazó a Selene y luego Nicole se unió al abrazo. Selene entonces miró de reojo, sobre el marco de la puerta estaba Jaques. En las manos del muchacho tenía un pequeño objeto brillante. Como una moneda. Selene le extendió la mano para que Jaques se uniese al abrazó pero el muchacho no lo hizo. Solo se quedó ahí mirándolos. Había algo en la mirada de Jaques que intrigaba a Selene, como si el muchacho estuviese enojado, preocupado o desconfiado.

La Doncella de Hierro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora