El Mensajero y Jaques

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El bosque siempre había tenido esa sensación de libertad, que era difícil encontrar en la ciudad, con las personas. Tal vez había sido por como mi padre me había criado, tal vez había sido por todas las traiciones que había visto en vida, Que había elegido la paz y la tranquilidad del bosque. Por mi propia cuenta podría haber vivido ahí. Desde el bosque pude haber tenido la vida de paz y tranquilidad que todos buscaban y aun así había sido Selene la razón por la que decidí dejar el bosque. Porque quería saber que sería de ella, porque me preocupaba lo que le sucediese. Porque ella podrá saber matar un hombre, pero no puede defenderse de las garras del bosque. Nadie puede. El bosque se lleva incluso a los más fuertes.

      Salieron con rapidez. Jaques sentía gran peso debajo de la cota de malla que le habían dado. En su cinto llevaba la espada de su padre. Y en la cabeza faltaba el yelmo, el muchacho no había querido utilizarlo. Tras él iba Selene en su armadura y luego el mensajero. Los tres salieron por un postigo oculto en la muralla este.

     --Con cuidado. —dijo el muchacho, no queremos que nos vean. —dijo el muchacho. Y se acercaron a los arbustos más cercanos. El bosque era inmenso a su alrededor.

      Incluso se podía sentir más frio que en la ciudad. El aire era húmedo también. Continuaron caminando entre los arbustos.

       El muchacho vio entonces pisadas en los caminos. Tenía un don para rastrear animales. Pero también personas, podía saber cuándo se trataba de un campesino por la forma en la que caminaba o por un soldado por el peso de las armas. Y lamentablemente esa era de estas ocasiones donde se trataba de un soldado.

      --Alto. —dijo Jaques y luego se puso en cuclillas, pasó sus dedos sobre las huellas del soldado. Pudo sentir la tierra seca. Lo cual era extraño en un bosque húmedo. El hombre tendría que haber dejado esos terrones de tierra seca de la planta de sus zapatos sobre la húmeda tierra. –Están cerca—dijo Jaques. Entonces en la distancia los tres pudieron ver a los hombres, serían cinco de ellos. pero por el verde de sus capas. No eran borgoñeses.

      --Normandos. —dijo Selene,

     --¿Normandos? ¿Cómo lo sabe mi lady? —preguntó el mensajero.

     --Esas son las capas de la casa Boudin. Nos enfrentamos a ellos en Orleans, no esperaba que estuvieran aquí.

     --Bueno, tiene sentido, después de todo Alou dijo que Boudin estaba reagrupando sus fuerzas en Borgoña.

     --¿Qué? —preguntó Selene.

     --¿Qué de qué?

     --No habías dicho que el hombre que te había dicho que el ejército de Boudin se reagrupaba en borgoña había sido de uno de los capas de cuero.

     --Cuál es la importancia. —dijo el muchacho.

      --Jaques ese es uno de los hombres que servía a Alfoz.—respondió Selene.

      --Alfonz está muerto Selene. Además, Alou no nos delató en el bosque cuando los perros me mordieron.

     --¿Cómo lo sabes? —preguntó Selene.

     --Crees que yo soy un buen rastreador, bueno Alou es tres veces mejor rastreador de lo que yo podría jamás llegar a ser. Obviamente sabía que nos estábamos escondiendo tras esos arbustos y nos dejó ir.

     --Bueno eso no sabía...aun así no creo que...

     --Muchachos, luego se las arreglan con un beso, tenemos una misión que cumplir, ¿recuerdan? —dijo el mensajero.

La Doncella de Hierro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora