Capítulo XXII: Las Dionisias parte I

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Me había encargado de todas las prendas para cada día, la verdad es que quería ocupar los vestidos que Hades me había enviado. Y mientras me lavaba la cara para comenzar a arreglarme y perfumarme alguien toca la puerta, me asomo y veo que es Acacia.

"Pasa, pasa." La ínsito a apresurarse, ambas estábamos nerviosas porque nos vendrían a recoger en un carruaje, jamás había salido de esta cárcel hecha de oro, mármol y otras piedras preciosas. Estábamos muy emocionadas.

"Kore, mira lo que te he traído." Miro a mi amiga y veo que saca unas pequeñas cajitas que tenían unos polvos de distintos colores, primero lo miré con asco para luego preguntar con cierto recelo. "¿Qué es eso?"

"Es lo que se usa ahora, los humanos lo hacen. Pero las diosas la han adaptado. Le llaman maquillaje." Grito de la emoción, mi madre solía utilizarlo constantemente para resaltar sus pómulos, por supuesto yo iba a ocupar una capa más delgada si me descubrían ocupando eso me matarían, quise cuestionar a mi ninfa favorita pero sabía que no obtendría una respuesta concisa, cuando se traía cosas escondidas era bastante precavida en no revelar la fuente.

"Traje polvo dorado, para que resaltes tus piernas, anda mira aplícalo con las cremas." Balancee mis piernas fuera de la cama para acercarme al tocador donde había un espejo enorme, agarre un pomo y me unte en los dedos con la crema, Acacia puso algo de esa tierra en la crema y la mezclamos para luego aplicarla sobre mi piel. Ambas miramos asombradas el resultado.

Mientras compartíamos datos de belleza, comencé a vestirme, me había arreglado con un chitón azul marino, este era afirmado por una correa trenzada con oro y seda del mismo tono que el chitón, lo ajuste justo debajo del busto para que resaltara lo poco y nada. Sí aun estoy en crecimiento, el solo recordar los armoniosos melones de Afrodita me hacía sentir como una niña, incluso Acacia tenia lo suyo, lleve mis manos a mi busto y suspiré.

Los accesorios que Hades me había mandado eran perfectos. Mi pelo lo llevaba elevado y con volumen todo ajustado con unas cintas del mismo color que el vestido y mis brazos que quedaban al descubierto llevaban a los lados trozos de seda trenzados con pequeños adornos dorados. Me sentía como una diosa, literalmente lo era, pero me sentía divina. Acacia también se veía hermosa con un chitón rosado que mostraba descaradamente su espalda y piernas. Le preste unos accesorios y la ayude a que se tomara el pelo, ella estaba irreconocible generalmente todas parecíamos de la misma edad a pesar de que ella tuviese unos cuantos más, ahora los representaba.

"Kore ¡Te ves hermosa!" Me elogiaba.

"Tú también te ves maravillosa Acacia, deberías lucirte esta noche." Le decía, la verdad es que ella era devota a su trabajo, y por esta noche ella era una ninfa más. Tenía derecho a disfrutarlo después de todo esto se celebra una vez al año.

"Ninfas." Bramaba Artemisa quien entraba a mi cuarto torpemente mientras se recogía el vestido para poder caminar.

Acacia y yo nos quedamos sin palabras, quien se hubiese imaginado que la diosa de la caza se vería tan bien cuando lograba una tregua con el cepillo para el cabello.

"Doy gracias por qué esto ocurre una vez al año." Ella era mucho más voluptuosa de lo que parecía, ya que con esas ropas holgadas que ella siempre usa no hace que muestre realmente su figura. Su cabello platinado se lucia con dos hermosas trenzas que caían a cada lado y que llevaba dos magnolias en su cabello para contrastarlos con el vestido que también tenía un tono rosa.

"Artemisa, estas... irreconocible" y no mentía cuando decía que apenas le reconocía, sino fuese por sus palabras mordaces y las amenazas constantes. Quizás si se callaba y fingía ser una estatua nadie la reconocería.

A Requiem for loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora