Capítulo 50: Decisiones

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Los primeros rayos del alba golpeaban con delicadeza las sombras de la noche, haciéndolas cada vez más finas a la vista, dando pauta a las iniciales tareas de la mañana. O por lo menos para la mayoría. Se había trasnochado desde que la luna reino el monto nocturno hasta ese momento, investigando los rostros que su augma había gravado la noche anterior, antes de que saliera corriendo de un posible alcance por parte de los Yakuzas.

Si no fuera por un pequeño golpe que Sakura dio a su puerta antes de entrar, se hubiera quedado exhorta entre la oscuridad y los hologramas.

–Es hora de desayunar, Yûki –la azabache detectó la ligera impresión en el rostro de la castaña –. ¿Saliste a noche?

–Sí –contestó en un murmuro, girándose para quedar frente al escritorio.

– ¿Dormiste al menos? –inquirió, recargándose sobre el marco de la puerta.

–No. Me quede la noche entera investigando –dijo, frotándose los ojos antes de recargarse sobre el respaldo –. He descubierto algo grande... Dudo que lo pueda dejar.

–Bien. Supongo que no te han llegado alertas si estás aquí, así que por el momento prepárate. No te dará tiempo siquiera de comer –suspiró antes de curarse–. No vemos en el salón.

–Sí, claro –susurró extrañada de que la ojirroja la estuviera reprimiendo.

–A propósito, Yûki –habló sin dirigirle la mirada –. Tenemos que hablar, de mucho.

Sakura desapareció tras cerrarse la puerta. Se frotó la cara una vez más, soltando un leve gruñido de desesperación antes de pararse y dirigirse al baño. Aventó un poco de agua a su rostro, para después verse en el espejo. A pesar de haber solo dormido doce horas en los últimos cinco días, no había ningún rastro de insomnio en su cara. Solo una pequeña sensación de mareo se apoderó de su frente. Sintió como una fuerte calidez creciera por dentro de su cabeza, que al tocar con el cráneo se convertía en una fría brisa. Se recargó sobre el lavabo mientras la sensación desaparecía.

Después de bañarse, se vistió rápidamente. Deteniéndose solo un instante para ver la pequeña cicatriz en su hombro izquierdo. De la gran herida sangrante provocado por la fortísima honda de All for One, solo quedaba una marca blanquecina del tamaño de la uña de su dedo meñique. Como lo supuso en su tiempo, solo un leve daño.

Tomó por debajo de su cama el maletín, tomando su cinturón utilitario antes de guardarlo. Era cierto que no había tenido ninguna llamada de emergencia o crimen en las últimas doce horas, pero eso no implicaba que podría ir por la vida fingiendo que no pasaba nada malo. Ese no era su estilo. Siempre buscaba ir un paso adelante que sus oponentes, la mayoría de las veces lo lograba, y eso hacía que confiara en su estrategia.

Rebuscó en la lateral de su ropero su mochila. Sintió un gran agradecimiento hacia Yaoyorozu por incitarla a copiar los apuntes hasta el día de ayer. No quería imaginarse la cara de Aizawa-sensei si no los llevaba. Ya era tarde, sentía los ki de los chicos ya bastante alejados de los dormitorios. Solo quedaba ella en ese edificio.

Se encamino a la estructura académica del campus. Bien podría haber llegado de un salto hasta la azotea de este, pero no le parecía que fuese necesario. Era tarde, cierto, pero no tan tarde como para no llegar en cinco minutos. Además le daría unos minutos extra para terminar un viejo archivo.

–Buenos días –saludó, pasando hasta el fondo del salón.

–Hola, Yûki –dijo Midoriya, quien instantes antes estaba charlando con Todoroki –. Hoy te quedaras con nosotros, ¿verdad?

–Eso espero, Deku –habló Yûki, dejando su mochila sobre el escritorio –. Pero si se presenta una emergencia tendré que dejarlos. Lo siento.

La Leyenda de Yûki San [#PlusUltra19]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora