Capítulo 11: Shinzoku

117 15 0
                                    

Después de una semana viviendo en Tokio, como gente normal. Visitando centros comerciales, calles, parques de la zona. Yûki decidió alegarse un poco de la vida urbana que estuvo llevando por unos días y regreso al acantilado a entrenar.

Yûki no perdió tiempo, y en un segundo su cabello había desafiado las leyes de la gravedad y tornado en un rubio intenso, que poco a poco se convirtió en uno cenizo al controlar su ki.

El alba apenas se dejaba ver por el lado de las montañas del este, la planicie se alumbraba de poco en poco dejando ver las sombras de las nubes que impedían el paso a unos cuantos rayos de sol. La espuma salada del mar se estrellaba contra la roca sobresaliente o era fundida junto con la dorada arena de la playa; las olas parecían hablar a espaldas de la castaña, entre los susurros de la marea, los dulces cantos de las aves madrugadoras que se oían provenientes del bosque, una brisa helada recorrió la zona haciendo bailar al pasto bajo sus pies. Con los ojos cerrados aun, la joven sintió aquella brisa acariciarle la cara con una delicadez paternal.

Abrió los ojos de golpe, haciendo un aura dorada la cubriera por completo. Lanzando golpes al aire, cada uno con la fuerza como para atravesar dos paredes de titanio en menos de medio segundo. Con unas patadas tan altas que superaban su 1.65m de estatura, algunas secuenciadas con golpes laterales, puñetazos que despedían ráfagas de aire de más de 324 km/hr, una mirada decidida y una sonrisa que no enseñaba su dentadura, Yûki entreno hasta el mediodía cuando algo inesperado paso:

Ulteriormente de lanzar un puñetazo al frente, Yûki se detuvo a descansar en esa posición de combate. Su corazón resonaba en su garganta impidiéndole el paso libre al aire fresco que le hacía falta en sus pulmones. Con una respiración jadeante se mantuvo unos momento, cerró los ojos y bajo lentamente su brazo de la posición de la que este estaba.

Quería quedarse descansando unos segundos más pero una presencia borrosa la hizo encender sus sentidos al máximo. Esa presencia se le hacía muy familiar, pero al estar borrosa se le dificultaba predecir la identidad del sujeto. De un salto Yûki se puso en modo de combate en dirección en la que la energía del supuesto desconocido se le hacía más intensa. Den un segundo a otro la presencia de un hombre sonriente se hizo presente, con sus dos dedos en la frente y su particular dogi. Saludo a su "nieta" con la mano de la frente, ya que en la otra llevaba una bolsa.

En la cara de la castaña se estampó una sonrisa imborrable al ver al único ser que la había tratado como familiar en su poca infancia. Yûki le correspondió el saludo. Ya hace más de un año que no lo veía, que prácticamente no sabía nada de él.

(...)

El sol de las 4pm quemaba la piel de Yûki. Con el sudor escurriendo por la frente y una vena palpitante en la sien, trato de tranquilizar su jadeante respiración. Apretó los puños con fuerza, separo sus piernas a la altura de sus hombros. Hizo fuerza en los brazos, se metalizo para poder su cansancio olvidar y dar lo mejor de sí en esos pocos minutos que le sobraba al entrenamiento.

Con un grito de lucha lleno de decisión, Yûki alzo su cabeza al cielo. La tierra comenzó a temblar estrepitosamente. Logrando así que un cráter con un diámetro de 3m se excavara bajo sus pies por la basta elevación de su ki. Un aura celeste impidió la vista directa del cuerpo de la adolescente. Su cabellera café se elevó por encima de sus orejas, despidiendo pequeños relámpagos blancos que rápidamente abarcaron todo su cuerpo. Una escarcha azul se fue desglosando de está, disolviéndose entre las fuerte brisa que la rodeaba, dejando a la vista su cabellera azul neón, las pupilas se pintaron de un azul un poco más oscuro. Volvió su cabeza hacia el frente; donde choco miradas con su abuelo, la cual emanaba una expresión de alegría y orgullo ajeno.

Goku hizo lo mismo y en un dos por tres, empezaron a entrenar como en los viejos tiempos. Yûki lanzaba puñetazos contra su abuelo, la mayoría de estos eran bloqueados por la palma del otro o por su antebrazo posterior. La defensa de Goku era prácticamente lo mismo, pero sus golpes nunca llegaron a tocar siquiera un pelo de la menor, con una velocidad digna de su poder Yûki los esquivaba con movimientos simples. Encontró el espacio perfecto para agacharse cuando el puño de Goku estaba a punto de tocar su nariz y con un giro dado por sus manos apoyadas en el pasto, se impulsó para acertar una patada en el estómago del mayor logrando que retrocediera unos 6m.

La Leyenda de Yûki San [#PlusUltra19]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora