Betsabé voló junto a su tía con destino a los Estados Unidos. Su corazón se quedaba allí, en Bogotá, junto a las personas que más amaba y que siempre estuvieron con ella. Nada nunca había sido más difícil que dejarlos a ellos aun sabiendo que era lo mejor. Su tía durmió prácticamente todo el vuelo, mientras ella solo pudo mantenerse despierta, con sus ojos bien abiertos mientras recordaba cada uno de los momentos que vivió junto a Pablo. De verdad deseaba que él pudiera ser feliz.
Al llegar a Boston, el chofer de su tía las esperaba fuera del aeropuerto. Yenis estaba emocionada por la presencia de su sobrina, pero no podía evitar sentir tristeza al ver como ella parecía refugiar y resguardar su dolor dentro de un caparazón. Betsabé era como una sombra de sí misma: no reía, hablaba en monosílabos si era necesario, la única evidencia de que en realidad era un ser viviente era aquel gesto nostálgico que no abandonaba su rostro.
Al llegar a la que era su casa, tal y como su tía le había dicho horas antes, no sintió ni un poco de impresión al ver la inmensidad de la propiedad. Ella de antemano sabía que la vida de su tía había sido mucho mejor en Boston que en Colombia.
Permitió que le mostrara la casa y pudo conocer a sus dos hijos pequeños, ambos unos hermosos hombrecitos y con unos esplendidos ojos azules que, seguramente, habían heredado de su padre Alberto; un hombre que rondaba los cuarenta y tantos pero que se conservaba muy bien, él le había sonreído con tanta dulzura, logrando que Betsabé por primera vez en mucho tiempo sintiera una gran calidez en su pecho. Sonrió levemente cuando los niños lo incitaron a jugar y él empezó a perseguirlos causando risas por parte de ellos.
No pudo evitar sentir nostalgia. Si Esteban no hubiese causado tanto daño, tal vez hubiese tenido la oportunidad de disfrutar de más momentos así junto a su padre, junto a su madre... junto a su hermano.
En cuanto tuvo oportunidad, subió a la habitación que su tía le había asignado. Tomó una ducha, no pensando mucho en los detalles de la habitación, y, en cuanto se hubo cambiado, se tiró sobre la cama.
Era real.
Estaba demasiado lejos de Pablo y sentía un enorme vacío.
La vida de Pablo cambió luego de aquel día. Betsabé se fue a Boston junto a su tía. El vacío que sentía era enorme; nunca había sentido nada parecido, era como si le faltara algo, el complemento de su vida.
Todo se volvió monótono. Todo había cambiado y sabía que nada llenaría el vacío que ella había dejado. Pese a eso, entendió sus motivos, entendió por qué quiso irse y empezar de cero lejos de aquella ciudad donde había pasado la mayor parte de su vida sumida entre las sombras y los maltratos de aquel hombre.
Los días pasaron, se fueron convirtiendo en meses, meses en los que se dedicó fielmente a trabajar y a estudiar buscando fuertemente apaciguar aquellos pensamientos que se encargaban de revivir el sentimiento de tristeza que se había apoderado de su cuerpo. Se mudó a un pequeño apartamento que consiguió en el barrio Kennedy, era un poco más amplio que el cuarto en el que había vivido en aquel edificio de doña Catalina.
Seis meses pasaron, tiempo en el que ambos se anhelaban, pero a la vez intentaban mantenerse en algún rincón de su mente y de su corazón. Para ninguno de los dos fue fácil.
Betsabé hablaba diariamente con Amelia por video llamada. Su amiga le contaba cómo iba la vida allí en Bogotá. Su tía se encargó de hacer todo el papeleo en la universidad de Bogotá donde Betsabé estudió sus primeros semestres. La inscribió en la universidad de Boston y realizaron el respectivo proceso de homologación de aquellas materias que ella ya había visto.
Así que, básicamente, la vida de Betsabé también se había vuelto monótona. Iba a la universidad, realizaba sus deberes, de vez en cuando jugaba con sus primos, quienes siempre intentaban sacarle una sonrisa. Cuando no tenía nada que hacer se dedicaba a leer libros o a sentarse en el jardín a pensar. Por las noches, pese a lo doloroso que le resultaba, su mente lo recordaba; sus besos, sus palabras, la forma en la que él siempre la amó sin importarle más nada. Era imposible siquiera sacarlo de su mente.
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El silencio de sus ojos © (#Wattys 2019)
RomancePablo ha vivido toda su vida sumido en una oscuridad absoluta, con un pasado poco agradable de recordar y difícil de superar, viviendo en un mundo en el cual, quizás, no tenga oportunidad de avanzar. Por cosas del destino, su mirada se cruza co...