Capítulo 26

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Nada cambió desde aquel día

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Nada cambió desde aquel día. Todo siguió igual. Pablo sentía que en cualquier momento desfallecería, no toleraba verla así: como si nada en el mundo le importara. Era contradictorio, tal vez, porque infinidad de veces pudo percibir que la forma en la que se sentía era diferente. Quería entenderla, pero por más que se esmerara no podía. ¿Qué tan difícil era dejar todo atrás y seguir adelante? Él sabía que mucho, pues le fue tardío olvidarse de todo por lo que tuvo que pasar para encontrarse donde estaba. No obstante, sabía que algo triste le había pasado, lo supo desde un principio, pero nunca imaginó que sería de tal magnitud. Aun se le retorcían las entrañas al recordar como la había encontrado aquel día: tan indefensa, frágil..., desfallecida. Le daban unas ganas inmensas de buscar a ese desgraciado y matarlo a golpes de ser necesario. Había sido aquel ser maldito quien había acabado con el brillo de Betsabé, y eso lo afectaba de forma increíble.

Intentaba iniciar alguna conversación, sin embargo, las respuestas que recibía era en monosílabos.

Betsabé advertía de la forma en la que Pablo se sentía. Lo veía sufrir y todo por su culpa. Nunca algo le resultó más difícil que contenerse de gritarle a los cuatro vientos lo mucho que lo amaba. ¿Qué la retenía de hacerlo? Su maldito y estúpido miedo, el no poder superar... o por lo menos, aprender a vivir con lo ocurrido. Su madre muchas veces le reiteró que lo ideal no era olvidar, que era mejor aprender a vivir con ello, porque olvidar resultaba algo demasiado complejo... casi imposible.

Aquel dos de Noviembre del 2018 nunca se le olvidaría. Pablo despertó diferente, parecía ansioso..., parecía esperar algo, lo que no sabía era el qué, el motivo fundamental de su estado de ánimo.

Era martes... un día como cualquier otro para todos, ¿pero para él? Todo se sentía diferente. Era una fecha especial, se sentía necesitado de la compañía de Betsabé, anhelaba que ese día todo fuese distinto, que todo cambiara para bien. Despertó temprano, Betsabé aún se encontraba dormida. Tendría turno completo ese día, lamentablemente, porque quería pasarlo completo con ella. Hizo el aseo correspondiente, siendo a penas las cinco de la mañana, preparó el desayuno, se ducho y, para cuando salió del baño ya completamente cambiado, se encontró a una somnolienta Betsabé sentada al pie de la cama. Sonrió con ternura al verla así.

Ella, al notar la mirada que él le brindaba, arrugó la frente.

―Ya sé que no soy muy linda despertando, no tienes que recordármelo ―dijo bajito.

Pablo solo sonrió, esperando ansioso aquella frase, aquella que lo ayudaría a comenzar con alegría su día.

―¿Ya te vas? ―insistió Betsabé, con normalidad.

Pablo se sintió decepcionado. Tal vez ni siquiera tenía idea de que día era. Desde que era pequeño, nunca se sintió más emocionado de cumplir un año más de vida, tal vez era porque para ese entonces todo había cambiado para él. Nunca esperó que alguien lo felicitara ni nada por el estilo, sin embargo, guardaba la esperanza de que Betsabé lo hiciera y así pudiera iniciar su jornada diaria de forma diferente, sintiéndose completo.

El silencio de sus ojos © (#Wattys 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora