Palpó con cuidado la zona mientras lágrimas abundantes caían de sus ojos. Observó con atención que era mucho más grande que las veces anteriores. ¿Cómo haría para cubrirlo esta vez? Se miró fijamente en el espejo de cuerpo entero que había en su habitación y volvió a sentirse la mujer más sucia que podía existir en el planeta tierra.
¿Cómo era posible que no pudiera hacer algo para evitar todo aquello? ¿Algún día podría amanecer sin vislumbrar nuevas marcas en su pálida piel?
Tomó maquillaje y aplicó en aquellas zonas que consideró necesarias. Se vistió con sumo cuidado, intentando no lastimar su amoratada piel mientras se ponía el jean, optó por ponerse una camisa en lana color gris manga larga, necesitaba algo que la ayudara a sentirse segura, y que en realidad no se le hubiese olvidado tapar algún rastro de violencia en su cuerpo; se sujetó su cabello en un moño en el lado que deseaba ocultar con mayor urgencia.
Sentada sobre su cama, permitió que nuevas lágrimas salieran, dejando que bañaran su rostro de manera inmediata. En muchas ocasiones se había preguntado por qué no tenía la fuerza suficiente para largarse de aquel lugar, para dejar de ver a aquel monstruo todos los días de su vida; pero no podía, dependía de él en cierta forma. A veces pensaba en sus padres, en cómo, alguna vez, al igual que ella, habían depositado su confianza en aquella persona que, en lugar de cuidarla, solo buscaba maltratarla día tras día.
―Los extraño tanto ―susurró con la voz entrecortada sosteniendo entre sus manos aquel portarretrato que pudo conservar luego de que aquel hombre quemara todo recuerdo que tuviera a su alcance.
Y era cierto. Aun podía recordar la delicadeza con la que sus padres la trataban, la linda forma que tenía su padre de hacerle aquellas dos trenzas en su pelirroja cabellera, la forma en la que su madre todas las noches le leía un nuevo cuento antes de dormir. ¿Por qué tuvieron que marcharse tan pronto? ¿Por qué la vida había sido tan injusta con unos seres tan nobles y amorosos como ellos? Era algo que no concebía.
Tomó su bolso, se acercó a la puerta y, mientras sostuvo el picaporte entre su mano, aspiró aire con fuerza, tratando de llenarse de valentía, una que hasta el momento no tenía. Le daba miedo saber que antes de salir de esa casa tendría que encontrarse, inevitablemente, con aquel hombre; ese solo pensamiento logró hacerla estremecer de terror, pero ¿qué podía hacer?, de hecho, ya se había acostumbrado a vivir como en una nube oscura que no la dejaba visualizar un horizonte.
Cerró la puerta de su habitación y, sin haber dado un solo paso, sintió como un fuerte brazo la sujetó de manera brusca por su delgada cintura, la sangre dejó de circular, el miedo atenazó nuevamente; de pronto, respirar se volvió la tarea más difícil del universo.
― ¿Adónde vas? ―le preguntó aquella voz macabra. ¡Dios! Con solo escucharlo nuevamente, los poros de su piel se habían erizado, el miedo que, tan solo había desaparecido hace unas horas, había hecho aparición nuevamente.
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El silencio de sus ojos © (#Wattys 2019)
RomancePablo ha vivido toda su vida sumido en una oscuridad absoluta, con un pasado poco agradable de recordar y difícil de superar, viviendo en un mundo en el cual, quizás, no tenga oportunidad de avanzar. Por cosas del destino, su mirada se cruza co...