Cuando tenía 10 años salí a cazar con mi padre por primera vez. Esa vez estaba armado con un arco un carcaj con cinco flechas. Perdí tres de ellas tratando de matar a un conejo que se fue escapando, pero logré derribar una codorniz con la cuarta flecha. Cuando la llevé con mi padre él se alegró tanto que las lágrimas salieron de sus ojos. Incluso viviendo esa patética vida en la granja, por un momento me sentí feliz.
La sonrisa en los labios del Gran Maestre era suficiente respuesta a la pregunta que Edric buscaba. Robert de Sable se levantó de su silla y puso sus manos y le dio una palmada en los hombros al muchacho. El Gran Maestre le sacaba dos cabezas a Edric.
--¡Bien, bien hecho! —exclamó el gran maestre.
--Ahora que tenemos Acre en nuestro poder ningún rey cristiano podrá hacer oídos sordos a nuestra suplica. Ya lo verás hermano, Pronto veremos sobre las colinas ríos de estandartes de la santa cruz. La Reconquista de Tierra Santa iniciará este día.—dijo El gran maestre.
--Hay otra cosa, Gran Maestre. El hombre que decidió zarpar hacia Europa fue el hermano Odou. Y El hermano Tancredo ha decidido quedarse a cuidar la ciudad de Acre. —respondió Edric. —El Crac ya no tiene su Castellán, por esa razón quisiera ser el próximo castellán de la fortaleza.
--¿Esa es la recompensa qué pides por tu consejo? —preguntó el Gran Maestre.
--No, ya perdí mis tierras en Karnak, no quiero volver a perder nada más en mi vida.—respondió Edric.
--Hermano Edric, una cosa es ser nombrado caballero y señor de alguna tierra, pero ser Castellán de un castillo no es un título que se da a la ligera, debe de haber cierto merito detrás del individuo.
--Yo tengo merito, fui señor de Karnak, luché en las cruzadas, defendí Jerusalén lado a lado del caballero Balian.
--Hermano, no se trata de que tan buen guerrero seas, Un castellan no es el señor de un castillo, un castellan debe saber de contabilidad, de administración y finanzas. Las labores de este es verificar que el castillo se encuentre en óptimas condiciones, que no falte comida en las despensas, que pueda contabilizar los impuestos de los comerciantes que pasan por la fortaleza.
--El hermano Tancredo ha decidido quedarse en Acre a cargo de la ciudad.
--Aun así, hermano no puedo dejarte a cargo del castillo. Sin embargo, puedo empezar a prepararte para el cargo.
--¿Cómo Gran Maestre?
--El muro Este necesita manutención y los onagros necesitan reparación. No podremos defender el castillo en estas condiciones si la mitad de nuestras defensas se encuentran inutilizadas. Le daré albañiles e ingenieros para que se encargue de esa labor. Si es capaz de realizarla, veré su potencial para meterlo en la tesorería de la orden. Y de ahí eventualmente ir subiendo hasta ser Castellán. —respondió el Gran Maestre.
Edric salió decepcionado de ahí, pero había aprendido una lección. Este no era un mundo donde pudiese subir matando a las personas correctas. En esta ocasión para subir tendría que utilizar su cabeza. Y eso era algo que no le gustaba. Pues ahí dentro no había nadie que lo defendiese de aquellos gritos e insultos de todos aquellos que vio morir en el campo de batalla.
Ahí estaba Edric sobre el segmento de la muralla, al otro lado el mar de arena que los separaba de alguna otra ciudad kilómetros de distancia.
--Ves, te dije que ibas a fracasar. —respondió De Bois. —Estos no son nobles, ni árabes, esta es la Orden del Temple. Estos hombres son expertos en engañar a otros para que luchen sus guerras por ellos.
--Todo lo contario mi buen amigo. Esto es todo lo que necesito. —respondió Edric.
--¿Qué quieres decir?
--Este es el segmento de la muralla más débil que hay en todo el Crac. Y Yo soy el que debe encargarse de su reparación. El Gran Maestre sabe que me ha dejado una labor muy importante. a mí un pobre diablo que llegó hace unos meses. ¿Sabes por qué?
--Eh, ¿Acaso importa?
--La razón es simple, el temple se vio obligado a dividir sus fuerzas cuando atacó Acre, lo único que se me ocurre es que la mayoría de los hombres capaces yacen bajo la arena durante el sitio o custodiando la ciudad. El Crac está inhabilitado.
--Eres un hijo de puta muy listo para tu propio bien.—dijo el hombretón.
--Espero que sea Al Mutah Alim , el que se beneficie de eso.—escucho Edric una voz a su lado. El hombre vestía con telas claras y estaba cubierto de arena. Era un árabe, uno de los Hashashin que Nazzir había llevado con él al asedio de Acre. —Al Mutah Alim no está contento con tus acciones desertor. Le has costado muy caro. Ponerte en libertad le costó la ciudad de Acre.
--Así que Al Mutah Alim tiene halcones infiltrados dentro de los Hashashin.—dijo De Bois riendo.
--Las alas del halcón cubren toda la tierra santa y más. —dijo el hashashin.
--¿Dices que he olvidado mi lealtad? —preguntó Edric.
--No si quieres volver a Karnak.
--No hay día y noche que no piense en lo que se me ha arrebatado. Aquí yace la llave del Crac. —dijo Edric. —Este es el segmento de muralla que hay que atacar. Las defensas están inutilizadas.
--Ya lo veremos templario. —respondió el Hashashin entonces una ráfaga de arena cubrió al hombre haciéndolo desaparecer frente a sus ojos.
--Mierda, como odio cuando hacen eso. —respondió De Bois. —Esos monstruos son brujos.
--No De Bois, no son brujos, solo tienen buenos trucos bajo su manga. —respondió Edric.
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La Doncella de Hierro II
Historical Fiction¡GUERRA! Después de la Batalla de Orleans, las cosas no han hecho mas que empeorar. Con una Francia dividida y debilitada por los continuos saqueos e insurrecciones, Selene y sus amigos continúan su viaje para llegar a tierra santa, a través de...