El Rencuentro y Jaques

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La primera vez que había visto la nieve había sido con la familia de cazadores, Sin embargo, fue con su padre cuando descubrió lo horrible de la nieve, fría, húmeda y como su tío le había mostrado, se pintaba de rojo con facilidad.

Los muros de Tours llevaban esas pesadas banderas negras que caían de los muros de la ciudad. El Rio se había congelado. Y las grandes columnas de humo se alzaban en el cielo. Aunque La Duquesa Geneve, había pensado lo peor. Pero cuando los jinetes del Duque Germain salieron a recibir a la duquesa había sido un alivio.

--¿Quiénes son y cuáles son sus intenciones? —había dicho uno de los jinetes.

--Soy la Duquesa Geneve de Aquitania; señora de Poitiers. Solicito un salvoconducto para mí y mis tropas. Así que os ordeno que me lleve con El duque Germain Martel. —dijo la duquesa.

--Como ordene Duquesa. —respondió el jinete. –Pero no podrá hacer pasar su ejército.

--Ellos acamparán a los pies de la muralla. —dijo la duquesa.

Siguiendo a la Duquesa iban sus caballeros más cercanos. A su lado Lord William Ursa y dos escoltas que llevaban su estandarte de la nutria. Luego Selene y hasta atrás iba Jaques.

"Tal vez después de todo si soy un escudero" bromeo Jaques. El rastrillo se alzó y las fuerzas de la duquesa pudieron pasar. La gente de Tours vestía con colores sobrios esa ocasión y sobre cada casa había una vela encendida. sobre las murallas y edificios importantes caían banderas negras sin ninguna insignia.

--No parece la misma gente jovial de hace un tiempo. —dijo Selene.

--No.—respondió Jaques. —Definitivamente algo parece haber pasado.

Entonces la gente se acercó a la los recién llegados, algunos pidiendo por piedad y misericordia, otros pedían limosna y otros eran vendedores de baratijas. Jaques recordaba entonces la razón por la cual detestaba quedarse en la ciudad Pues al llegar el invierno, las ciudades se cerraban a cal y canto. Y la gente comenzaría a desesperarse. Entonces mientras Jaques trataba de ignorar a todos los muertos de hambre lo vio a él.

El hombre de las cicatrices de la varicela, el segundo al mando de Alfonz. Y nuevo jefe de las capas de cuero...

"Alou" pensó Jaques. El hombre se dirigió por una callejuela. Jaques le dio media vuelta a su caballo.

--¿Jaques a dónde vas?—le preguntó Selene.

--Tengo que hacer algo antes, tu continua Selene, me reuniré contigo en el castillo una vez que termine este asunto.

El muchacho se alejó de las personas y después descabalgó y amarró a su montura en un poste. Al otro lado de la callejuela había una pequeña plaza solitaria. En el centro una fuente donde el agua se había congelado pero lo más extraño eran aquellos escombros.

--Sé que estas aquí Alou...--dijo Jaques.

--Me sorprende muchacho. —dijo entonces el bandido y salió por detrás de los escombros. —No pensé que me hubieses visto entre todo ese gentío. ¿Cómo te encuentras muchacho? Esos bastardos te dieron un buen corte en el pecho.

--Ya no tengo el pezón izquierdo—dijo Jaques.

--Igual era inservible. —dijo Alou.

--El Paladín Erembourc hizo esto.—dijo Jaques. –Me alegra saber que ahora se encuentra en el infierno.

--¿En el infierno?, No, te equivocas muchacho, Erembourc esta con vida, En este momento él y sus hombres ya se han de haber reunido con el príncipe Raphael. Y marchan hacia el norte.

--Cómo pudiste permitir que ese hombre hiciese lo que hiciese, todas esas personas inocentes y que me hiciera esto Alou.

--Desde cuando te importan los demás.

--Alguien debe ver por ellos. —dijo el muchacho.

--Se te están pegando muchas actitudes de esa chica. Las actitudes de una mujer pueden ser peligrosas en un hombre.

--Tal vez, Al menos Selene sabe diferenciar el bien y el mal. No como tú.

--Oh muchacho yo tu propio ángel de la guardia. Yo soy el único que ha protegido tu pellejo desde que saliste de Orleans. Fui yo quien te advirtió sobre los burgos y fui yo quien guío a ese joven lord al campamento de Erembourc.—Dijo Alou. Jaques cruzó los brazos. —¿No me crees?

--Suena demasiado noble, hasta para ti. —dijo Jaques. --¿Qué haces aquí en Tours?

--Vine a verte. —dijo Alou. —A advertirte sobre la verdad. –Alou sacó de su cinto una moneda de oro y se la lanzó a Jaques. El muchacho la agarró. Era una moneda extraña, tenía el rostro de un rey por un lado y la cabeza de un león en el reverso, pero las letras no hacían sentido. Era la primera vez que veía una moneda así.

--¿Qué es esto?

--La verdad. —dijo Alou. —Este es el lugar donde encontré esa moneda, esta es una boticaria. Donde las mujeres compran pócimas, para calmar los nervios, los dolores del embarazo y abortar...El hijo de la reina, el bastardo que iba a tener con el príncipe Raphael ésta muerto. Fue abortado por la reina, utilizando Mala Madre. Una pócima que la boticaria vendía aquí. Aquí fue donde encontré esa moneda, En Bretaña hay 25 costales llenos de esas mismas monedas. Y no es todo—Tiempo atrás un hombre llegó a nuestro campamento y pactó con Alfonz. Tres costales de oro, a cambio de causar todo un gran desastre, a cambio de saquear todas las aldeas costeras de Normandía.

--¿Qué? ¿Quién fue?

--Un inglés. —dijo Alou. —mis sospechas, es que fue el mismo caballero que viaja con ustedes.

--¡Ser William! —exclamó Jaques. —El hombre será un estirado y un niño bonito, pero, no es un mal hombre. El no sería capaz, es un hombre honorable y leal a sus votos.

--¿Pero quien le dio esos votos? —preguntó Alou. —El príncipe Raphael habló sobre el hombre que lo financió; un inglés que desembarcó en Bretaña, se me ocurre que, la única razón para la que el príncipe Raphael se alzará en rebelión no sería simplemente porque quería el coño de la reina para él. Si no porque Louis de Anjou ayudo a Ricardo Plantagenet a usurpar el trono de las manos del rey de Inglaterra.

--Si ser William pudo hacer todo esto y dices que los financió a ustedes, porque lo atacaron en la batalla de Orleans, porque los borgoñeses lo atacaron en el camino.

--No lo sé muchacho. Solo te digo lo que sé. te estoy advirtiendo de la misma manera que advertí a tu padre de Alfonz, y a Alfonz de ti y a ti de tus enemigos. —Dijo Alou. —Pero parece ser que a ustedes no les gusta escuchar. Así que solo diré esto, El Príncipe Raphael guía su ejército hacia el norte, su intención es llevarlo al bosque de Versalles y de ahí a París. Dile a la reina eso, dile a tus duques eso.

--¿Por qué habrían de creerme a mí?, Alou, si tu vienes conmigo, los podríamos convencer.

El hombre entonces se retiró la capucha y dejó que Jaques viera las cicatrices de su enfermedad.

--¡Mírame muchacho! cuando me ves, cuando todos me ven no ven a un héroe. Ven a un monstro, Las personas como tú o como yo no somos héroes, los caballeros como el inglés, como la chica guerrera, ellos son los héroes. Nosotros siempre seremos los malos de la historia. Este será el adiós muchacho. —dijo Alou. —La próxima vez que nos veamos muchacho, será en el campo de batalla. Así que trata de que no te maten.

El hombre se volvió a poner su capucha y se fue por una callejuela...Jaques no dijo nada, solo se quedó viendo. 

La Doncella de Hierro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora