Capítulo 66: Una junta no planeada

56 5 1
                                    

Las danzas del otoño empezaron a tener notoriedad aquella mañana, cuando las frías ráfagas silbaban por entre los edificios y levantaban la colorida hojarasca que empezaba a amontonarse. El sol ya estaba en lo alto, tras el grisáceo manto, calentando a los apurados civiles que transitaban por las calles. Yûki estaba apoyada sobre el parapeto de una estructura alta. Su descanso había pasado como un espejismo. Apenas unas semanas de estar con los chicos y tuvo que volver al patrullaje matinal. No había mucho que hacer, eso era lo que más le fastidiaba; mas no podía descuidar su deber. Había prioridades, prioridades que le habían parecido idóneas hace menos de un año. Pero las circunstancias cambian. Cambió. No tenía la misma frialdad que antes. Afortunadamente, su corazón pudo ser moldeado antes de que se petrificara con las marcas del dolor y la decepción sobre la superficie del tiempo.

Estaba inmersa en sus pensamientos a pesar de que mantenía la vista fija en la acera cambiante, deslumbrada por los rayos del sol que rebotabas desde los cristales hasta su rostro. Una leve ansiedad la mantenía estática a la orilla de aquel edificio. Le preocupaba de sobre manera, aun cuando sabía que no era el trabajo más peligroso que hubiera hecho. Los riesgos sobre pasaban la "normalidad" de las misiones. Además, se corría un peligro mayor si se fallaba. No era la clásica infiltración y sabotaje que tanto le gustaba por las noches de verano. Encima de que no estaba al tanto de como la operación iba, eso le alteraba más.

Tenía que despejar su mente antes de que los nervios se manifestaran. Llenó sus pulmones con una bocanada de aire, suspiró, divertida por el juego que su subconsciente empezaba a crear. Pensó que su preocupación era imaginaria. Después de todo, ¿de qué dudaba? Era Infiltriet quien había decidido empezar esta operación, él advertía todas las brechas en una misión y las cubría de tal forma que las acciones fueran como las sombras en una noche sin luna. Asimismo estaba Kino. Con los tres al mando de la estrategia, nada podía salir mal. Lo único que llevaban en contra era el tiempo, y probablemente la comunicación por parte del estadounidense.

¿Cuánto ha conseguido?, pensó Yûki girándose a la sombra que reflejaban lo edificios del centro, ¿será suficiente? Eso era. Las preguntas a las que no tenía respuesta, por eso indagaba hasta saber más que el adversario. Eran lo único que podía llegar a perturbarla en el momento del acto. El problema más grande que tenían era el inmenso telón de niebla que cubría al culpable, lo que lo había dejado sumergirse en las sombras del olvido por más de cuatro décadas después de interrumpir la paz con sus atrocidades. Dos hermanos habían rotó el silencio radial. Ahora, tenían la posibilidad de acabarla para siempre.

Yûki sacudió levemente la cabeza cuando una nueva idea quiso apoderarse de su lucidez. Se dejó caer un par de metros desde la azotea del edificio. Elevó su ki, perdiéndose entre las nubes ensombrecidas en menos de un segundo.

[...]

Kasai era conocida por su vida nocturna, cuando los puestos callejeros de golosinas y los karaokes se llenaban de estudiantes y civiles que querían olvidar el estrés del día. Pero con la diversión también se presentan los problemas. Varios robos y peleas eran las funciones de sus decenas de callejones. En cambio, no se podía decir que su actividad diurna fuera de lo más llamativo. Mas había que reconocer que tenía las centrales más ocultas de todo el distrito.

Yûki descendió de golpe a la penumbra de un callejón, las ráfagas hicieron retumbar los vidrios del alrededor, levantando algunas basurillas y espantando a un gato que yacía tranquilamente junto a los contenedores. El ruido del metal de la escalera de emergencia fue aprisionado por un vacío que le impidió expandirse hasta la calle. La castaña volvió la mirada hacia el muro adjunto, vislumbrando el diminuto espacio que había entre el marco y el junquillo de una de las ventanas. Saltó para agarrarse del alfeizar de esta, apoyándose de su antebrazo izquierdo mientras terminaba de abrirla. Entró a la estancia con una voltereta, cerrando la ventana tras ella.

La Leyenda de Yûki San [#PlusUltra19]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora