xxxv. Ministerio destruido

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NARRADOR OMNISCIENTE


Antes de entrar a la cabina telefónica Tom tomó a Pryxtine de los hombros zarandeándole.

— ¡Ya basta Pryxtine! — le gritó en su cara para llamar su atención ya que ignoraba sus palabras desde hace varias cuadras atrás.

Ella solo lo miró con rabia, estaba tan destruida por todo lo que estaba pasando. Había perdido el control total de sus poderes. Ahora el clima era frío y la tormenta eléctrica se volvía estruendosa.

Tom no sabía qué ocurría. Quería negarse el mismo que el mal clima era obra de Pryxtine. Eso era imposible después de todo lo que sus propios ojos estaban viendo, como una soleada y perfecta mañana había cambiado repentinamente a una tormenta eléctrica que cada vez se hacía más y más fuerte. 

Pryxtine se soltó de su agarre empujándolo al suelo, esto le dio tiempo para entrar a la cabina y cerrar la puerta antes de que Tom se pudiera levantar.

Tom se paró desesperado para seguirla, ya era un poco tarde, había desaparecido. Tom entró enseguida de ella.

Al estar en el ministerio buscó por todos lados el caminar de esa chica. La encontró a unos metros, cada que pisaba se escuchaba caer un rayo. Tom corrió hacía ella a toda velocidad.

— Si no me vas a apoyar aléjate, Tom— escupió sintiéndolo detrás de ella— solo me estorbas.

— Pryxtine, estás demasiado enojada, relájate un poco y luego resolv-

— ¡No me pidas que me relaje cuando mi madre está completamente jodida por ese hijo de puta!— gritó Pryxtine volteándolo a ver tan enojada que algunas piedras del monumento de muggles cayeron al piso quebrando lo aún más.

Tom paró en seco, se había rendido al ver de nuevo esos ojos verdes cambiados a unos carmín que irradiaban toda la furia. 

Todo el mundo miraba aquella chica tan alterada que la seguridad se alarmó.

Sus pasos eran poderosos, cada guardia que se acercaba retrocedía dos metros a la pisada de ella. La gente comenzaba a correr lejos de ella.

Subió a los ascensores dirigiéndose a la oficina de su padre.

Necesito ayuda.

Pensó Tom, solo había alguien que lo podía ayudar, pero su orgullo no lo dejaba.

— Veo que necesitas ayuda, señor Riddle— dijo aquel profesor parándose a un lado del chico.

— No lo creo, profesor Dumbledore, se calmará en unos minutos— dijo Tom sonando como si no necesitara la ayuda. De pronto un par de lámparas cayeron cerca de este. Dumbledore lo miró por debajo de sus gafas.

— Vayamos por la señorita Black— dijo el profesor subiéndose al ascensor— qué espera señor Riddle, no queremos que el techo se nos caiga encima— dijo un poco divertido.

Tom se subió no muy convencido de aceptar la ayuda de aquel profesor que tanto odiaba.


ℭ𝔥𝔞𝔫𝔤𝔦𝔫𝔤 𝔱𝔥𝔢 𝔖𝔫𝔞𝔨𝔢;𝐓𝐨𝐦 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora