Capítulo 15

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P!nk - What About Us

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P!nk - What About Us


Tomados de la mano llegaron hasta el aparcamiento de la universidad. Betsabé maniobró con su mano libre para poder sacar las llaves de su auto del bolso. Pablo a su lado la observaba completamente embelesado, grabando cada uno de sus sutiles movimientos.

―Aquí están ―alzó las llaves, dejándolas ante la atenta mirada de Pablo.

―¿Y esas son...?

―Las llaves de mi auto. ―Soltó la mano de Pablo para poder cerrar cómodamente su bolso.

Pablo arrugó su rostro.

―¿Tienes un auto? ―preguntó con los ojos fijos en Betsabé y sus manos metidas en los bolsillos de su pantalón.

Betsabé asintió.

―Se puede decir que sí ―respondió sin importancia. Pablo desvió su vista hacia la calle. Betsabé notó el cambio en su semblante―. ¿Ocurre algo? ―se atrevió a preguntar.

―No. No, no, no. No es nada ―negó frenéticamente con su cabeza―. Solo me tomó por sorpresa ―dijo apenado.

―¿Hay algo de malo con ello, Pablo?

―Es un poco incómodo, debo admitirlo.

―¿Por qué habría de serlo? No tienes nada de qué preocuparte. Tampoco quiero que vayas a pensar que solo estoy presumiendo ―le aclaró.

―Yo jamás pensaría eso de ti, Bess. Es solo que...

―Ya deja de atormentarte, cariño ―Pablo sonrió al escuchar la forma en la que lo llamó. Betsabé le tendió la mano―. Ven. Quedamos en que haríamos algo antes de que inicie tu jornada laboral. Pero si nos quedamos aquí parados no llegaremos a ningún lado.

Sin pensarlo demasiado, Pablo tomó gustoso la mano de Betsabé y se inclinó hasta posar los labios sobre su frente. Luego de ello, caminaron unos pocos metros hasta detenerse delante de un Ford fiesta color blanco completamente reluciente. Pablo creyó estar alucinando. Se quedó completamente pasmado, solo viendo como Betsabé le quitaba el seguro a aquel esplendoroso auto.

―Esto no debería estar pasando ―musitó, negando con su cabeza.

Betsabé alcanzó a escucharlo.

―No creo lo que me dijiste hace solo unos minutos, Pablo ―musitó con seriedad―. Es por eso que te pido que me digas que es lo que está sucediendo en realidad. Solo basta con ver tu rostro para saber que hay algo que en sí te está incomodando.

Pablo se alejó solo un poco del cuerpo de Betsabé. Bajó su rostro al sentir como sus mejillas se calentaban, era capaz de imaginar como un enorme rubor le cubría el rostro por completo. ¿Qué si se sentía incómodo? La respuesta era sí. Le avergonzaba en cierta forma aceptarlo. En muchas ocasiones había tenido la oportunidad de hablar con sus compañeros, y se había enterado de que Betsabé era perteneciente a una familia de la alta sociedad; tampoco podía negar que cada vez que recordaba su situación y la de ella creía que no iba a tener oportunidad alguna de relacionarse de la forma en la que quería con ella, porque, obviamente, el hecho de ser solo un pobre hombre que ni siquiera tenía un techo seguro suponía un problema para muchas personas acomodadas. No le avergonzaba su situación, de hecho se sentía satisfecho porque, a pesar de todas las dificultades, ha logrado salir delante de a poco. Sin embargo, la sola idea de que Betsabé creyera que él solo buscaba aprovecharse de ella lo atormentaba.

Betsabé esperaba atenta por una respuesta por parte de Pablo. Pero él parecía estar lidiando con una batalla en su interior.

―¿Pablo? ―insistió.

Pablo salió de su ensimismamiento. Sin embargo, aquella expresión atormentada no abandonó su rostro.

Betsabé no perdió el tiempo y volvió a insistir, a pesar de la renuencia de Pablo a responder sus preguntas.

―Estoy segura de que ocurre algo, Pablo. Dímelo. Lo que sea que esté pasando por tu mente, quiero saberlo.

Pablo enfocó sus ojos desorbitados en los de ella.

―Me siento un poco in-incomodo.

―Eso ya lo sabía; solo me bastó con verte a los ojos. Lo que quiero saber es por qué.

―Esto no debería estar pasando.

―¿El qué, Pablo? Necesito que me hables claro para poder entenderte.

Pablo emitió un suspiro cargado de preocupación. De pronto, solo eran ellos dos en aquel aparcamiento, ajenos a todos los estudiantes que pasaban de vez en cuando a su lado.

―Me apena el hecho de que eres tú la que está haciendo el ofrecimiento ahora, y justamente, eres tú la que debe llevarme en su auto, no yo... ―su voz se había alzado levemente, mostrando toda la frustración que lo invadía. Betsabé entendió su actitud.

―Eso no es algo malo. De hecho no supone ningún problema.

―Por supuesto que no es algo malo. Lo sé. Pero no puedo evitar sentirme así. ¡Mírame! ―se señaló―, yo quisiera ser aquel chico, no perfecto, pero si caballeroso, que pudiera llevarte en su auto. Pero solo soy un caballero andante; por así decirlo.

Betsabé soltó una risita nerviosa ante la última frase de Pablo. No obstante, también pudo captar como la seriedad no había abandonado el rostro de su novio.

Su novio.

Que bien sonaba.

Betsabé se acercó a Pablo. Sostuvo, de forma delicada, su rostro entre sus delgadas y suaves manos. Clavó su vista en la de Pablo, intentando transmitirle todo el cariño que por él sentía. Intentó mostrarle, a través de sus ojos, que para ella no importaba su situación siempre y cuando nunca se alejara de ella.

―Escucha muy bien lo que te voy a decir, cariño ―susurró sin apartar sus ojos de los de él―. Tú no vales por lo que tienes o no tienes. Tú vales por toda la pureza que llevas dentro de ti. Eres un ser increíble; y ya eso deberías saberlo. Muchas personas que lo tienen todo no hallan felicidad absoluta.

―La felicidad está sobrevalorada hoy en día ―se vio Pablo respondiendo.

―Se ha convertido en una obsesión para todo el mundo. Muchos creen que la felicidad implica libertad o tener todas las cosas que sean posibles. Pero la felicidad solo se obtiene cuando encuentras un equilibrio entre lo que eres y lo que te gusta hacer. No pienses que por el simple hecho de que la mayoría de las personas tienen grandes cosas significa que sean felices. No te dejes amedrantar por cosas tan banales. Y te repito: tú vales por tu esencia; es eso lo que te define.

Pablo no tuvo tiempo de asimilar aquellas palabras por completo cuando ya estaba sintiendo unos suaves labios posarse sobre los suyos. Fue un beso tímido, cargado de muchos sentimientos, de promesas en las que ambos se veían incluidos. Al separarse, Betsabé se alejó inmediatamente de él y se ubicó en la puerta del piloto. Pablo la observó abrirla y, antes de adentrarse en el coche, Betsabé musitó al aire libre aquellas palabras que por siempre quedarían grabadas en su mente y su corazón.

―No olvides algo, cariño: No necesitas un auto caro para enamorarme.

Luego de ello, una hermosa sonrisa se abrió paso en sus rostros.


****

Aquí un nuevo capítulo. Algo corto pero me gusta.

Nuestra Betsabé cada vez parece un poco más relajada, mas arriesgada. Es muy lindo escribir sobre los sentimiento de ambos; sin embargo, aun quedan muchas cosas por esclarecerse, muchos secretos que cambiaran sus vidas. 

¿Están Pablo y Betsabé capacitados para lo que viene?

¡Lo descubriremos en los próximos capítulos!

¡Gracias por su apoyo!

El silencio de sus ojos © (#Wattys 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora