Capítulo XXVII: Las Moiras.

1.8K 160 17
                                    


Cada vez comprendía menos, habían tantos secretos, tantas cosas y todo parece ser oscuro como si nada terminara de salir a la luz algo te jala y te lleva de nuevo al fondo de un pozo, de verdad me sentía morir, no comprendía y ¿Qué ocurrió con mi madre y Hades? La verdad es que de solo pensarlo me daba terror, ¿por qué lo odiaba tanto? ¿Lo odiaría yo también? ¿Cómo podría odiarlos con todo lo que lo quiero? Quizás eso también sería posible, después de todo ya nada me sorprende de los dioses, me gustaba más saber lo que los simples mortales pensaban de nosotros, la palabra "dios" es demasiado grande para lo que realmente somos. Sacudí mi cabeza intentando sacarme dichas ideas, aunque sin tener éxito. Me arrime en un banquito con pequeños cúpido tallados en la madera, jale fuertemente el chitón que llevaba para recogerlo y que no quedara colgando, suspiré pesadamente.

Entre mis lamentos escucho a alguien cantar, la verdad es que es un tanto confuso parece ser una sola voz, con la curiosidad a flor de piel me levanto sin antes cerciorarme de que llevo bien puesto el chitón, cautelosa sigo la melodiosa voz que me llama, cada paso hace que mi corazón se acelere, era un cantico para mí, de eso estaba segura. De no ser así ¿Cómo era posible de que me sintiera tan atraída por aquella voz? Ronroneaba suavemente en mis oídos y de verdad; juraría que me llamaba. Tras pasar por varios pilares me encuentro con una piscina gigante que solo era alumbrada tenuemente con pequeñas antorchas. Me doy cuenta de que a pesar de que la voz sigue canturreando una tonada algo misteriosa no siento que me este acercando a pesar de haber avanzado bastante. Apresuro el paso, me encontré con algunos dioses que hacían caso omiso a la tonada, mientras me voy tras unas columnas veo por primera vez a Hebe y a su adorado Heracles que conversaban animadamente, me entretuve al ver que Heracles tenia cierto parecido a Cupido con los rizos estrechos y pequeños, que caían en sus mejillas de manera aniñadas, Hebe por su parte más madura tenía un color caramelo y su cabello trenzado a ambos lados que caían sobre sus hombros llegando hasta la cintura. Envidie el hecho de que ellos pudiesen mostrarse como una pareja, me distraje un poco, pero luego seguí en la búsqueda de la dueña de tan dulce tonada, ni bien sabia porque necesitaba encontrar a esta persona, eso me hizo pensar que quizás mi mente me hacia malas pasadas, pero algo me decía que debía llegar a donde sea que me llevase pero al acercarme me doy cuenta que son 3 voces que cantan al unisonó, parecían ser musas, fue lo primero que se me ocurrió. Me acerque algo temblorosa al verme descubierta por estas tres mujeres bastante mayores.

"Mi pequeña, la diosa de las estaciones

Mi dulce niña, que aun lo desconoce, deseamos saludarte e informarte

Sabemos lo que buscas."

Decía una tras otra, las tres se movían sigilosamente alrededor mío. Observándome, analizándome. Sentía que estaba bajo algún tipo de prueba y al parecer iba reprobando debido a la severidad de sus miradas, me aterre. Sí, volví a ser una tonta y fui, sin pensar en las consecuencias, tras aquella voz.

"¿Quiénes...?" Antes de que terminara mi pregunta ellas volvían a hablar melodiosamente.

"Déjanos presentarnos" Repitieron las tres a la vez. Las miré atónita, las tres revoloteaban a mí alrededor sin detenerse, me sentía aprisionada, jamás alejaban su vista de mí, no sabía a cual mirar eran tan parecidas y sin embargo se notaba que cada una era completamente distinta a la otra, eran las musas mas enigmáticas que jamás haya visto, pálidas y con un recelo que se podía notar a lo lejos, mi cuerpo vibraba con su voz embriagante, sentía mi cuerpo entumecido y entregado a las palabras de ellas.

Finalmente se detienen con una mueca en la cara, al parecer terminaron de inspeccionarme, no sabía interpretar la mueca que hacían, no sabía si era bueno o malo pero sostuve la mirada erguida tratando de mostrar el pánico que poco a poco me comenzaba a invadir, cambie el peso a mi otra pierna y al hacerlo una sonríe abiertamente y lanza una carcajada ensordecedora, las otras dos la miran con reproche. Suspiré, al menos sentía que aquello rompía un poco con aquel esquema tan preparado y escalofriante.

A Requiem for loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora