De vuelta en... ¿casa?...

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Narra Jaz.

Recibí una llamada que no quería recibir, y mucho menos en este momento de mi vida, cuando pensaba que todo iba mejor, de maravilla. La señora Minerva me dijo que mi papá estaba muy grave, había tenido ya dos ataques, casi infartos, y que si tenía uno tercero, ya no lo contaría. Me molesté mucho porque no me dijeron nada antes, pero no era el momento de culpar o pelear, así que comuniqué todo al staff y tomé el primer vuelo a México.

Al llegar, fui directo al hospital en donde estaba mi padre. El doctor lo tenía en revisión por si sufría otro ataque, así que no podía irse de ahí hasta que el peligro hubiese pasado.

-Hola, Minerva, estoy aquí.

-¿cómo?, ¿Aquí en el hospital?

-Sí, justo estoy entrando.

-Ah, muy bien, mi niña. Voy a bajar.

-Bien, aquí te espero.

Minerva era mi nana cuando era niña. Una mujer que se enamoró de nuestra familia, sobre todo de mi padre, ella es correspondida por él, así que ahora son pareja. Nunca me opuse, pues pensé que después de la muerte de mi madre, él debía volver a hacer su vida, y es ella quien lo ha estado cuidando estos años.

-Oh, cariño, estás aquí – Dijo su voz, que me hizo voltear.

Fui hacia ella y la abracé lo más fuerte que está permitido, le besé las mejillas y la miré.

-Te he extrañado tanto. – le dije con las lágrimas apareciendo en mis ojos.

-Yo a ti, te he extrañado, mi niña. – Me tomó el rostro. – Te has vuelto tan guapa. Deja ya de llorar. ¿Quieres ir a tomar un café?

-No, quiero ver a mi papá, por favor.

-Yo creo que mejor vamos a tomar café. – Dijo tomándome de la mano y llevándome a la cafetería del hospital. – Te sentirás mejor después.

Minerva me contó que mi padre estaba en peligro, que si no se estabilizaba, sería la última vez que podría verlo, por eso era importante que yo estuviera ahí. Sin embargo, el verme podría ser una emoción muy fuerte, por lo que necesitaba primero hablar con él y luego asegurarse de que no iba a ser un riesgo el verme.

Fuimos al dormitorio. Podía escuchar desde afuera, cómo Minerva hablaba con mi padre.

-Quiero verla. – Dijo con su voz ronca y cansada.

Escuché un silencio y después los pasos de Minerva que se acercaban a la puerta, entonces me pidió pasar.

Lo miré ahí sentado en la orilla de aquella camilla, se veía viejo, débil y vulnerable. Había extrañado tanto a ese hombre, que me abofetee mentalmente por no haber podido estar con él por mucho más tiempo, por desentenderme del hombre que me había dado la vida, que me había dado todo.

-Mi pequeña. – Dijo con voz entre cortada, sus ojos se hicieron llorosos y estuvo a punto de levantarse, pero fui más rápida. Me acerqué a abrazarlo.

-Papá. Hola.

Lo abracé y después me senté a su lado. No podía creer que al fin estuviera viendo a mi padre, y menos podía creer las condiciones en las que lo hacía. Me prometí a mí misma que lo visitaría más seguido, aun que fuera muy caro.

Tuvimos una plática muy agradable los tres, después la enfermera fue a revisar a mi padre y dijo que parecía que todo estaba bien, pero aun no salía de peligro así que debía estar otra noche más en el hospital.

-Te vas a poner bien, papi. – Dije dándole un beso en la mejilla al hombre.

-Espero que sí. Entonces me contarás todo lo que te ha pasado allá en aquél mundo.

-No es otro mundo, papá. Es como todos los lugares, pero con un idioma distinto.

-Muy bien, y ¿qué tal los chicos?

-Papá, eso no se pregunta. – Dije riendo en un susurro.

-Bueno, no quería pero, ¿quién te preguntará?, no me gustaría saber que un barbaján anda detrás de ti, pero sé que no puedo evitarlo.

-Ay padre. Pues, hay un chico.

-Lo sabía.

-Sí, y es guapísimo, tiene los ojos azules más hermosos que haya visto jamás, y es actor.

-De seguro es uno de esos... homosexuales.

-Papá, obvio no. Él es... - Pude sentir mis mejillas sonrosarse. – Es distinto. Es bueno, soñador, divertido... a su modo, pero lo es. Es lindo, es todo un artista.

-La descripción perfecta de uno de esos.

-Claro que no papá - Reímos.

-Te gusta mucho.

-Sí. Él es increíble.

-Espero conocerlo y darle su buena platicada algún día.

-Sí. Te va a caer muy bien.... pero bueno. Luego te cuento más de él, ya es hora de dormir, quiero que mañana despiertes con todas las ganas y te mejores para poder ir todos a casa.

-Si... - Dijo con su voz ronca, resignándose a tener que dormir. Se hizo chiquito en la cama y se tapó con las cobijas.

-Si necesitas algo, me dices, estaré aquí.

-Claro, niña.

-Buenas noches, papá. – Le di un beso en la mejilla, uno en la frente y lo miré a los ojos. – Te quiero papá. – Volví a besar su frente.

-Yo te quiero a ti, mi niña grande. Gracias por venir y estar aquí.

-Ay papi.... – Me agaché sobre su pecho y recargué mi cabeza. – Buenas noches. – Dije para después alejarme y recostarme en el sofá de la habitación.

Minerva se había ido a casa a bañarse y descansar, hoy yo me quedaría a cuidar a mi padre.

Emotions.Where stories live. Discover now