Capítulo 73: Gélida armonía

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Las primeras horas de la mañana habían pasado como cualquier otra. El incidente aún estaba en boca de todos, no había ningún noticiero que no hablara de él y del intento terrorista simultaneo al otro lado del mundo, resueltos por el mismo héroe. Obviamente, los jóvenes en las escuelas de ambos países no pudieron evitar formular teorías sobre el potencial de la heroína durante los descansos entre clase y clase, llevándose leves regaños por parte de los presidentes de la clase; claro, cuando estas empezaran en el continente del oeste.

Las brisas soplaban, arrancando hojas de las copas de los árboles, silbando entre los edificios de toda la ciudad, resoplando en las alturas de la bóveda celeste, arremolinando a diestra y siniestra los algodones de agua concentrada, haciendo, en algunas ocasiones, figuras abstractas con las que los niños se entretenían encontrándole algún parecido con la realidad. El sol alumbraba con fuerza, mas sin calor, estaba dando a entender que el otoño no debía de ser siempre sombrío. Estaba claro que para la mayoría significaba la época donde toda planta pierde su colorido y verde fulgor para darle paso a las heladas del invierno donde la blancura de la muerte y el sopor de las personas crecía sin descenso; pero para Japón, solo significaba la bienvenida a una nueva temporada, cubierta de vida, solo que en una paleta de colores completamente distinta, sabiendo que al paso de la nieve y la cristalización de los pocos lagos del alrededor de las ciudades sólo era un paso más hacia un nuevo nacer.

Estaba ensimismada en el paisaje, los parpados le dejaron de pesar luego de un merecido descanso, pisando solamente con un pie una delgada viga de metal rojizo, sosteniéndose de otra más alta con su mano, dejando colgado la otra mitad de su cuerpo, balanceándolo en la feria punta de una antena. Esperaba, buscaba entre las sombras más lejanas a donde el aumento provocado por la función del augma la llevaba, entre callejones que se juntaban creando laberintos repetitivos, mientras que otra de los sistemas escaneaba las conexiones satelitales en busca de algo interesante o que se saliera del algoritmo con el que está diseñado; más bien esperaba, no sabía cuánto éxito podría tener al estar analizando las calles de una ciudad, seguramente Kirigaya tendría más éxito en encontrar un indicio en todos los aspectos.

Esa idea la distrajo, echó su cabeza hacia atrás, sus ojos no se deslumbraron con el brillante azul gracias a una imperceptible película de un oscuro holograma que los protegía. Una sonrisa indulgente esbozo sobre sus labios una leve risa, pensando en que estaría haciendo la azabache de mirada carmesí junto con el chico de cabellera bicolor a esas horas fuera de la academia. No se imaginó nada fuera de la realidad. Le divirtió la ironía de esta.

Saltó de las alturas, dejándose caer en el vacío hasta la base de la estructura metálica, cuando una señal se desplegó del augma. Elevó su ki, iniciando un rápido vuelo hacia la zona marcada por este. Por lo menos su día no sería aburrido.

[...]

El entorno le recordaba a su infancia: esas largas y cálidas noches, acostada sobre el tatami de una casa hecha completamente de madera, elevada unos cuantos centímetros del húmedo suelo. Las pinturas de tinta con trazos sueltos colgados en las blanquecinas paredes, asemejando árboles y oleajes del mar tranquilo. Las puertas corredizas que encaminaban hacia otras habitaciones, hacia el largo pasillo que recorría toda la casa o hacia el inmenso jardín o bosque.

Tras pedir un permiso para salir de la academia en horario de clases, y tras acordar algunos trabajos extras, Aizawa-sensei los había llevado, mas solo eso, esperaba afuera con algo de impaciencia a que esa reunión familiar acabara. No había parado de hablar con Fuyumi en los minutos que habían pasado desde su llegada a la casa de Todoroki. No era la primera vez que estaba dentro de esas cuatro paredes, pero todo le parecía nuevo, después de todo, hace más de medio año que había ido. Ignoraba completamente el sonido y las voces provenientes del televisor a unos cuantos metros a su derecha, al igual que los chicos de la habitación lo hacían mientras sorbían los fideos, sin mucho que decir en la conversación de las mujeres. Prefirieron quedarse al filo de esta.

La Leyenda de Yûki San [#PlusUltra19]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora