Capítulo XLII: Mensajes.

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No todos los recados son bien recibidos.

"¡Ha llegado un dios! Menuda figura..." Fue lo que dijo entre su asombro y estupor.

"¿Cómo?" Pregunte y vi una pequeña figura que venía saltando a toda velocidad con las pequeñas alas atadas a sus tobillos... "Hermes..." Susurre, por supuesto mi compañera no se había ni percatado de que lo conocía, Frezia lo miraba sorprendida y encantada a la misma vez. Dudo que prestase atención a cualquier cosa que dijera.

"¿Qué dios será?" Pregunto, era lógico que no lo supiera, debido a que pocas veces los humanos pueden interactuar con los dioses. Su rostro demostraba lo impresionante que debía verse tanto para ella como para el resto de las almas que suspiraban al verlo.

"No... no lo sé" respondí tímidamente. Yo solo atine a cubrirme el rostro con mi cabello revuelto, no podía darme el lujo de ser descubierta por Hermes. Era probable que me sacase de allí de un tirón y llevarme a casa a rastras. Sé que eso era lo que debía hacer sin embargo no quería. Quería estar con Hades.

"¿Zeus ha enviado a alguien hasta el inframundo?" Preguntaban algunas almas que ya llevaban más tiempo aquí.

"Tal parece que al fin se están haciendo cargo." Sentencio otro espíritu.

"¿Haciendo cargo de qué?" Pregunté sin quererlo. Llevándome las manos al pecho esperando que mi pregunta no infortunara mi estadía en aquel lugar.

"¡OH, cierto, la chica nueva! Nada pequeña sacerdotisa, nada que tú hayas tenido que preocuparte alguna vez. Seguro tus padres han de vivir en todo el esplendor sin necesidad de preocuparse si mañana tienen que comer o no." Dijo una de las más viejas.

"No la molesten." Defendió Frezia, que rápidamente fue a mi lado y me tomo por los hombros, demostrándome su apoyo. "Todos acá estamos preocupados por lo que pasa allá afuera. Sería de gran ayuda que nos explicaran o nos dieran a entender lo que sucede. No son las únicas con parientes allá afuera." Terminó. Todas se miraban entre si cómplices y expectantes ante la respuesta de la primera que había atacado.

"Pfft, Ya, ya. Solo era un broma, no tienes que tomártelo tan a pecho ¿sabes?" Dijo mientras las demás murmuraban. "Todas sabemos lo que pasa a afuera, al menos algunas almas han tenido suficiente suerte para tener un entierro y poder llegar hasta acá— Pero bueno, eso no es lo que quieren oír ¿cierto?." Pregunto mientras todas asentíamos. "Pues bien, según dicen las malas lenguas la joven hija de Deméter se ha escapado de mamá. Aunque otros dicen que fue raptada, pero nadie sabe por qué o quién. Y como se han de imaginar mamá Deméter fue en su búsqueda y hechaba humos, parecía una furia. Aunque claro, con elegancia. Zeus ha intentado hacerla entrar en razón pero no hay quien la detenga."

"¿Ha dejado de lado sus obligaciones como diosa?" Pregunté.

"Claro que lo ha hecho, ¿es que acaso no ves toda esa gente acumulándose día tras días? Y la pobre humanidad debe sufrir, porque hasta que no la encuentren, todo lo que habrá será más de esto." Dijo mientras apuntaba a la entrada.

Estuve el resto de la mañana ayudando a las almas a sacar granadas y a resguardarlas mientras que otros se encargaban de regarlas. Nadie más volvió a hablar del tema. Solo sabía que finalmente todo era mi culpa y debía hacer algo para remediarlo.

Cuando venía de vuelta al castillo me encontré con Hipnos. Quien parecía llevar un buen rato ahí. ¿Me habría estado esperando?

"Reina Perséfone, ¿eh? Ni que las Moiras lo hubiesen dicho." Dijo como si le hiciese gracia.

A Requiem for loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora