Capítulo 59: Guardián parte 3, Sacrificio

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La tela negra cayó con un sordo ruido contra las grises baldosas del pasillo sumido en la penumbra total. No entendía como era que los mafiosos delante de ella podían ver a través de los oscuros cristales de sus máscaras. ¿Cuánto tiempo tuvieron que haber pasado dentro de ese laberinto para que sus ojos se acostumbraran? Eso no importaba. Debía de recuperar la aglomeración, no estaba en condiciones de divagar. Las divisiones de su guante metálico en su brazo derecha brillaron, antes de que una esfera de ki se concentrara en su palma.

Yûki sintió que la temperatura de su frente aumentaba, y que el piso se empezaba a mover. Era muy extraño, sentía un leve temblor en las piernas. Extrañada, miró a los Yakuza, sobre todo a el que colgaba del techo. Saltó alzando su pierna izquierda, impulsó su cuerpo para que su pie tomara una dirección recta hacia la cabeza de Deidoro Sakaki.

Acentuó sus sentidos, nuevas explosiones rebotaron en su cabeza. Sus iris enfocaban tanto que se sentía una leve punzada de dolor. Los latidos de su corazón la ensordecieron como un eco detrás de los sonidos que desaparecían por los pasajes. Su cuerpo se estremeció al sentir los traqueteos subir por su torso hasta su mente. Tenía a dos Yakuza en frente, y no los percibía. Su psique priorizó lo que pasaba a metros de distancia. Las voces y los cuerpos se reflejaban sobre lo que veía. Su mente jugaba con las dos situaciones.

– ¡Chisaki! –el grito de Mirio resonó en su mente.

La doble imagen que presenciaba le daba una sensación de vértigo. Expandió su punto de equilibrio al deslizar su pierna sobre el suelo, atenuando las vibraciones, afinándolas para que la segunda imagen se volviera más clara para su subconsciente. Mirio lanzó un revés contra Chisaki, el cual lo esquivó, traspasando la cabeza de Eri con su pie para después dar una patada directa a Chrono, logrando apartar a la niña de sus brazos.

– ¡¿Por qué?! ¡No debiste venir! –chilló Eri al caer por los aires–. ¡Serás asesinado!

–No dejare que vuelvas a sentirte triste –Lemillion la atrapó en brazos, desprendiendo una pequeña capa de polvo en su aterrizaje –. ¡Todo está bien! ¡Seré tu héroe!

Elevó su ki para mantener su concentración en la circunstancia que la rodeaba. Si quería alcanzarlos debía derrotar lo más rápido posible a esos dos. Sakaki saco unas navajas del chaleco de pelaje que llevaba, colocándolos cual garras entre sus dedos. El cuerpo de la castaña giró completamente, mientras que su pierna apuntaba al techo, su mano se dirigía a un objetivo más bajo. Las negras navajas de Sakaki golpearon la espinilla de la chica, haciendo que el metal se quebrara en decenas de fragmentos que resonaron al chocar unos contra otros, mientras que el ataque de energía explotaba por debajo de la barbilla de Shin Nemoto.

Un poco de mareo no provocaría nada sobre la sayayin. El efecto era imperceptible a comparación de la presión y la sensación de la falta de aire que la máquina de gravedad artificial podía provocar sobre su organismo. El cuerpo de Deirodo se desprendió de los tubos cual hoja de un árbol, chocando contra los tabiques de la pared acompañado de una agresiva ráfaga. Shin tropezó, la explosión le había apartado la máscara y el sombrero, regresó su cabeza tratando de enfocar la vista, colocando una mano sobre sus lastimados ojos para atenuar el dolor que el destelló le había provocado.

Yûki jugó un poco con su velocidad. Se balanceó con ayuda de las tuberías para lanzarse contra una de las paredes, utilizando tierra control para que esta actuara como barro a su pasar. Los muros de toda la estructura eran demasiado gruesos, era inevitable maginar que cualquier ruido que se produjera dentro de las habitaciones, no saldría nunca. Era el espacio perfecto para la tortura. Frunció el ceño, avivando su ira, provocando que su impulso aumentara. A unos cuantos metros de la pared paralela, dio una voltereta, aboyando el yeso al empujarla para salir disparada.

La Leyenda de Yûki San [#PlusUltra19]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora