La Batalla de Versalles y William

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En mi sueño volvía a verme a mí mismo, luchando durante el desembarco de Yarmouth, Frente a mí el portaestandarte real había sido el primero en caer con la primera lluvia de flechas. Así que me aventuré a dejar la comodidad de mi montura y me arriesgué a correr por la playa hacia el estandarte que yacía en la arena. Y lo agité con fuerza, guiando las tropas hacia el bosque. Entonces los árboles se encendieron en llamas, y los hombres del rey Enrique atacaron, con el humo picante en los ojos y las llamas lamiendo la coraza de mi armadura. Supongo que para mí ese era el infierno, un eterno campo de batalla en el fuego.

El campo estaba repleto de neblina, con cielos nublados y la nieve cayendo y los estandartes hondeaban las repentinas ráfagas. El ejército real se había posicionado al pie de la colina frente a ellos la gran planicie y a sus espaldas el imponente bosque de Versalles. En las primeras filas se hallaban los lanceros, con sus pesados escudos azules. Después la infantería. Los arqueros se hallaban sobre la colina y en el en flanco derecho se encontraba el ejercito de Orleans y de Tours. En el izquierdo el de Aquitania.

Por el flanco derecho pasó cabalgando entre la tercera y la cuarta fila, Lord William Ursa, con su armadura de cruzado. Y hondeando el estandarte de la Casa Ursa con él. El joven señor tenía ansias de estar en el fulgor de la batalla. Sobre la colina y sobre el centro se encontraba El duque Arlo de Valois, a su lado sus caballeros y Germain Martel. En el centro Estaba la reina sobre su yegua y Ser William a su lado.

--Ser William, ¿cree que ganemos esta batalla? —preguntó la reina.

--Hicimos el mejor plan que pudimos. —respondió Ser William. Entonces se escuchó el sonido de los tambores de guerra. y luego el sonido de los cuernos. Apareció entonces en el campo, el ejército enemigo. Los estandartes negros y dorados del príncipe Raphael.

--Y aun así Raphael vino a la batalla. —dijo Arlo de Valois

El príncipe Raphael envió una tercera parte de sus tropas corriendo hacia el ejercito Real., la distancia que quedaba entre ambos ejércitos aun era mucha.

"Es un error de novato" pensó William.

--¡Arqueros en sus marcas! —exclamó Arlo de Valois. Todos los arqueros se pusieron en su lugar para disparar. —¡Tensen los arcos!

--¡No disparen hasta que estén en posición! —exclamó Lord Ursa. Los arqueros tensaron sus arcos y apuntaron hacia el cielo. entonces una ráfaga de viento cruzó e hizo encabritar a su caballo, y una nube de polvo se levantó. En aquella ráfaga los hombres de armas cayeron muertos. Esa era la gigantesca flecha lanzada por el escorpión. Mas dardos fueron lanzados. Clavando a los hombres del ejercito real como si fueran pinchos de carne en una brocheta. Aquella estrategia diezmaba a los hombres en posición.

Tenían que moverse o serían abatidos por los escorpiones del príncipe Raphael. La primera descarga hizo daño, y no pasaría mucho antes de que los escorpiones disparasen nuevamente. William miró entonces a Lord Ursa. Podía ver en sus ojos esa mirada. Arlo de Valois también lo vio.

"Oh no" pensó William.

--¡Centinelas conmigo! —exclamó el joven señor y desenvainó su espada. --¡Corran y ataquen! Luego el joven señor se fue cabalgando cargando contra el enemigo, su ejército le siguió. Entonces una partida de caballería del enemigo se aproximó por la izquierda hacia el flanco que había quedado descubierto cuando los centinelas abandonaron su posición.

En medio campo los centinelas y las tropas del príncipe colisionaron. El duque Arlo hizo cubrir los huecos con su infantería tensando más y más el ejército real. Temiendo de que el próximo ataque pudies romper las primeras tres filas del ejército.

La Doncella de Hierro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora