Ya había ido a cazar con Edric algunas veces. El muchacho tenía cierta destreza para la caza. Ponía las trampas bien escondidas un día y de regreso encontrábamos liebres o patos. Yo estaba feliz de ayudarlo, Mi hermano siempre había visto por la familia. Procuraba que comiéramos bien, sobre todo cuando nacieron Pierre y Aidee.
Sin embargo, cazar al animal era una cosa, y otra era despellejarlo para cocinarlos. Los conejos siempre me habían parecido hermosas criaturas y deliciosas. Pero detrás de esos grandes ojos, de lo terso de su pelaje, de lo delicioso que eran en estofado. Estaba la verdad. Aquella imagen de los conejos colgados de un gancho que atravesaba sus patas. Y a mi hermano con las manos llenas de sangre mientras que con un cuchillo curvo despellejaba a los conejos. Aquellas inocentes criaturas. Después de ese día tuve muchos problemas para volver a comer conejo.
Aquella era una visión muy grotesca, incluso para Selene. Desde que había empezado su viaje había visto mucha muerte, mucha sangre y mucho odio. Pero aquella escena parecía sacada de los mismos infiernos para ella. los cuerpos de los campesinos yacían amarrados a los postes donde los habían puesto para mostrarlos a la Duquesa.
A lo largo de toda la muralla norte. Pero lo más terrible era como eran los cuerpos. Al igual que los conejos habían sido desollados. Mostrando sus músculos y órganos como festín de las aves de rapiña. Habrían sido unos 50 o 60 de ellos.
--Oh por dios—exclamó Selene. Tapándose la boca, casi sintió que iba a vomitar.
--Está bien Selene, solo no mires. –dijo Jaques.
Pero no podía dejar de verlo. Aquellos cuerpos desollados y postrados a los pies de la muralla. Tenían que ser los mismos enemigos que había enfrentado en el Bosque. Selene regresó al interior y fue a buscar a la duquesa Geneve.
--Quiero guardias sobre las amenas en todo momento, que los granjeros de los alrededores de la ciudad se mantengan protegidos. No podemos tener otro ataque como este. —dijo la duquesa. Al capitán de la guardia.
--¡Duquesa! —exclamó Selene.
--Ahora no Doncella de Hierro, estoy ocupada con asuntos muy importantes. —dijo la duquesa. —Capitán quiero que envíe a los mensajeros. Y a sus hombres a las aldeas cercanas y mantenga un conteo de los suministros en cada almacén, Si los borgoñeses quieren sitiar la ciudad, veremos cuanto tiempo tardaran antes de que las primeras nevadas caigan.
--No puede hablar en serio. —respondió Selene. —¿Qué hay de todos los hombres y mujeres que murieron? Ellos merecen justicia.
--Doncella de Hierro, más le vale que cuide su posición, estás hablando con la duquesa Geneve de Aquitania. —gruño la duquesa.
--Perdone duquesa. —dijo Selene. —Es solo que esos hombres y esas mujeres...eran campesinos, y siervos. ¿Quién ve por ellos?, Y usted mantiene a sus hombres de armas en el interior de la ciudad.
--Lo se Doncella de Hierro, pero no tengo suficientes hombres para iniciar una campaña militar. Es solo un mal momento, detrás de mis muros mis hombres son fuertes. Se viene un crudo invierno.
--No puede dejar que ellos se salgan con la suya—exclamó Selene.
--Quién dijo que dejaría que ese bastardo de Charboneux se saliese con la suya. —dijo la duquesa. –Enviaré mensajeros, mensajeros a todos los aliados de Aquitania. Los Martel de Tours, los Valois de Orleans, los Navarro de Andorra, los Beumont de Marsella y a la mismísima corte del Rey Louis de Anjou. Hasta que determinemos que caminos son seguros, podre mandarlos. En vista que los caminos Romanos entre Tours y Poitiers están llenos de esos malnacidos no tengo más opción que buscar rutas secundarias. –dijo ella.
--Yo puedo ayudar con eso. —dijo Selene.
--¿Tu?, Escucha Doncella de Hierro, eres una invitada aquí, bajo las leyes de la hospitalidad no te puedo ordenar.
--Si no hacemos algo más campesinos morirán. —dijo Selene. —Jaques sabe los caminos del bosque, él nos puede ayudar. —dijo Selene-- Podrán pasar sus mensajeros desapercibidos.
--Duquesa, podría funcionar. —dijo el capitán de la guardia.
--¿Crees poder ayudarles Doncella de Hierro?
--Ciertamente. —dijo Selene.
--Entiendes de que una vez que salgas estarás ahí sola, no podrán volver a la ciudad.
--Lo sé. —respondió Selene. —Estoy dispuesta a continuar con esto.
--Muy bien. —Dijo la Duquesa. —Aseguraos, que La Doncella de Hierro y su acompañante tengan todo lo necesario para salir.
Los hombres de la duquesa los escoltaron hacia el almacén de las armas. Debía de haber miles de espadas, lanzas, hachas, mazas y flechas y no los suficientes hombres para blandirlos. El capitán de la guardia se acercó a Selene y se le quedó mirando fijamente.
--¿Qué? —preguntó la chica.
El capitán tomó una cota de malla que tenía sobre un estante, así como guanteletes. Y peto. Estos estaban diseñados para los niños de la milicia local. Poneos la armadura mi lady. Y tú también escudero. Ahí en la caja a tu derecha encontraras lo necesario.
--Jaques no es mi escudero. —dijo Selene. –Él es mi amigo.
--De igual manera. Usted es un caballero, no puede andar caminando por ahí sin la protección necesaria.
Selene se puso la armadura. En efecto, había sido hecha para un niño. Y la sentía apretada alrededor del pecho. Pero no podía decir nada. No había muchas armaduras hechas para mujeres por ahí. Entonces sintió un apretón en su brazo. Era Jaques.
--¿Selene, está segura de que quieres hacer esto? —preguntó el muchacho.
--Claro que sí, no puedo dejar que siga muriendo más gente inocente. —respondió Selene.
--Pero porque, Tu misión es ir a Tierra Santa, no quedarte aquí y pelear, si continuamos el camino hacia el sur podemos llegar a Marsella en un par de días. Y con este salvoconducto que nos dio Ser William podemos cruzar por toda Francia con más seguridad.
--No puedo Jaques...Ha quedado claro que estos nobles no ven por la gente común, alguien debe quedarse y ver por ellos. No podemos dejar que pasé otra desgracia como la que pasó en Normandía.
--Selene, esto lo haces, porque te sientes culpable de lo que pasó con tu aldea, ¿oh porque extrañas a Ser William? —Dijo el muchacho.
--Ser William, ¿Qué es lo que él tiene que ver en esto?
--Es lo que el caballero hubiese hecho. —dijo Jaques. —Ser William hubiese ido a ayudar a quien se pusiese enfrente de él.
--No sabemos si Ser William, Nicole o Lady Allys estén con vida, pero no podemos dejar que más vidas se pierdan. Jaques, podemos acabar con esto rápidamente. Si trabajamos los dos juntos. Andree Boudin contrató las capas de cuero para atacar todas esas aldeas, nuestra aldea. ¿Quién vio por ellos?, ¿Quién vio por nosotros dos?
--Nadie, ¿porque tenemos que ayudar a quien no nos ayudaría?
--Porque nosotros no somos como ellos. nosotros sabemos lo que significa perder todo. Ellos no, no los duques, no la reina. Tenemos que hacerlo. Tu viste lo que hicieron con los campesinos, ese será el destino de todos los hombres, mujeres y niños que no estén tras estos muros. Pero si logramos hacer que Tours venga en ayuda de la duquesa...
--Está bien, está bien. pero no hago esto por los duques Selene, no hago esto por la reina ni por nadie, solo por ti—dijo el muchacho.
Selene se sonrojó. Y abrazó a Jaques.
--¡Muchas gracias Jaques! —exclamó Selene.
--Si ya terminaron de darse sus arrumacos, quiero presentarles a Belec. —dijo el Capitán. Apuntando a un hombre joven de cabellera castaña y atuendo verde. –Él es el mensajero que tendrán que escoltar hacia Tours.
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La Doncella de Hierro II
Historical Fiction¡GUERRA! Después de la Batalla de Orleans, las cosas no han hecho mas que empeorar. Con una Francia dividida y debilitada por los continuos saqueos e insurrecciones, Selene y sus amigos continúan su viaje para llegar a tierra santa, a través de...