Capítulo 36

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El tiempo que llevaba allí era desconocido para ella. Ya no sentía su cuerpo. El aire de la habitación parecía quemarle la piel, el ardor era insoportable y sentía cada segundo que pasaba que no iba a poder seguir, no cuando había sido usada de nuevo, maltratada y dañada como nunca imaginó.

Su cuerpo dolía a horrores. Los golpes habían marcado su piel y su alma de nuevo. Un dolor punzante recorría su abdomen bajo de forma atroz. No había comido absolutamente nada; la sed amenazaba con acabar con su vida; las ganas de vomitar le hacían retorcerse haciendo que su cuerpo se estremeciera cada vez más de dolor.

Echa un ovillo sobre la cama, completamente desnuda, cerró sus ojos y de inmediato una imagen llegó como un borrón a su mente. El recuerdo de ella luego de haber hecho el amor con Pablo, recostada sobre su pecho y plenamente feliz, parecía ser muy lejano. ¿Qué estaría haciendo? ¿La extrañaría como ella a él? ¿Estaría buscándola? No tenía respuesta a esas preguntas. Lo único que deseaba era que ese sufrimiento acabara, que Pablo nunca la viera así. Deseaba que Esteban acabara con su vida, pues no soportaría regresar a su mundo así...

Estaba completamente rota.

Los días siguientes pasaban de forma tortuosa para Pablo. Para él era demasiado duro solo tener que observar como día a día los agentes se reunían en casa de Amelia a trazar el operativo que les devolvería a Betsabé. El padre de Amelia había llegado unos días atrás. Debido a su alto cargo con el gobierno y a sus influencias a nivel político, había ayudado a que la organización de aquel operativo fuese más rápida de lo normal.

Lograron infiltrar un hombre en la seguridad de Balbuena para que los mantuviera al tanto de los movimientos que realizaran en el lugar. Por el arduo trabajo realizado cuidando el más mínimo detalle, se obtuvo información en la que se evidenciaba la presencia de Balbuena en la propiedad, pero no habían encontrado rastros de la presencia de Betsabé.

―¿Cómo es eso posible? Debe estar allí, ¿en qué otro lugar estaría sino?

―Lo más probable es que se encuentre allí, joven ―afirmó el agente―. Las cámaras de seguridad del lugar nos revelarían si de verdad la señorita se encuentra en el lugar. El problema es que el compañero que se encuentra infiltrado aún no ha podido tener acceso; sería demasiado evidente que el nuevo en los primeros días quiera entrar al cuarto de seguridad del lugar.

Amelia, cansada y preocupada, le preguntó:

―¿Y para cuando podemos tener esa información? Porque si Betsabé se encuentra allí estaríamos aquí perdiendo el tiempo sin saber todo lo que ella puede estar sufriendo con ese desgraciado.

Pablo no quiso seguir escuchando, el desasosiego lo estaba matando. No podía seguir así. Se marchó a la habitación que Amelia había acondicionado para él. Sobre el suave colchón pudo desahogarse nuevamente y le rogó a Dios poder encontrar al amor de su vida con bien.

Siendo casi las diez de la noche Amelia se encontraba preocupada. Pablo no había salido de la habitación desde la mañana cuando los agentes habían estado allí.

Con sigilo, se acercó a la habitación que él ocupaba y tocó con sus nudillos. Al no recibir respuesta imitó la acción inicial varias veces hasta que se cansó y abrió la puerta despacio. Como era obvio, la habitación se encontraba a oscuras. Todo estaba en completo silencio. La única muestra de que Pablo estaba allí era su enorme figura sobre la cama.

Amelia encendió las luces y su corazón se encogió de tristeza al ver como Pablo parecía aferrarse a una de las blusas que Betsabé acostumbraba usar. Se acercó cuidando no despertarlo, pero este abrió sus ojos de pronto, como si hubiese sentido su presencia.

El silencio de sus ojos © (#Wattys 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora