Los Vikingos y Edric

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Cuando era niño Papá solía contarnos a Selene y a mí historias sobre los hombres del norte, aquellos paganos que asaltaban las aldeas de costeras, saqueando tesoros, matando hombres y esclavizando mujeres. Podía notar en Selene el miedo, pero en mí, en mí había un extraño deseo, un extraño deseo de ser como ellos. Vivir y morir por la espada, saqueando tesoros y follando a todas las mujeres que quisiera. ¿Qué clase de hombre no querría una vida así?

     Querría decir que no daban miedo, pero aquellos barcos si lo daban, inmensas barcazas de gigantescas velas, con aquellos dragones y serpientes rugientes tallados en la proa de los barcos. Oh acaso el miedo que tenía era por aquellos gigantescos hombres de espesas cabelleras rubias, castañas y pelirrojas. Con enormes barbas y tatuajes rúnicos sobre su cuerpo.

    --Los llaman los Varegos, vikingos y nórdicos —Había dicho Nikolo. –En Constantinopla el emperador Basilio tiene su guardia personal lleno de estos enormes hombres, dice que son los mejores guerreros del mundo.

     --Son grandes pero creo que podía vencerlos a puño cerrado.—respondió De Bois.

    Edric no respondió, estaba mas interesado en saber porque los barcos de aquellos vikingos se encontraban sobre una duna de arena en vez del estar encallados en la playa. Los hombres tenían jabalíes cocinándose en grandes asadores justo en medio de su campamento. 

    Sin embargo lo que le causaba mas extrañeza a Edric eran aquellas mujeres, al igual que los hombres vestían con armadura y practicaban con las hachas y las espadas como si se tratara de cualquier otro guerrero mas. Edric no pudo contener la risa, después de todo que clase de mujer tenía la fuerza para poder pelear usando armas.

    --Que lugar mas raro.—dijo Edric.—Las mujeres pelean como si fuesen cualquier otro hombre.

    --Es una estupidez.—respondió De Bois.—Él lugar de una mujer es en la cocina, no en el campo de batalla, estos hombres están estúpidos por dejar a las mujeres ir a morir a la guerra.

     Tancredo y Nassir caminaban hacia el palanquín donde se encontraba sentado un hombretón de larga barba roja con tatuajes en la mitad de la cara, y largo cabello ensortijado de donde le colgaban aros de metal. El hombre tenía la complexión del guerrero. Y los dientes rojos con pequeños surcos grabados en ellos. alrededor de sus profundos ojos azules tenía ollín negro.

     Uno de los hombrecillos al lado de aquel jefe de guerra, estaba encadenado de las manos y de los pies, dando pequeños pasos uno de tras del otro.

    --Estan en presencia de Brinnjar Ivarson, El cazador negro.—dijo aquel esclavo.

     Luego el jefe de guerra habló y su esclavo sirvió como interprete.

    --Jarl Brinnjar quiere saber ¿porque razón los caballeros del temple cabalgan al lado de los hashashin?

    --La orden del temple busca contratar los servicios de Jarl Brinnjar.—respondió Tancredo de Aviñón.

     El esclavo le tradujo al nórdico todo lo que había dicho el caballero. El Jarl comenzó a reír como frenético y volvió a decir unas palabras.

    --Jarl Brinnjar, dice que no confía en ustedes caballeros, puesto que tienen un hambre por el oro mas grande que la de los vikingos.

    --Decidle a tu Jefe que tenemos una propuesta muy especial.—dijo Casio.

    El esclavo volvió a traducir. Y El jarl respondió.

     --Jarl Brinnjar pregunta ¿Qué es lo que hacen las catafractas bizantinas tan lejos de Constantinopla?

    --Saladino no vio con buenos ojos cuando ustedes Varegos saquearon Chipre meses atrás, tal como yo veo la razón por la que están aquí y no se han aventurado hacia el mar es por el temor a la flota de Saladino. —respondió Casio. —Esclavo traduce exactamente lo que voy a decir. Jarl Briummjar Ivarson, tenemos la intención de conquistar la ciudad costera de Acre. Si accedes a ayudarnos con el ataque. Podrán llevarse todo aquello que encuentren en las mezquitas.

     El Esclavo tradujo, tal como Casio le había pedido, El vikingo sonrió maliciosamente y luego se levantó de su asiento. El hombre era tan alto y grande como un oso en sus patas traseras. Y camino hacia Tancredo y Casio.

     La diferencia entre estaturas era monumental. Tancredo rápidamente desvió la mirada, pero Casio la mantuvo fija en los ojos del vikingo. No podía demostrar debilidad. Y eso es algo que Edric respetaba. Los hermanos alrededor de Tancredo tenían las manos sobre los mangos de sus espadas, listos para desenvainarlas en cualquier momento.

     El vikingo dijo algo en la lengua nórdica, y el esclavo comenzó a traducir.

     --Jarl Brimmjar dice que la cuidad de Acre es inexpugnable por la bahía. El faro revela la identidad de cualquier barco que se acerque. —dijo el esclavo.

     --Nosotros sabemos cómo movernos.—respondió Tancredo.—Antes de que Saladino tomase Acre, fue una ciudad al servicio de la Orden del temple. Sabemos cómo infiltrarnos en la ciudad. El Faro será callado.

    El esclavo volvió a traducirle al vikingo. Jarl Brimmjar volvió a hablar.

     --Jarl Brimmjar no posee tantos barcos para transportar a todo vuestro ejercito a través de la bahía.—respondió el esclavo.

     --No hace falta. —respondió Tancredo, Atacaremos por la puerta principal. Lo que queremos es evitar que algún sarraceno escape por el mar.—dijo Tancredo. —Parece ser un buen trato, lo único que tienen que hacer es atacar los puertos y podrán quedarse con todo el oro de las mezquitas paganas.

    Brimmjar empezó a reírse, y le tendió la mano a Tancredo y a Casio. Así fue como Edric supo que trabajaría con ellos. 

La Doncella de Hierro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora