Capítulo 67: La mañana del Festival

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La luna permanecía en lo alto, todo estaba sumido en las penumbras que los altos árboles y los matorrales dibujaban sobre el césped, espolvoreado con las hojas marchitas que caían con cada brisa. Uno que otro grillo se escuchaba en la distancia, y el ulular de las lechuzas no faltaba. Prácticamente todo el campus estaba sumido en la quietud, las luces de los dormitorios estaban apagadas. Mas la área arboleada era la excepción. Fuertes ráfagas iban y venían por entre los árboles, pequeñas barreras de energía impedían que estas los dañaran. Izuku apuntó nuevamente, haciendo un efecto de resorte con su dedo pulgar y el índice, su mano cubierta con un guante que en la parte del dorso tenían unos pequeños tubos salientes que direccionaban sus ataques. Soltó la ráfaga.

Yûki la esquivó con facilidad, únicamente tuvo que girar sobre su eje para dejarla pasar. Otro ataque de presión de aire le llego desde la espalda. Saltó para pisar contra una gruesa rama de árbol, con la cual se impulsó para volver al suelo una vez el viento pasó. Idealizó su contraataque en su mente, mandó una ráfaga por lo bajo, utilizando aire control, que impactó contra las piernas de Midoriya, derivándolo.

—Sigues distraído, Izuku —señaló la sayayin, irguiéndose —. No debes de atacar por atacar. Necesitas tener en cuenta cual puede ser el próximo movimiento del rival para poder acertar un golpe. Me sorprende que no estás analizando la situación como en las ocasiones pasadas. ¿Acaso sigues adormilado? Sé que son las cuatro de la madrugada, pero fuiste tú quien fue a tocar a mi puerta. Así que, ¿qué ocurre?

—Sí, puede que sea eso —rió Deku aun tirado sobre el pasto —. No sé. Últimamente mi mente no ha estado tan clara. Todo esto del Festival Cultural fue una locura, por fortuna eso se acaba hoy. Sumándole que las clases y los entrenamientos de héroe son cada día más difíciles...ah. Posiblemente solo estoy cansado.

—O estresado, como lo veo yo —dijo Yûki sentándose junto al chico —. Has puesto una carga sobre tus hombros que apenas puedes soportar. Quieres aprender mucho más que para lo que tiene tiempo. No digo que esté mal, pero deberías de descansar. Te lo digo por experiencia. Llega un punto del entrenamiento donde alcanzas el límite, y si sigues entrenando, le haces un perjuicio a tu cuerpo. Es como si fueras en retroceso.

—Pero ese es un punto del que todavía estoy muy lejos, Yûki —aludió Midoriya, sentándose —. Cada vez que nos atacan o me involucró en algo, me doy cuenta que lo que conozco es apenas la punta de un inmenso iceberg. No sabemos la cantidad de peligros que asechan allá afuera, y sé que aún no estoy preparados para enfrentarlos. Por eso quiero aprender todo lo que se pueda. No quiero desperdiciar la oportunidad de aprender tus técnicas y después arrepentirme.

Yûki no pudo evitar reír entre labios, la decisión y la convicción con las que el chico entonó esas palabras le hicieron pensar que le estaba dando una mayor importancia de la que realmente merecía. Se levantó del césped, extendiendo una mano hacia Izuku para ayudarlo a ponerse de pie.

—Entonces no hemos terminado el entrenamiento, Izuku —animó Yûki cuando Midoriya usó su mano de soporte —. Sigues pensando en las ráfagas como si fueran ataques físicos, inconscientemente. Tienes que darle más libertad a las ráfagas, pero sin perder el control. Sólo guíalo. Con que dejes de pensar que puedes salir herido por atacar de esa forma, supongo que es más que suficiente.

»Y necesitas despejar tu mente, no podrás predecir el siguiente movimiento del adversario si estás pensando en otra cosa. Esa es una habilidad que se adquiere con la práctica, ¿de acuerdo? Así que date unos minutos para mentalizarte y continuaremos con esto cuando estés listo.

—Claro —exclamó Midoriya.

Yûki se alejó un poco, dándole más espacio al chico, que ahora tenía los ojos cerrados. Se sentó contra el tronco de haya, dio un pequeño golpecito en la tierra fresca, para que un guijarro saliera despedido de esta, lo detuvo con tierra control mental. Lo hizo girar frente a ella sin siquiera mover un dedo, mirando de reojo a Izuku. El joven estaba suspendido en su propio mundo, o por lo menos eso parecía. Respiraciones tan profundas que se podía oír el esfuerzo que sus pulmones hacían para albergar esa cantidad de oxígeno. Sus brazos suspendidos, sometidos a la fuerza gravitacional. Había encontrado el truco para calmarse, después de todo, prácticamente todas las lecciones que Yûki le había instruido tenían su base en la energía y la meditación. Encontrar el equilibrio entre ambas le había tomado tiempo, noches en vela, repasando lo que la sayayin le había confiado. Cuando Midoriya exhaló, Yûki pudo sentir un leve aumentó en su ki. Sonrió para sus adentros. Estaba segura que el chico aun no lo notaba con claridad, aún no comprendía su propio ki; mas la habilidad había estado creciendo a espaldas de la adversidad, esperando a que fuera usada.

La Leyenda de Yûki San [#PlusUltra19]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora